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Coletazos de estrategia de la tensión en Italia

Los antivacunas, con infiltración neofascista, y cuatro millones de empleados sin certificado antiCovid elevan la tensión con el gobierno de Draghi

Manifestación neofascista en Roma en protesta por el certificado covid y otras medidas de la pandemia. / Antonio Masiello (Getty Images)

Italia

Unos cuatro millones de empleados de los 10 millones de italianos que se resisten a recibir la vacuna no podrán acceder a sus centros de trabajo si no presentan el certificado europeo de vacunación. La única alternativa para ellos es un resultado negativo de antígenos cada dos días, que en Italia tiene un coste de 18 euros. Sin embargo, en las últimas horas se ha registrado un incremento desorbitado en la petición de estas pruebas que las farmacias o centros de análisis clínicos de toda Italia no consiguen satisfacer.

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La consecuencia para los no vacunados es el impedimento de acceder a sus centros de trabajo público o privado, con suspensión inmediata de sueldo o de empleo a partir del quinto día de ausencia. La falsificación del certificado está sancionada con hasta 1500 euros y la reiteración conlleva el despido. El descontrol por parte de empresarios o directivos de la administración pública está multado con mil euros por empleado indisciplinado.

Bloqueo

A pocas horas de la entrada en vigor, a medianoche, de la obligatoriedad del certificado europeo de vacunación antiCovid, los transportistas y los trabajadores portuarios han advertido que paralizarán el país con huelgas salvajes y la suspensión de las cargas de importaciones y descargas de exportación. “Ya veremos en un par de días si el gobierno retira o no el decreto - ha comentado un portavoz de los trabajadores del puerto de Trieste. Con la economía bloqueada, los otros gobiernos europeos se preguntarán, ¿pero, por qué sucede esto en Italia, único país en el mundo que ha impuesto el certificado de vacunación para trabajar?”.

Tensión

Los antivacunas han convocado manifestaciones en el centro de Milán el próximo sábado, como vienen haciendo desde hace tres meses en numerosas ciudades italianas con infiltración de neofascistas. Los últimos altercados en Roma, disturbios callejeros, enfrentamientos con la policía, intento de asalto al Palazzo Chigi (sede de presidencia del gobierno), la toma de la sede central del primer sindicato del país y la ocupación violenta del servicio de urgencias de un hospital, recuerdan la estrategia de la tensión de los escuadrones fascistas hace un siglo o del terrorismo negro de los setenta. El inmediato encarcelamiento preventivo de los cabecillas neofascistas de la revuelta, casi todos con graves antecedentes penales, no descabeza por el momento al movimiento, que cuenta con unos 300 mil electores nostálgicos del dictador Mussolini (Forza Nuova, Casapound…) y un millón y medio de postfascistas que, aun considerando superada aquella época, defienden la herencia del Duce (Fratelli d’Italia y facciones residuales en los demás partidos de la derecha).

Confrontación

La confrontación se medirá a distancia pasado mañana. Los antivacunas, sin importarles la infiltración neofascista, en Milán, y quienes rechazan la violencia fascista y defienden medidas para que no se repita el millar de fallecidos con COVID de 2020, en Roma. Todo ello coincidiendo con la segunda vuelta de las elecciones municipales del próximo domingo y lunes, las fuertes discrepancias entre los nueve partidos con asiento en el Consejo de Ministros, la creciente expectación a dos meses de la elección del nuevo presidente de la República o los rumores de elecciones anticipadas en primavera. Y con las fuerzas de policía bajo estrés tras 20 meses consecutivos de control del orden público en plena pandemia.

 
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