La vida y la muerte: lo íntimo es también político
Nacer, amar y morir. Asuntos íntimos, que recoge la poesía, y que para José Ovejero y Luis García Montero son también políticos. ¿Estamos preparados para la muerte y el dolor? ¿Es posible amar y ser amado en el poder? ¿Quién decide quién puede ser madre? Son las preguntas que nos hacemos en este episodio de La Hora Extra
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La familia es uno de los grandes asuntos de esta nueva temporada cultural, como hemos advertido en programas anteriores de La Hora Extra. Sara Mesa acaba de publicar 'La familia' en Anagrama, Miguel Ángel Oeste 'Vengo de ese miedo', en Tusquets, también sobre el maltrato en la familia. Las tensiones familiares protagonizan 'La voluntad de creer', de Pablo Messiez, en el Teatro Español.
José Ovejero, escritor, Premio Primavera y Premio Alfaguara entre otros, también nos trae a su familia, una familia de clase obrera que va progresando en los años del tardofranquismo. 'Mientras estamos muertos', en Páginas de Espuma, es un conjunto de relatos, entre la autobiografía y la ficción, donde se diluyen los géneros y el límite entre lo individual y lo social.
¿Por qué has querido volver al relato?
"Pues la explicación pura y simple es que es un género que me gusta muchísimo y lo que pasa es que solo vuelvo al relato cuando tengo un proyecto. Quiero decir, yo no escribo relatos, los junto y un día tengo un libro, sino que empiezo a darle vueltas a un tema y cuando tengo la impresión de que hay algo ahí que me interesa, me pongo a escribir un relato detrás de otro, como si fuese una novela. Por eso, a pesar de que se puedan leer todos por separado, hay una especie de unidad, de historia común".
Y como escritor qué te ha aportado trabajar así
"Mucha intensidad, el relato es lo que te da: esa intensidad constante. Porque te encierras con cada relato, por así decirlo, lo terminas y ya, pasas al siguiente. Y aunque también puedes hacerlo con la novela, te permite también una aproximación fragmentaria a la realidad, pero que acaba dándote una visión de conjunto. Trabajar con fragmentos, el no estar obligado por un hilo argumental, diría que es casi atmosférico".
Es curioso eso de la visión de conjunto, porque los relatos contienen historias individuales, pero la visión de conjunto de todos ellos es como un retrato social. Dices en el libro que "no es posible escribir una obra autobiográfica sin hablar de lo que sucede alrededor, porque todo lo que sucede a nuestro alrededor nos sucede a nosotros". ¿Esa era la intención que tú querías?, porque hay muchos intentos de quitar lo íntimo de lo político.
"Yo es que no puedo separarlo y a veces leo libros en los que me da la impresión de que quien escribe, vive en una burbuja o que sólo existe lo más cercano a la familia, pero que no hay nada alrededor. Y yo creo que cada persona se construye gracias al otro, gracias a quienes nos rodean, pero en un sentido más amplio. No es lo mismo nacer en un momento que en otro, en un contexto social que en otro. Ser de clase obrera, que ser de clase alta. Yo creo que esa sensación de clase atraviesa también el libro, dónde me he criado de niño, cuáles son mis referentes. No es lo mismo hacerte adolescente en la época del punk, que del grunge o que de Miguel Ríos. Cambia tu manera de estar en el mundo y todo eso a mí me parece muy importante".
Otra cita: "dónde iríamos a parar los escritores si nos viéramos obligados a respetar la veracidad de los hechos, la cronología y las cadenas causales". ¿Puede separarse la memoria de la imaginación?
"No. Y además, a mí no me interesa nada separarlas. Creo que la imaginación es una forma de conocimiento. Es verdad que cuando recordamos las cosas de adultos, a lo mejor estamos dándoles un orden y un significado que ni siquiera tuvieron. Pero es que yo soy mi imaginación también. Yo no soy solo lo que sucedió, sino el personaje, la persona que he ido construyendo a través de cómo interpreto mi vida y cómo interpreto el mundo a mi alrededor. Entonces, no creo que sea correcto hablar de que mentimos o de que tergiversamos la realidad. No, tenemos en cuenta también la realidad imaginada, que es parte de nosotros, de quiénes somos nosotros, nuestra imaginación"
¿Y te ha pasado eso de que determinadas frases o situaciones de niño hayan cobrado sentido ahora, al revisitarlas?
"Sí, sí. Escribir un libro en el que trabajas en buena medida con tu memoria es siempre turbador y perturbador. La intimidad siempre lo es, cuando eres honesto. Siempre hay un montón de momentos oscuros, incómodos, dolorosos en tu vida con los que es difícil trabajar. Y, sin embargo, es muy interesante. Y lo que sí me ha sucedido es que al escribir y estar ya, digamos, en esa disposición de trabajar con mi memoria, es que empiezo a recordar cosas que había olvidado y no solo a reorganizarlas, sino también a recordarlas. Es verdad. Esto sucedió y esto fue importante, aunque yo ya no lo recordaba. Porque también lo que olvidamos es parte de nosotros".
Hay otra frase en el libro en la que dices que es más fácil escribir sobre lo turbio que sobre lo claro. No sé si eso también te pasa, como a Joaquín Sabina o a Miquel Barceló, que decías que ellos, cuando más inspirados están y cuando mayor creatividad tienen, es cuando están en esos momentos oscuros, turbios.
"Sí, porque creo que una de las fuentes principales de la literatura es la tensión. Es decir, eso que nos incomoda, eso que no nos deja, que no nos deja sin más. Yo me pongo a escribir a menudo cuando hay algo que no me deja. No es la alegría, no es lo claro, es algo que me inquieta, algo que, vuelvo a utilizar la palabra, que me perturba. Y además, por lo menos en Occidente, estamos acostumbrados a que en la literatura haya tensión. A lo mejor es distinto en la poesía japonesa, pero no en occidente. Estamos muy acostumbrados a la tensión, al suspense, a la amenaza, al riesgo y nos resulta muy difícil escribir sobre lo claro. Y sin embargo, en 'Mientras estamos muertos', yo creo que hay un par de relatos que son historias de amor, sin tensión realmente, sino de la alegría de que eso pueda suceder. Ese que tiene el título de una canción de Nick Cave, 'Do you love me? (like I love you)' es un cuento de amor, sin más".
La cuestión de clase está muy presente en los relatos. No sé si hay también algo que la sociedad española ha vivido, que es esa necesidad de escapar de la clase. Y eso ha marcado la política, por supuesto, pero no sé si ha marcado también la literatura española de las últimas décadas.
"Yo creo que sí, que la cuestión de clase es importante. Cuando decimos de las últimas décadas, yo diría casi únicamente o principalmente de las dos últimas. Hubo un momento en que parecía, en los años 80, los años 90, quizá hasta el 2000, en que todo eso no era importante, en que nos habíamos escapado de todos esos conflictos, de esos conflictos políticos, sociales. Y de pronto, en los 2000 descubrimos que no, que la clase sigue ahí, que sigue siendo importante, que sigue siendo importante de dónde venimos socialmente, que nos marca. Que aunque los tránsfugas de clase como yo estemos ahí, nunca te escapas completamente de ello, de esa educación, de esa historia, de tu manera de vivir. Cosas tan sencillas como tu relación con el dinero. Y por eso hay ese cuento de 'Unas botas de 350 pavos'. ¿Cómo te puedes comprar esas botas cuando vienes de donde vengo?"
Es también un conjunto de relatos sobre la familia. No sé si es la familia un foco de traumas para ti.
"Bueno, es el primer espacio afectivo en el que nos construimos y reconstruimos. Nos construimos de niños y nos reconstruimos a partir de la adolescencia. Crecer, hacerse adulto, es escapar a tu familia. Y cómo te confrontes con esa familia de origen depende mucho el adulto en el que te conviertes. Entonces la familia está ahí. Es un foco de tensiones y además está ahora muy presente en la literatura. El libro de Sara Mesa que acaba de salir, el libro de Oeste, que también tiene que ver con traumas mucho más duros que los míos en el seno de la familia. Sí, la familia sigue siendo un lugar de tensión, de preocupación".
¿Y cómo es romper las convenciones de todos los géneros? ¿Jugar con todos los géneros?
"Pues mira, eso encaja muy bien con la primera pregunta, de por qué te da por escribir cuentos. Y es esa capacidad lúdica de hacer quiebros continuamente. En una novela a menudo necesitas una especie de unidad mayor. Aunque estoy intentando romperlo con mi próxima novela. Pero los cuentos te permiten estar haciendo quiebros todo el rato. Tener un relato intimista como el primero, una relación muy cerrada padre-hijo. Y de ahí a abrirlo a aspectos sociales en otro relato. En un libro como el mío, la relación de fondo que hay entre los relatos puede jugar con un montón de registros y eso es muy divertido. Y sobre todo es muy enriquecedor como escritor".
El libro plantea un juego de espejos también con el lector. No sé hasta qué punto era importante que eso se produjera.
"Yo creo que sí. Un juego de espejos en un sentido y no necesariamente realista. Por ejemplo, hay dos cuentos que repiten la misma escena, una de una forma realista, intimista, la entierro del padre y otra de una forma esperpéntica. Esa es una forma de utilizar los espejos. Pero luego, claro, yo creo que quiero que también quien me lee de alguna manera se vea reflejado. Es lo que decía Oscar Wilde que la literatura no refleja la realidad, sino a los lectores. Creo que hablaba de los espectadores, pero es un poco así también".
El padre es violento y los niños son violentos con los más débiles en clase. La violencia y el acoso escolar también lo recogía Juan Cruz en 'Mil doscientos pasos'. ¿Seguimos perpetuando la violencia de los años 70, la de Juan Cruz en los años 40, 50 y hasta hoy?
"Bueno, la violencia sigue ahí. Va a seguir ahí. Por lo menos el avance es que somos más conscientes de ella. Eso no significa que sepamos siempre resolverlo o evitarla. Pero cuando yo era niño, estaba ahí. Pero estaba ahí como una parte normal de la vida. Quiero decir, el bullying, el acoso escolar era bestial, pero no teníamos un nombre, no podíamos decir que estaba sucediendo siquiera, o si lo decías, eras como el blandengue. Aguanta, sobrevive, joder, hazte un hombre, ¿no? Entonces yo vengo de esa época machista, homófoba y muy violenta en los ámbitos más íntimos. Es parte que de mi vida, es lo que me ha marcado y es muy difícil escapar a ello. Por supuesto, como adulto intento escaparme a la homofobia, al machismo, a que sé yo cuántas cosas, pero dejan un poso. Yo no sé si se puede eliminar por completo, pero bueno, de cualquier manera, volviendo a lo que decías, la violencia está ahí, pero somos más conscientes y hay toda una serie de recursos para enfrentarte a ella o para paliar la también en el ámbito escolar".
Y la muerte. ¿Está la muerte entre tus obsesiones?
"Joder, pues parece que sí, digo yo. Yo no soy consciente de eso. Me acuerdo cuando escribí el libro de poemas Nueva Guía del Museo del Prado, que mi pareja me dijo: '¿te das cuenta de que casi en todos los poemas estás hablando de la muerte?' Y digo pues no, luego eso me sucede una y otra vez, pero no es algo que piense o que me diga tengo que hablar de la muerte. ¡Qué tema más importante! Sencillamente está ahí, está ahí, sale y asoma en los cuentos, incluso en los cuentos cómicos, como ese primer entierro del padre. Bueno, pues está la muerte, sí, qué le vamos a hacer.
La vida, el amor, la enfermedad, los cuidados y la muerte
La vida y la muerte. La muerte y el amor. Asuntos de la poesía, lo decía Ovejero y también esta semana Luis García Montero, que ha presentado 'Un año y tres meses', un libro de poemas, en Tusquets, dedicados a Almudena Grandes.
La poesía te da consuelo en la medida en que te devuelve la posibilidad de encontrar una razón para la vida. Los seres humanos necesitamos otro ámbito de diálogo con nosotros mismos para intentar buscarle sentido a la vida. Y para Luis García Montero ese diálogo, consuelo y sentido se lo da la poesía, que es su vocación.
En 'Un año y tres meses' hay un diálogo, dentro de la experiencia personal, con autores como Góngora, Rosalía de Castro, El Arcipreste de Hita o Joan Margarit. Autores que hablan de la muerte. "Al decir que acudo a la poesía, soy consciente de estar diciendo que la muerte, como el amor, son las dos grandes invenciones de la cultura humana. La muerte, tal como la entendemos los seres humanos, no existe para los animales. Existe la desaparición y existe el instinto de supervivencia. Lo mismo que el amor, tampoco existe. Existe la sexualidad para la reproducción. Pero el amor y la muerte, como espacio de cultura, de reflexión, de pensamiento, de conciencia, es y lo ha dicho la poesía desde hace muchos años, una gran invención del ser humano", dice García Montero.
Ante la muerte necesitamos encontrar respuestas y es lo que el poeta y director del Instituto Cervantes ha hecho con este poemario. "Confieso que al escribirlo, con dificultad, lo que empezó siendo un problema literario, acabó teniendo también una dimensión social. Un problema literario en la medida en la que uno sabe que el yo biográfico no se puede confundir con el yo literario. Un poema de amor tiene sentido, no cuando se convierte en un manifiesto para decir cómo he querido yo a mi novia, sino cuando se convierte en una reflexión sobre el amor. Y lo mismo ocurre con la muerte, que pueda trascender, tener un significado en la condición humana que compartimos todos y que, después, el lector lo habite y piense en su amor y su experiencia de la muerte". Lo íntimo es político, como reconoce Luis García Montero.
Debates políticos en torno a la discapacidad
El teatro está logrando grandes avances en su compromiso con un futuro diverso, donde toda la sociedad se sienta mejor reflejada. La temporada pasada les acercamos tres obras de teatro protagonizadas por personas con alguna discapacidad. Esta semana el Centro Dramático Nacional estrena 'Madre de azúcar'. Es la historia de una mujer con discapacidad, que quiere ser madre. Hemos hablado con Andrea Álvarez, la actriz protagonista.
¿Qué es ser una persona de azúcar? El exceso de protección te protege de todos los golpes, pero también de todos tus logros. Cuando desaparece el telón, en el escenario solo está Cloe. Transcurridos solo unos segundos de monólogo, todo ha cambiado: "las chicas con discapacidad intelectual del 65% no tenemos ese deseo. De hecho, no tenemos ningún deseo. No tenemos ganas de follar, ni ganas de formar una familia. No tenemos instinto. Las chicas con discapacidad intelectual somos ángeles que volamos junto a la gente normal, haciéndoles sentir cosas agradables. Pero todo esto lo han decidido unos señores sin retardo mental, sin instinto y sin el deseo que yo tengo". Y ese deseo es el de ser madre.
Tras el mazazo mental vuelve a ser Andrea Álvarez, la actriz, que al terminar ríe de forma contagiosa porque le encanta lo que hace. Ella, Andrea, como su personaje, también ha pensado en la maternidad: "a veces sueño con ser madre. Me gustaría", confiesa. Empezó a pensarlo con 18 años pero esas ganas se han ido disipando con los años, consciente -subraya- de las responsabilidades que conlleva. Los sueños de Andrea están centrados ahora en estrenar en Madrid la obra que ya ha interpretado decenas de veces con el cartel de no hay entradas a las puertas del teatro.
Solo el 2% de lo personajes de series y películas representan a gente con discapacidad, muy lejos del 10% de la población que en este país tiene alguna discapacidad. 4 millones de personas. Las cifras nos las da el director general de la plataforma Plena Inclusión de Madrid. Nos vamos al Festival de San Sebastián, con dos películas que abren otros debates en torno a la discapacidad
"The Queen is dead. God save the King"
Las transferencias de poder, ahora con el nuevo rey de Inglaterra, Carlos III, siempre han sido recogidas por el teatro, desde Shakespeare a Chéjov, pasando por Calderón de la Barca. Pero es King Lear, de Shakespeare, el mejor ejemplo de la naturaleza traumática de las transiciones monárquicas. El rey Lear abdica voluntariamente, pero, al dividir su reino entre sus hijas, se da cuenta de que no puede renunciar a los atavíos y privilegios que otorga la monarquía. Enloquece, porque no hay nada más difícil en la vida que ceder privilegios, derechos y autoridad. Natalia Menéndez, directora artística del Español, nos trae Queen Lear, una mirada femenina sobre el poder, la renuncia al poder. ¿Se puede ejercer el poder desde la sensibilidad y la bondad? ¿Es posible amar y ser amado en el poder? ¿El poder varía si lo ejerce una mujer o un hombre, o se trata de la elección sobre qué tipo de poder se quiere ejercer? ¿Existe la posibilidad real de un mundo no violento?
Los superhéroes al rescate de la cultura
Terminamos donde empezamos el programa, si reproduces el audio: en el Auditorio Nacional de Música. En Madrid ha comenzado la nueva gira nacional de la Film Symphony Orchestra (FSO), popular orquesta española que interpreta bandas sonoras de películas y series emblemáticas en directo. 'Krypton' se llama la gira, que recibe el nombre del planeta que vio nacer a Superman, constituye la propuesta musical más espectacular que la compañía ha ofrecido hasta el momento, siendo, en palabras del director, "un homenaje superlativo a la humanidad, a la bondad del ser humano y a todas las personas que día a día son superhéroes invisibles, anónimos que, con sus superpoderes, ayudan a los demás, sacan sonrisas y salvan vidas". Nos lo ha contado Constantino Martínez-Orts.
Estamos comprobando cómo los superhéroes y heorínas acuden al rescate de las salas de cine, que solo se llenan con estas megaproducciones. ¿Vienen al rescate de la música clásica también? Parece que la música en vivo atraviesa un buen momento, con tantos conciertos y festivales llenos, pero ¿y la clásica? Constantino Martínez-Orts, muy didáctico y divertido en todos sus conciertos, confía en que estas bandas sonoras puedan abrir la puerta de la música sinfónica a otros públicos.