Pol Guasch: ''Hay una persecución política al catalán que viene de fuera de Cataluña"
El joven escritor catalán debuta en la novela con Napalm en el corazón, premio Llibres Anagrama, una de las voces de la nueva poesía y ahora también de la narrativa
Pol Guasch es uno de los jóvenes prodigiosos de la poesía de nuestro país. Escritor al cual ya conocíamos por su faceta como poeta y que ahora nos ha acabado de cautivar con Napalm al cor, relato con que ganó la última edición del premio Libros Anagrama de Novela. Una obra que cobra vida con una prosa de cadencia poética y estética distópica para significarse como uno de los títulos referenciales de la literatura catalana de inicios del siglo XXI.
¿Qué tal estás? ¿Has asimilado ya el premio?
Estoy muy contento, porque no sabía cómo iba salir, mientras escribía en mi casa solo sin saber qué pasaría. Esta es mi primera novela y entonces no sabía si funcionaría ni si llegaría a publicarse. Ver que ahora funciona tan bien meses después es bonito.
Napalm en el corazón es tu primera novela después de publicar poesía, ¿cómo ha sido el proceso, el cambio de género?
El tránsito de la poesía a la novela es una pregunta que sale mucho. Supongo que detrás de ella está el que abre algún tipo de problema y me interesa hablarlo. Yo siempre digo que para mí no hay una diferencia en lo literario entre la poesía y la prosa. Para mí hay una diferencia entre lo pragmático. Es decir, si yo pude escribir una novela es porque, de repente, tuve el tiempo de hacerlo. Me fijé el objetivo de cada tarde dedicarla a la escritura, una cosa que no había hecho nunca. Tiene más bien que ver con tener tiempo y la posibilidad de entregarte, tanto corporalmente anímicamente, a un proyecto más ambicioso. En cuanto a lo creativo, sigo sin saber qué diferencia hay entre la poesía y la prosa. Mi disposición creativa no era para nada diferente. Todavía no sé cuál es la diferencia entre la prosa y la poesía. No sé qué cambió dentro de mí.
Rompes la narración muchas veces, aparecen imágenes en la novela que rompen la linealidad, ¿es eso síntoma de tus inicios como poeta o más de pertenencia a una generación que vive entre compartimentos?
Cuando salió la novela tuve que explicarme también y decirme que no había hecho nada nuevo o, al menos, nada que no se haya hecho antes. Sí creo que hay una necesidad de romper ciertos códigos. De romper la novela canónica larga extensa con principio nudo desenlace. Eso ya está superado. Sí creo que hay varios creadores muy, muy interesantes que sí que coinciden, que tienen una juventud o un atrevimiento y que empiezan a meterse en un mundo donde nadie nos ha llamado. Sí creo que estos autores son conscientes de que la representación no es solo de la presentación, sino también es creación de un mundo.
Da la sensación de que vas un paso más, porque al narrar no solo hay un intento de entender el mundo, sino también de cambiar el mundo a través de esa representación...
Totalmente. Entender la literatura como un como un campo material como un campo político, que parece una afirmación panfletaria, pero es así. También en un sentido en el que estamos en un momento en el que hay una necesidad de multiplicar consciencias. Llevamos mucho tiempo asumiendo que la literatura solo se cuenta con una voz y estamos ahora en un momento en el que sabemos que no, que hay otras maneras de contar y de construir el mundo.
De ahí que digas que te gusta la idea de que Napalm en el corazón sea escritura trans
Una filósofa que es Begoña Sáez habló del libro como escritura trans en el sentido de fluir. Me gustó bastante, porque yo con mi literatura no quiero sentar cátedra. He dicho varias veces que no es una novela de argumento, pero tampoco creo que sea una novela de ideas, porque las novelas sin argumento suelen transmiritr valores y yo no he venido a transmitir nada, sino a transitar espacios y ver qué pasa en ellos, vengo a preguntarme por la transformación del mundo.
Es fácil establecer paralelismos entras tu novela y el estallido de la nuclear de Chernóbil. ¿Ha sido Svetlana Aleksiévich una referencia
Hay muchísimas cosas de ella que me fascinan. Hay una especialmente que me gusta mucho que es la visión coral del mundo. Desde un género que casi ha inventado ella, como es ese periodismo literario que tiene una autoría muy fuerte, cómo comunica esa variedad de voces, las multiplica y les da cabida. Hay algo que quería tener en mi novela que es lo importante que son estas voces que se están perdiendo. Estamos viviendo un duelo de las cosas que se están perdiendo: lenguas, plantas, animales, humanos... Se están perdiendo y no nos estamos dando cuenta. La literatura es la manera de alertar de estas desapariciones, de activar un duelo colectivo con todo esto que ya no existe.
Entre esas cosas que desaparecen citabas las lenguas, ¿te preocupa la situación del catalán?
Totalmente. Es un tema de preocupación absoluta; por eso, escribir en catalán es una posición política muy clara. Queremos vivir plenamente en catalán, decía Brossa. Sin duda es un problema con muchos prismas, desde la incapacidad de los políticos catalanes de proteger la inmersión lingüística, que eso depende de ellos, cuando se autoproclaman defensores de una cultura. Y luego una persecución política que viene de fuera de Cataluña y que es autoritaria contra todo lo diferente.
En muchos sentidos tu relato también presenta el conflicto entre generaciones, algo que es un tema muy actual
Es curioso. En marzo cuando gané el premio me hicieron esta pregunta y yo dije que no, que había jóvenes como yo que ganaban premios. Ahora creo todo lo contrario. Con los meses he entrado a ver las entrañas de la ballena y he visto dinámicas petrificadas. Hay cuatro o cinco jóvenes a los que los medios de comunicación señalan como casos de éxito, excepciones que neutralizan el debate y que dan la impresión de que no existe ese tapón. Y eso da miedo porque pueden usarte como muñeco del sistema para dar la sensación de que el sistema funciona. A la que entras un poco y ves el sistema cultural, compruebas que existen una meritocracia y unos valores conservadores. Y compruebas que la meritocracia no funciona en absoluto. Es un mito.
¿Tú te has sentido así?
Sí, hasta un cierto punto sí. Me sentía, como todas mis amigas, invisibilizada y sin escucha. De repente pasa algo y te construyen desde fuera. No sé si existe la capacidad de construirte desde dentro cuando formas parte de una maquinaria de representación. Yo nunca me había dado cuenta de qué edad tenía y en los últimos meses todo el mundo me repite que tengo 23 años. Y al final, ya hasta me asusta cumplir años.
¿Qué otras cosas influyen en ti para escribir?
Sé poco lo que me influye, pero sí sé que hay cosas a las que vuelvo siempre, a ciertas obras de la literatura catalana, vuelvo a la música de Florence, a la música de Fiona Apple, que sale en el libro, a las películas de Xavier Dolan. Hay un universo cósmico que está ahí. Yo no vengo solo de leer novelas, vengo de leer muchas cosas y mi mayor inspiración son mis amigas, ahí están los temas que me interesan y eso es lo que quiero contar.
¿Qué vas a hacer ahora? ¿Qué te apetece hacer?
Nunca me habían preguntado qué me apetece y es algo que se pregunta poco. Lo que me apetece hacer es seguir escribiendo. Pero no siempre se puede. A veces crear significa pasar más tiempo luchando por tener tiempo para crear, que crear en sí. Estos últimos meses han sido una batalla por proteger el tiempo. Es uno de los problemas de este capitalismo salvaje.
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Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...