A vivir que son dos díasLa píldora de Enric González
Opinión

Ojalá exista

"Cuando pienso en esa gente, que dice ser religiosa y es abyecta, deseo muchísimo que dios exista. Sólo por ellos, dios, o Jehová, o Alá, tendría que existir. Para que un día les llamara de uno en uno a su despacho celestial y, justo como es, fuera dándoles un par de hostias"

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Madrid

La idea de uno o varios seres superiores, que crearon el mundo y se interesan por nosotros, es tan antigua como la humanidad. Yo no creo que exista dios, ni uno, ni trino ni en comandita, pero me parece muy bien que muchísimas personas crean. Podría resultar que los creyentes tuvieran razón. Y que yo me hubiera equivocado en la cuestión más importante de la vida.

Las religiones también son muy antiguas. Y se nota. Los tres grandes monoteísmos (judío, cristiano, musulmán) dicen haber recibido de dios, a través de uno o varios hombres sagrados, unas revelaciones que pueden codificarse como un manual de conducta. Lógicamente, cada religión refleja el momento histórico en que fue revelada, o creada. Pese a algunos preceptos o convicciones que a mí me parecen incoherentes incluso desde un punto de vista religioso, no estoy en contra. Todos los clubes necesitan normas. Solo para los socios, claro. A los demás no nos atañen.

No menos antiguos son los hombres de dios. O las mujeres de dios, que, por alguna razón que se me escapa, permanecen en posición subalterna. Rabinos, sacerdotes, popes, imanes, monjas… Las religiones, también como cualquier club, tienen sus jefes y jerarquías.

Entre las personas de dios hay auténticos santos, en un sentido, con perdón, laico; hay quien se sacrifica por el prójimo, quien combate las injusticias terrenales, quien inspira la bondad, quien da su vida. También hay tipos normales, a ratos buenos, a ratos malos. Humanos de nivel medio, digamos.

Y luego, entre las personas que se dicen de dios, está también lo peor. Los fanáticos, los lameculos del poder, los adoradores de la oscuridad, los enemigos de la especie humana. Los que abusan de su poder y, aún peor, del poder infinito que los creyentes atribuyen a dios. Los que abusan de niños, los que acusan a las violadas de habérselo buscado, los que envían a los jóvenes a una guerra de conquista con la promesa del cielo, los que oprimen a la mujer y afirman que un pañuelo es más importante que la vida.

Cuando pienso en esa gente, que dice ser religiosa y es abyecta, deseo muchísimo que dios exista. Sólo por ellos, dios, o Jehová, o Alá, tendría que existir. Para que un día les llamara de uno en uno a su despacho celestial y, justo como es, fuera dándoles un par de hostias.

 
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