El chiste del Támesis

Madrid

En el catálogo de chistes que se cuentan en cualquier sobremesa ya se sabe que existen distintas categorías. Y en el apartado concreto de ‘chistes de mayordomo’ suele triunfar uno… Hay que contarlo bien, con sus pausas, su solemnidad, su teatrillo, hay que imaginar el rostro impasible del mayordomo cuando entra la primera vez en la biblioteca y le dice a su señor: “Milord, el Támesis ha subido veinte centímetros”. El milord, como es natural, ni se inmuta; no le hace ni puñetero caso.

La escena se va repitiendo tantas veces como ganas tenga el contador del chiste, y el desenlace llega cuando el mayordomo abre por enésima vez la puerta, la biblioteca empieza a inundarse y con la misma flema del primer aviso el mayordomo proclama: “Milord, el Támesis”, como si estuviera presentando a alguien. como los chistes no tienen segunda parte, nunca sabremos cuál fue la reacción de milord: si salió por patas, si tenía una barca preparada, si empezó a achicar agua con lo que tuviera a mano, o si directamente se ahogó… Por burro, por prepotente y por no hacer caso de las señales de alarma.

Ya sé que contar un chiste igual no puntúa mucho en los cenáculos de análisis político, pero es lo más obvio que se me ocurre tras las elecciones en Castilla y León. O sea, que podemos seguir viendo crecer el Támesis como si nada, enredados en polémicas absurdas y en luchas cainitas, podemos incluso fingir en algún momento que nos interesa lo que dice el mayordomo, pero como no nos pongamos las pilas, al chiste del Támesis solo habrá que cambiarle el nombre del río. Y eso ya no será ninguna broma.