La cueva de Maltravieso, una cápsula del tiempo
“Entrábamos en la cueva con mi padre, iluminados por una lámpara de carburo. Nos pedía que sujetáramos el papel traslúcido para copiar las pinturas. Iba repasando las manos pintadas en la pared con un rotulador. Luego, en casa, pasaba el borrador a un soporte de papel vegetal... eran verdaderas obras artísticas que por primera vez se publican en este libro”
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El panel 3 en la cueva de Maltravieso muestra 3 plantillas de mano (centro derecha, centro arriba y arriba a la izquierda). Uno ha sido datado hace al menos 66.000 años y debe haber sido hecho por un Neandertal. / H. Collado
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Quien relata estas vivencias es Alfonso Callejo en su libro “Historia de Maltravieso” (Junta de Extremadura, 2019). Alfonso es hijo de Carlos Callejo Serrano, descubridor en 1956 de las pinturas rupestres de Maltravieso (Cáceres) que, según la datación con el método del uranio-torio, son las más antiguas del mundo (con la friolera de 66.700 años). Este método mide el tiempo tomando como base la desintegración radiactiva del uranio de las costras de calcita asociadas a las pinturas, al igual que se hizo con algunas de las de la cueva de Ardales (Málaga) y las de La Pasiega (Cantabria), investigación revolucionaria publicada en la revista Science en 2018.
La cueva de Maltravieso fue hallada accidentalmente durante la explotación de una cantera que regentaba Telesforo Pérez, apodado ‘el francés’, y sus tres hijos, el 11 de agosto de 1951 como consecuencia de una voladura con dinamita en esta zona donde extraían piedra para los hornos de la cal. Telesforo encontró «dos calaveras humanas y algunos útiles domésticos y otros objetos», según publicó el Diario Extremadura el 13 de agosto y de inmediato avisó a las autoridades. Pese al hallazgo de la gruta, los cráneos y los restos cerámicos, a Maltravieso no se le concedió especial importancia. La cantera siguió avanzando y comiéndose la cueva hasta el punto que desapareció una tercera parte y la llamada ‘Sala del Descubrimiento’. Si no hubiera sido por Calos Callejo, hoy no quedaría nada. Y fue él quien se dio cuenta de la cantidad de manos estampadas sobre la roca, manos negativas y mixtas, además de puntos, líneas, zoomorfos y otros signos. Pero la comunidad científica tardó tiempo en reconocer estos hallazgos.
La noticia de la aparición de las pinturas chocaba con la creencia científica de la época de que esta zona de la península estaba despoblada en época paleolítica por los efectos del clima. Gracias al profesor Martín Almagro, director del Instituto Español de Prehistoria y conservador del Museo Arqueológico Nacional, que visitó la cueva con Callejo en 1959, se les dio definidamente el marchamo de autenticidad prehistórica.
En 1996, Hipólito Collado, jefe de Arqueología de la Consejería de Cultura de la Junta, junto con otros especialistas emplearon avanzadas técnicas que lograron documentar no solo las 30 manos descubiertas por Carlos Callejo, sino hasta 60 improntas, a las que muchas les falta el dedo meñique, un hallazgo que puso definitivamente la cueva en valor. Por cierto, el ayuntamiento quiere construir una neocueva, similar a la que se ha hecho de Altamira, en Santillana del Mar, en la que los visitantes puedan ver de manera fiel y exacta las pinturas que hicieron en el Calerizo de la ciudad de Cáceres los pobladores del paleolítico.