Ximo Puig y los jarrones chinos

En las previsiones de casi nadie entraba que Ximo Puig perdiera la presidencia de la Generalitat. Al margen de las causas, las salidas traumáticas, no planificadas, provocan grandes huecos que son difíciles de rellenar.

A Puig hay que agradecerle lo que hizo como presidente por la provincia de Alicante, lo que trabajó por vertebrar una autonomía que tiene tres provincias que geográficamente miran al Mediterráneo, pero que no tiene esa forma de tabla circular que hace que se miren entre sí. Además, también hay que tener generosidad e inteligencia para irse. Es tan importante saber llegar como saber estar y, sobre todo, saber marcharse.

Hablaba Felipe González de los expresidentes como jarrones chinos que nadie sabía dónde poner. Y buena prueba de ello hemos tenido en los últimos tiempos. Puig ni querrá serlo ni los que dirijan en el futuro el PSPV -parece que se avecina una convivencia o bicefalia entre secretario general y candidata-candidato a la presidencia de la Generalitat- deben considerarlo como tal.

Y es que el reto que tienen por delante es formidable. Deben acertar desde el principio. El riesgo es que con sus errores vuelvan a consolidar al PP para otra larga etapa de gobierno.

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