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El lenguaje también se altera en los afectados por COVID-19

Los logopedas confirman que, después de pasar el COVID, muchas personas presentan problemas similares a quienes han sufrido un ictus o un traumatismo craneoencefálico

Un logopeda, durante la pandemia de COVID. / GETTY

Un logopeda, durante la pandemia de COVID.

Valencia

Si algo caracteriza a la COVID-19 es la diversidad de órganos y sistemas a los que afecta. A nivel neurológico, por ejemplo, los pacientes con COVID-19 presentan una sintomatología muy compleja. Y dado que puede provocar lesiones en diversas áreas del sistema nervioso, también es capaz de afectar a distintas funciones.

Por si fuera poco, la infección provoca disnea o hipoxia, lo que reduce la capacidad de los pulmones para proporcionar suficiente oxígeno a los órganos, incluido el cerebro.

Adicionalmente, la COVID-19 puede dar lugar a un aumento de los factores de coagulación de la sangre en el cuerpo (hipercoagulación). Eso da lugar a émbolos que pueden provocar daño cerebral, tal como el que se observa en un ictus.

No acaban ahí las consecuencias negativas. En ocasiones, las personas que sobreviven a la infección presentan una serie de secuelas relacionadas con funciones vitales, como por ejemplo la respiración. Pero, además, existe la posibilidad de que sufran deterioro cognitivo o pérdida auditiva.

Todas estas funciones están relacionadas con el proceso de comunicación, desde la capacidad de producir la voz o escuchar los mensajes orales, hasta comprender el lenguaje o producirlo.

Por todo esto, los logopedas deben, por una parte, conocer cómo esta infección afecta a los diversos dominios que atienden como profesionales. Y, por otra, estar alertas para diagnosticar de forma oportuna cualquiera de estos síntomas para proveer los cuidados de rehabilitación necesarios.

Alteraciones cognitivas infradiagnosticadas

La presencia de alteraciones cognitivas, neuropsiquiátricas, de lenguaje y comunicación son frecuentes a corto, mediano y largo plazo en quienes han pasado la COVID-19. Pero, a pesar de que impactan de manera dramática la calidad de vida, no siempre son diagnosticadas oportunamente. Ese infradiagnóstico se observa especialmente en pacientes mayores o con una comorbilidad previa asociada a cuadros de deterioro cognitivo, enfermedades neurodegenerativas o respiratorias.

Quizá se deba a que los síntomas de la COVID-19 no siguen un patrón único en su manifestación ni en las secuelas que provoca. O puede que no se cuente siempre con el equipo multidisciplinar completo que pueda realizar una evaluación integral continua.

Los logopedas en la recuperación de la COVID-19

Los resultados de diferentes estudios sobre las lesiones que ocasiona la COVID-19 permiten afirmar que muchas personas que lo han padecido presentan compromisos lingüísticos de base cognitiva.

Son parecidos a los que aparecen en pacientes con diferentes tipos de afasias provocadas por ictus o por traumatismos craneoencefálicos. Es decir, tienen dificultades en el acceso al léxico (dar con la palabra necesaria para crear textos coherentes). Pero también limitaciones para comprender o producir mensajes orales y escritos provocadas por una disfunción ejecutiva que entorpece el procesamiento auditivo, la asignación de significado y el monitoreo de la respuesta.

Las secuelas de la COVID-19 que atiende el logopeda pueden abarcar, además, trastornos como la disfagia –dificultad para deglutir por alteraciones de base motora que dificulta el trabajo coordinado de la musculatura oral y laríngea– y también disartria –alteraciones al planificar y coordinar los movimientos del habla–.

Un número de pacientes sin precedentes históricos

Siendo la COVID-19 una enfermedad altamente infecciosa de origen viral con frecuente repercusión en el sistema nervioso, plantea el enorme reto de atender a un número de supervivientes con alteraciones cognitivas, neuropsiquiátricas, de lenguaje y comunicación sin precedentes históricos.

La única manera de garantizar la identificación temprana del compromiso cognitivo y sensoriomotor en la comunicación es contar con un equipo multidisciplinar. Concretamente un equipo de profesionales en el área neurológica, psiquiátrica, cognitiva (neuropsicólogos), fisioterapeutas y logopedas que, además de diagnosticar y hacer el seguimiento a corto, mediano y largo plazo, puedan brindar recomendaciones a la familia y al equipo tratante para optimizar metas, objetivos y resultados.

Contar con logopedas en los hospitales y otros centros clínicos resulta esencial, dado que son los profesionales encargados de evaluar las funciones relacionadas con las áreas lingüístico-comunicativa, de audición y de deglución, entre otras.

La logopedia, dicho sea de paso, considera como parte fundamental de su ámbito de estudio la sintomatología de los diferentes tipos de factores que pueden originar un daño cerebral. Y existe una larga tradición en estudiar los efectos del mismo sobre el lenguaje y la comunicación humanos, englobando estos síntomas en un grupo denominado lingüístico-cognitivo.

Podemos concluir, por tanto, que los logopedas son esenciales para identificar un amplio abanico de efectos negativos de la infección por COVID-19. Especialmente en las primeras etapas, estas acciones son necesarias para garantizar una adecuada atención integral que permita mejorar el funcionamiento lingüístico-cognitivo y garantizar así una mejor calidad de vida para los pacientes y sus familiares durante y después de la pandemia.

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Han colaborado en la redacción de este artículo Alejandro Cano Villagrasa, especialista en Logopedia de la Universidad de Valencia - Fundación Luís Alcanyís, y Ana Paula MacKay, del Servicio de supervisión en Fonoaudiología de Santos, Brasil.

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Beatriz Valles-González, Directora del Grado en Logopedia., Universidad Internacional de Valencia

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 
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