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'Solar mamas'

Un grupo de campesinas estudian para iluminar sus aldeas gracias al proyecto de Barefoot College International

Solar mamas al poder

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Rosenda Francisca García, de 34 años, viuda y con 3 hijos, y Julieta Fernanda Tzoy, de 69 años, con siete hijos y treinta nietos, son campesinas en Guatemala, pero también forman parte de un grupo de diez mujeres que participan en una iniciativa para llevar la luz a sus comunidades.

Han decidido estudiar ingeniería solar básica para poder ser ellas mismas quienes construyan e instalen las lámparas portátiles y paneles solares que necesitan en lugares remotos a los que no llegarán en años las instalaciones públicas.

Lo hacen a través de Barefoot College International. Es el primer proyecto que la organización abre en Latinoamérica, aunque ya ha estado presente en 98 países en el Este de África y Zanzíbar, apoyado por la Agencia Vasca de Cooperación para el Desarrollo – eLankidetza.

Su objetivo es hacer frente a la pobreza energética, según explica Anu Jain, directora de programas de Barefoot College. Y para ello basan todos sus programas en “la resiliencia climática, la resiliencia social y la resiliencia económica” centrándose en las mujeres y las niñas. Porque en los pueblos, dice, el poder reside en las abuelas.

Barefoot College International está presente en 98 países en el Este de África y Zanzíbar. / BREZEL_HK

Llevar luz a aldeas alejadas, a las que se tarda horas o incluso días en llegar a pie, supone darles acceso a una energía limpia que sustituya al queroseno y las velas que les provocan problemas respiratorios. Además, tiene repercusiones económicas, al permitirles mantener un negocio en casa o estudiar sin depender de las horas de luz del día. “Esencialmente es darles la libertad de vivir una vida como les gustaría vivir”, celebra Jain.

Las llamadas ‘solar mamas’ se forman para poder reparar, mantener e instalar los equipos que les envíe la organización para instalar en los hogares. “Cada mujer se encargará de 50 casas. Y la solución se hace sostenible porque el conocimiento va a residir en el pueblo”, sin dependencia externa.

De analfabetas a ejemplo y sostén para su aldea

Muchas de estas mujeres son jóvenes abuelas que ni siquiera tuvieron oportunidad de ir a la escuela, por lo que no saben leer ni escribir. Sin embargo, “son las que hacen que el programa tenga éxito”, dice la directora. “Son el centro de conocimiento de la comunidad y todo el mundo mira hacia ellas en busca de la solución que va a afectar a toda la comunidad”.

Jain destaca además otro aspecto social muy positivo del proyecto en las comunidades, y es que “cuando las mujeres y niñas de la zona ven a su abuela subir al tejado a instalar paneles solares se dan cuenta de que ellas también pueden hacer algo así”.

Barefoot College International tiene proyectos activos en la India, Zanzíbar, Senegal y Madagascar, además del de Guatemala que inauguraron el año pasado, y tienen previsto abrir otro en Fiyi. Brenda Geofrey, coordinadora del programa en Zanzíbar, cuenta que allí sus estudiantes son mujeres que “han sido educadas para ser sólo amas de casa y madres”, y están logrando cambiar esa mentalidad. Desde 2015 han formado a 44 ingenieras solares.

“Antes la mayoría de los estudiantes de estas comunidades rurales estudiaban con lámparas de queroseno y se daban casos de estudiantes que se quedaban dormidos y se quemaban. Ahora, con la energía solar, eso no pasará, explica Geofrey. Y en una gran población de pescadores como es esta, “cuando acaban de pescar, la mayoría de las veces a media noche, pueden limpiar el pescado y enviarlo al mercado por la mañana temprano sin preocuparse de que el pescado huela a queroseno”. Además, el queroseno no solo es peligroso, sino también caro, por eso esta energía limpia da una seguridad económica al pueblo entero, que puede ampliar sus negocios.

En las formaciones, más allá de aprender sobre energía solar, las mujeres se benefician de un plan de estudios llamado “Enriche” con el que tratan temas como la autoconciencia y las aspiraciones que ayudan a empoderar a las alumnas.

“El primer mes les hablamos de sus roles de género, preguntamos qué cambios quieren ver en su comunidad, en sí mismas, en su familia… y al final del quinto mes repetimos esas mismas preguntas”, explica la coordinadora. Ahí se ven los avances. “La mayoría de las veces las decisiones de la comunidad sólo las toman los hombres, pero al salir de Barefoot, quieren ser las artífices del cambio de sus pueblos y también de sus familias”.

En lugares como India, donde nació el proyecto, el avance ha sido tal que las trece mujeres formadas allí se han convertido ahora en formadoras contratadas por el Gobierno.

Una iniciativa que ha logrado inspirar a nuevas generaciones y también a las actuales, señala Anu Jain, y con la que cada pequeño logro individual se transforma en un gran impacto.

 
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