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Eduard Fernandez: "Al final de la obra, mi madre se perdona por las cosas que no hicieron las mujeres de su generación"

El actor estrena su primer monólogo teatral, un homenaje a su madre que falleció en la pandemia. Todas las canciones de amor es una adaptación de la obra del argentino Santiago Loza que dirige Andrés Lima en los Teatros del Canal

Eduard Fernandez: "Al final de la obra, mi madre se perdona por las cosas que no hicieron las mujeres de su generación"

Eduard Fernandez: "Al final de la obra, mi madre se perdona por las cosas que no hicieron las mujeres de su generación"

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Eduard Fernández homenajea a su madre, fallecida durante la pandemia, en su primer monólogo teatral. Todas las canciones de amor es una adaptación de la obra del argentino Santiago Loza que dirige Andrés Lima en los Teatros del Canal, con todo vendido, y que después girará por toda España. Con su voz y su gestualidad, se ha convertido en uno de los actores de España que más han calado entre el público gracias a su capacidad para dar credibilidad y humanidad a cada personaje.

Ganador de dos Goyas, ha trabajado con los grandes directores del cine español. Pero a pesar de llevar toda una vida en esto de la interpretación, para el actor la profesión continúa siempre generando una tensión bella y constante. Pronto estrenará la segunda entrega de 30 Monedas, la serie de Álex de la Iglesia, pero antes ha montado su primer monólogo teatral, una apabullante obra sobre la memoria, la familia, la maternidad y sobre ser hijo con el que el actor emociona cada tarde al público madrileño.

La primera vez en un monólogo teatral, ¿cómo se siente uno? Y ahora es su primera vez con un monólogo teatral, que es esto de las primeras veces como se vive una primera vez así.

A mi edad aún me quedan primeras veces para cosas. Me apetecía hacer un monólogo, no sé por qué. Me apetecía prestarme, probarme. Me apetecía hacerlo a mi aire. En un monólogo tú llevas el tempo. El reto ha sido mayor de lo que yo creía. Yo vi un monólogo en Buenos Aires, porque un amigo, un excelentísimo actor, estaba haciendo un excelente monólogo de un tal Santiago Loza, que no lo conocía. Él no se movía de la silla, yo me muevo algo más por el escenario. Estoy encantado, la verdad, y estoy muy feliz de ser tan bien acogido en Madrid por el público y de tener la sala llena mucho. Están agotadas las localidades hasta el último día

Tienes tres Goyas, un montón de personajes, películas muy importantes del cine español, has trabajado con grandes directores, ¿como actor uno necesita este tipo de retos en la profesión?

Yo sí lo necesitaba, me apetecía. El otro día alguien me preguntó y es muy duro transitar todo eso. Es muy emotivo, pero es un gran placer. Los actores tenemos el hándicap que cuando hacemos un personaje duro o cuando te toca llorar en escena es a la vez algo muy creativo y muy bonito. Te lo pasas bien. Es tu oficio y yo me doy cuenta de que mi oficio me gusta. A veces, cuando me da pereza, empiezo a ejercerlo y me gusta y me lo paso bien.

Los actores lloráis y hacéis personajes duros, ¿hay que ser fuerte psicológicamente para transitar por esas cargas emocionales de los personajes?

No sé si te sé responder. Los oficios son como son y el cuerpo se hace el oficio. El cuerpo se hace a la función. La mente forma parte del cuerpo y también se hace al oficio y a la función. En todo caso, es algo que transmito durante la función. Y te vas dando cuenta que los ensayos en teatro sirven para el cuerpo, para que el cuerpo transite por un lugar, por unas emociones, para que abra unas compuertas, para que la emoción, del tipo que sea, salga en ese momento. Cuando vas transitando eso, el cuerpo coge sus automatismos y, de repente, llegas a ese lugar con bastante más facilidad que antes de ensayar. Es un oficio muy bonito, como todos cuando se vive con profundidad. A mi me gusta mucho los oficios, me gusta mucho la gente que hace bien su trabajo. Yo cuando voy a un bar y un camarero sirve bien, digo ¡hostia!, felicidades, qué gusto que la gente haga bien lo suyo. Me encanta.

Este es un monólogo que dedicas a tu madre y que tiene que ver con la pandemia, que tiene que ver con con la despedida. ¿En qué momento decides que quieres hacer esto? ¿Cómo hablas con tus hermanos para decirles que vas a contar vuestra historia familiar?

Todo parte de esa obra de Santiago Loza que vi en Buenos Aires. Ahí empiezo a leer obras de Santiago Loza. Me gusta mucho una. Luego, al cabo de poco, muere mi madre. Coincide que es un monólogo de una mujer sobre el escenario, que es una despedida en la que va recordando cosas. Le da la sensación de que la realidad se está alterando. No sabe si es ella o no lo es y tiene la necesidad de hablar con el público para entenderse, una cosa muy teatral. Luego la muerte de mi madre me pilla en Madrid. Ella está en Barcelona y yo no puedo viajar. Hay algo ahí que queda pendiente. Es una cosa extraña, que no tiene mucha lógica, pero es cierta. El no estar físicamente, el no poderte despedir, no estar con tus hermanas hace que haya una parte de duelo que falta de alguna manera. En todo caso, me apetecía mucho hacerle esta despedida, este homenaje, este poema y amarla.

¿Qué te han dicho tus hermanos?

El otro día un hermano mío me lo agradeció, cosa muy hermosa. Me dio las gracias por este homenaje. Es la obra de otro autor, pero yo añadí algunas cosas al texto personales. Por ejemplo, que tenía los pies planos, que era muy enclenque. Luego el resto de la obra es la original. Por eso hay gente que se hace un lío y me pregunta si yo tuve una historia con un tal Robert Atwood. Si yo soy o no bisexual. Cada uno se monta su pajarraca, pero eso no altera la esencia de la obra. Yo diría que es un poema a una mujer mayor. Una mujer que dio su vida por él, por su familia, que entregó su vida limpiando culitos, poniendo pañales, lavando platos, fregando, barriendo, acogiendo a su familia cuando venían y haciendo posible que ellos se encontraran a sí mismos en el mundo, tuvieran un lugar seguro en casa. Renunciando probablemente, como otras muchas mujeres, a desarrollar aptitudes propias en un acto de generosidad. Al final de la obra esta mujer, mi madre, dice: "me perdono por todo lo que no hice y me quiero, me amo".

Es hacer el personaje de una madre como algo universal, ¿es la historia de nuestras abuelas y nuestras madres?

De muchas mujeres de hoy en día. También creo que igual pensamos que esto ya no ocurre, que que la gente ya vive de otra manera y, probablemente, aún hay mujeres que están abnegadas en su casa sirviendo solo a la familia, cosa que hoy en día se podría revisar.

Hay un cambio en la ficción, donde hombres y mujeres de distintas generaciones, de repente, están mirando la maternidad, están mirando a lo que es ser hijo, a lo que es ser madre, a lo que es ser mujer o a lo que es ser hombre en este momento que nos ha tocado vivir. ¿Vive la ficción un momento de revisarnos a nosotros mismos?

Esa sería una de las funciones del arte, del teatro, de la ficción o del audiovisual. Yo soy muy poco bien queda. Quiero decir, que hay cosas que de repente están más o menos de moda, que todo el mundo las apoya y yo voy a mi aire. Pero creo que revisarse a uno mismo, revisar el papel de un género en una sociedad, es necesario. Que todo el mundo individualmente tiene el derecho a ser feliz y, por tanto, hay que revisarlo todo para que sea posible. La gente que no acepta a los gays, a las lesbianas, a los trans, no acepta el amor. Es así de simple y así de bestia. El que no acepta el amor no puede llamarse cristiano. Y hay mucha gente que se llama cristiana. Lo bonito es el amor. Y el amor habría que celebrarlo siempre.

Decías antes que eras un enclenque, ¿Cómo era Eduard Fernández de niño?

De hecho, me apuntaron a natación para que me desarrollara. Era pequeñito y además me desarrollé tarde. Entonces era muy enclenque. Realmente era muy delgadito y un poco acomplejado, muy debajo de las faldas de mamá, cosa que está un poco en la obra. Era un poco el protegido de la madre, con todo lo bueno y todo lo malo que tiene eso. Con el tiempo creo que he sanado esa parte, de creerte inferior y esa sobreprotección, que es tan mala como la la no protección. Era muy sensible. Estaba en mi mundo y por eso empecé a estudiar mi hacer mimo, para expresarme, para encontrar mi forma de relacionarme con el mundo y con los demás. Necesitaba algo que apelara a la belleza.

Empezaste con el mimo. ¿Qué queda de ese actor?

En la obra, cuando me muevo, parte de eso está. Hay una cierta gestualidad, es algo que me ha gustado mucho. Cuando digo mimo, la gente generalmente se imagina otra cosa. En todo caso, me gustaba mucho la belleza masculina corporal, el movimiento, el el gesto y las posibilidades de expresión.

En el texto se habla de lo bueno y de lo malo de la relación de un hijo con su madre, ¿Qué es lo bueno y qué es lo malo?

Depende de los casos. Es una relación muy intensa y muy particular. En mi caso yo era el pequeñito de la familia hasta que nació mi hermana seis años después. Era como el protegido de mi madre y teníamos una relación muy estrecha, pero que impedía que yo saliera al mundo. La parte positiva sería que me sentía muy querido. Era un niño muy querido y al que apoyaron mucho en todo, también cuando yo decidí hacer mimo, con todo el susto de mis padres por cómo me iba a ganar la vida. Me apoyaron y cuando me fue bien, fliparon.

¿Te ha hecho esta obra plantearte la relación con tu hija?

Siempre. Cuando yo iba al psicólogo y le decía mira qué mal lo han hecho mis padres conmigo por esto, ya miraba para abajo y pensaba en lo que estaba haciendo y con mi hija. La verdad es que tenemos ahora una relación muy buena. Nos apoyamos mucho, teniendo muy claro el rol de cada uno. Yo recuerdo que cuando Greta, de repente, de adolescente empezaba a llamarme tío, me enfadaba. Yo le decía que era la única que me podía dar ese título de padre, que es el mayor que puedo tener en mi vida. Yo creo que tenemos una muy buena relación. Nos une también la profesión. Hablamos mucho de la profesión. Y a través de la profesión hablas de la vida y eso es muy hermoso.

¿Es una obra sobre la memoria, de la memoria como algo íntimo y familiar?

Por supuesto. La gente me dice qué valiente que eres, porque hay una escena con unas cenizas de mi madre. Y lo cierto es que en mi familia lo vivimos todo bastante francamente, y yo creo que por profesión quizá me gusta vivirlo todo así, incluso el horror. Entonces a hablar de la memoria, de cuando alguien pierde la memoria, de ese ser que que lo ve todo desde otra realidad, desde otro lugar, desde un fondo, creo que es muy sano. Yo creo que lo que más daño hace a una persona son los fantasmas de las cosas, no las cosas. Generalmente, cuando afrontas la realidad tal cual es todo es mucho menos doloroso que el fantasma de esa realidad.

Además del destape emocional, ¿ha sido difícil volver a los escenarios? ¿Qué tal con Andrés Lima?

Con Andrés muy bien. Tenía que dirigirme a alguien y se lo propuse a Andrés. Tenía que sentirme muy apoyado y muy bien guiado, muy querido. Desde fuera era muy importante para mí. Con Andrés nos hemos llevado muy bien. Ha habido circunstancias personales que han hecho que sea un proyecto muy especial, muy amoroso, muy bonito. Sí tenía el vértigo salvaje, tremendo y brutal de volver a subir a un escenario. He pasado momentos realmente duros. Tampoco es que yo haya hecho este operando a corazón abierto, pero sí me daba mucho miedo subir al escenario y hubiera salido corriendo en otra dirección. Poco a poco vas dando los pasos, te vas acercando y ahora ya estoy muy feliz de estar ahí, de haberlo hecho. Pero ha sido difícil y duro y he tenido unos miedos brutales.

Hay una cosa del teatro y es que te permite corregir de una función a otra, pero a la vez te expone cada día...

Sí, es mejor no pensar en algunas cosas. En este caso, el cuerpo es sabio, el cuerpo habla, el cuerpo te guía y si desconectas, ya tienes un cierto oficio, que lo tengo. Pero cuesta mucho confiar en uno mismo. Es un ejercicio que da vértigo. Y quizá el vértigo último y mayor es el confiar en uno y decir déjate llevar, tírate, que va bien. Confía en esa voz amorosa que todos tenemos dentro. Y cada función es cada función, cada día es cada día. Como un partido de fútbol que puedes haber entrenado y a veces juegas mejor o peor. Pues en esto es igual y hay que dejarse llevar por el hilo invisible.

Cuesta mucho tener estabilidad en la profesión. Tú la has conseguido, ¿En qué momento de tu carrera estás? ¿Qué buscas?

Busco hacer lo que quiero. Un poco o bastante. Es el primer proyecto que impulso. También he escrito un corto, que me gustaría hacer. Estoy en un lugar privilegiado en este momento, en la profesión y conmigo mismo. Todo me coincide, todo está bien y está normal a la vez. Estoy a gusto. Sé que soy un privilegiado, así lo vivo. Intento levantarme por la mañana contento por levantarme sin más, ir a tomar un cafecito y luego ir a hacer la función, saber que eres un privilegio y no tener ni susto ni ni una alegría excesiva, porque resulta que puedo hacer mi oficio, hacer lo que me gusta, que es algo muy hermoso.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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