Ocio y cultura

Luis Luque: "Me gustan 'Las criadas' porque son asesinas, hijas de puta y tienen derecho a expresarse"

El director estrenará en las Naves del Español en Matadero la obra de Jean Genet, con versión de Paco Bezerra y con Ana Torrent, Alicia Borrachero y Jorge Calvo en el reparto

Madrid

Dice el director de escena Luis Luque que Las criadas, esa obra que Jean Genet publicó en 1947 para contar la historia de dos mujeres que por las noches celebran un ritual en el que juegan a asesinar a la señora a la que sirven, vistiendo sus ropas e intercambiando sus identidades, es una obra con la que él se enfrenta a su propia oscuridad y a sus orígenes familiares. Porque la madre de Luis Luque "limpiaba, fue criada" y esta obra le conecta con eso, con la historia de todos aquellos y aquellas "que quieren cambiar de destino, que se quieren enfrentar a él y que quieren superar lo que la vida les ha colocado". Luque, director adjunto del Teatro Español, estrenará Las criadas el próximo 9 de octubre en las Naves de Matadero, con versión de Paco Bezerra y con Ana Torrent, Alicia Borrachero y Jorge Calvo en el reparto.

Hablamos con Luque y con Bezerra, horas después de un ensayo, de miseria moral, de la belleza que habita en el lumpen, de la revolución pendiente de las criadas, de la falta de amor que conduce al caos y la locura, de cuartos oscuros, la Sauna Paraíso y de la cocaína que no vemos en el telediario.

¿Por qué decides llevar a escena ahora Las criadas?

Luis Luque: Mi madre limpiaba, mi madre fue también una criada, no como estas, pero sí hay algo en mi historia familiar que viene de padres sirvientes y hay algo en este tipo de personajes que quieren cambiar de destino, que se quieren enfrentar y que quieren superar lo que la vida les ha colocado que me hacen de espejo y me interesaba porque se convierte entonces en un asunto personal. Teníamos ganas de un tortazo en la cara y Las Criadas es una buena obra para enfrentarte con tu propio yo, con tu propia oscuridad, con tu propia pobreza y con mis propios orígenes también.

¿Cómo modifica tu labor de dirección el hecho de tener tanta implicación personal con este trabajo?

LL: Es cuando ocurre el arte. Si no, haces oficio. Y lo puedes hacer bien pero cuando te estás enfrentando a algo que tiene que ver contigo es cuando el arte o la obra te atraviesan y es cuando puedes hablar con propiedad de lo que estás contando.

¿Cómo ha sido firmar la adaptación de una obra tan mítica y referencial como Las criadas de Genet?

Paco Bezerra: En un principio iba a firmar una versión, pero vi que estaba muy mal traducida, así que empecé por ahí, por la traducción. Se lo propuse a Luis y a la vez que estaba haciendo la traducción hice la versión, fui metiendo y sacando lo que me parecía que procedía, he aclarado cosas que me parecía que eran más incomprensibles, he puesto de mi parte en algunos parlamentos… Es complicado, pero es el texto de Genet pasado por mi forma de escribir, con mi voz un poco.

Las criadas es un texto muy inquietante y mucho más en estos tiempos de crisis y con la desigualdad aumentando todos los días. ¿De qué manera lo que estamos viviendo os ha influido en vuestra propia visión de la obra?

LL: Hay algo en la plasticidad de la obra, en estas Criadas, que tiene que ver con eso. No hemos ido a un espacio realista, hemos ido a un espacio poético que casi es un espacio mental donde todo es impoluto, limpio, pulcro, liso, que creo que tiene que ver mucho con nuestra enfermedad de burgueses. Yo, que soy TOC con la limpieza o el orden, creo que eso es un TOC de burgués. Y creo que pintar a estas criadas perfectas, blancas, impolutas, casi monjas, casi vírgenes, las convierte en más aterradoras. Creo que no ilustra ni remarca la desigualdad. No había necesidad de vestirlas con las cofias o que se las viera paupérrimas y a la señora muy ampulosa. Ellas son las muñecas de la señora y hay algo como de títeres blancos, de niñas viejas, hay una infantilización en la propuesta y creo que eso es con lo que ilustramos o pintamos esa desigualdad. Le decían a Genet que las criadas no hablaban así y él decía: ya, pero a mí sí, a mí me hablan así. Es verdad que las criadas hablan en un lenguaje poético.

Y muy existencialista

LL: Absolutamente, es un planteamiento filosófico sobre la identidad, sobre lo que son, sobre lo que les ha tocado ser, sobre lo que no quieren ser. Ellas se rebelan y hablan sobre la revolución de las criadas, una revolución que está por llegar.

Genet dejó escrito que los papeles de Las criadas debían ser interpretados por hombres, pero en esta puesta en escena Ana Torrent es Claire, Alicia Borrachero es Solange y solo hay un hombre en escena, Jorge Calvo, que da vida a la señora. ¿Por qué decidís desobedecer a Genet?

LL: Bueno, le hemos desobedecido un poquito porque me gustaba que viéramos la realidad que ellas no ven. Hemos creado un monstruo en la señora, tiene algo monstruoso no en sus formas, porque son exquisitas y la interpretación es muy realista, sino en la concepción del universo de Genet. Es un hombre que hace de mujer y ya en esa elección está la filosofía de la identidad. Y luego hay un doble juego sobre la ceremonia y sobre lo que ellas ven. Ellas ven a una virgen (en la señora) y lo que el espectador ve es algo que a mí se me despierta como monstruoso.

Esta obra habla de la miseria moral, del sometimiento, de la humillación, de la opresión, de vidas dañadas, pero a la hora de abordar este trabajo ¿habéis descubierto otras lecturas de la obra de Genet?

PB: Está todo muy bañado de eso, es muy difícil sacar una conclusión distinta a la de la miseria moral. Él la escribió en la cárcel, es su primera obra y la escribió rodeado de criminales y, de hecho, creo que las primeras funciones que se hicieron fueron en el presidio e interpretadas por los propios presidiarios. Habla de la libertad y de sentirte miserable, de no poder ascender en la escala social, y es una tragedia.

LL: Y la falta de amor. Para mí eso es lo que se me ha revelado como claro, la falta de amor te lleva a los lugares de caos y de locura. Y creo que ellas hablan de eso porque la mugre no quiere a la mugre. Es tremendo porque ellas se sienten que, como no son nada no tienen el derecho de recibir caricias, cuidados, amor, y eso las lleva donde las lleva.

PB: No sé si es por la condición de homosexual de Genet, de chapero, y de las prácticas que se supone que hay que ejercer en la prostitución, que son siempre más violentas, pero todo está teñido como si fuera un cuarto oscuro de un bar gay de leather, fetichista. Por ejemplo, en la escena de los zapatos: escupe en los zapatos, limpia aquí… Cuando una está haciendo de señora es para humillar a la otra, ellas juegan a humillarse y en todo eso hay una cosa muy oscura que también tiene que ver con el sexo y con la excitación respecto a la humillación, con el BDSM. Es un poco fetis la obra, es un poco cuarto oscuro. Se excitan interpretando esos roles de la señora a los que nunca van a llegar y hay mucho fetichismo, cuando la señora se van se ponen sus vestidos y entonces hay travestismo, hay un mundo muy profundo que tiene que ver con que Genet era un delincuente maricón.

La idea de impunidad también está muy presente en la obra, esa impunidad que marca las humillaciones a las que se someten entre ellas, y eso también nos conecta con la actualidad

LL: Absolutamente. Y es un callejón sin salida y es el caos. Y en el caos es donde los poderosos salen impunes siempre. Y creo que eso también está en la obra. Al final, quienes salen impunes son la señora y el señor. Ellas acaban como acaban, con un destino final y fatal porque la Historia siempre nos ha enseñado que ganan los de siempre y que tendrán que volverlo a intentar, y que la revolución de las criadas se tendrá que volver a despertar en algún momento para acabar con esa impunidad.

PB: Mira en la Sauna Paraíso cómo han arrestado a todos los maricones y han sacado todas las drogas, pero ¿y las drogas de los ricos cuándo las sacan en los telediarios? Que salgan esposados con los gramos de coca y que todos les veamos las caras. Pues no, siempre los maricones de la calle que estaban ahí, en el cuarto oscuro. Genet forma parte de eso, él es hijo de una prostituta, de padre desconocido, de niño lo dan en una casa social, va de reformatorio en reformatorio, de cárcel en cárcel, es chapero, homosexual, drogadicto, navajero… Tiene esa cosa de Pasolini, que es ver la belleza en el lumpen y en eso yo comulgo con él. A mí la riqueza no me atrae, y me pasa que los pretendientes con más dinero que he tenido no me gustan nada y siempre me gusta el pobretón y me pregunto por qué siempre tengo que ser yo el que tiene siempre más dinero en una relación. Quiero que me venga alguien que tenga más dinero que yo, pero cuando me vienen me parece todo una muña, un horror, y a lo mejor hay un chico tirado en la calle al que le falta un diente y digo ay, qué guapo, por Dios. Es lo que le pasaba a Pasolini, que sacaba a unos chulazos que estaban buenísimos, pero de repente uno tenía la cara picada o un diente negro.

¿Creéis que el teatro contemporáneo se ha olvidado de los malditos, de los marginales?

LL: Ahora estamos en la gran ceremonia del caos y todo lo que nos está pasando. Todo lo que nos ha ocurrido y todo lo que nos va a ocurrir genera una gran confusión. Y ahora, esto del teatro llamado social donde damos voz a los oprimidos, donde se da voz a los que tienen voz… Hay un discurso paternalista, muy buenista, y de unas lógicas binarias de buenos-malos y ricos-pobres que yo detesto. A mí me gustan Las criadas porque son asesinas, porque son unas hijas de puta y tienen voz y tienen derecho a expresarse. Ya está. Y luego tú decides. Ese es el buen teatro, en el que tú decides y generas una reflexión o no, pero que me vengan a decir lo que tengo que pensar en el teatro, lo detesto, aunque sea la mejor causa del mundo.

PB: Hay mucha gente que va al teatro, a ciertos teatros que tienen un compromiso social, y es un teatro burgués de izquierdas, donde la gente de izquierdas va a escuchar discursos de izquierdas y a aplaudir. Pero ese teatro no es transformador porque tu público ya piensa lo que va a defender la obra. Con lo cual, no tiene ningún sentido práctico ni el teatro está haciendo su función.

 

 
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