"Los muertos no son números. Son personas, son historias de familias que pierden a sus seres queridos"
Nadie lo entendía. Los periodistas tampoco. En Italia, el mejor sistema sanitario del mundo según repiten los políticos, hay el mayor porcentaje de muertos por Covid-19 del mundo. Incompresible
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Ataúdes acumulados en un crematorio de la localidad de Serravalle Scrivia / FLAVIO LO SCALZO (Reuters)
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Roma
Nadie lo entendía. Los periodistas tampoco. En Italia, el mejor sistema sanitario del mundo según repiten los políticos, hay el mayor porcentaje de muertos por Covid-19 del mundo. Incompresible.
Así, tras 21 días de propagación de la epidemia, el viernes 13 cruzo la capital italiana, prácticamente desierta, de sur a norte en un tiempo récord y acudo a la sede de Protección Civil en Roma. El balance este día es estremecedor. El número de fallecidos alcanza ya los 1.266 y el de enfermos por Covid-19 son 17.660.
Un colega de una agencia de noticias se anticipa y con rostro de incredulidad formula la misma pregunta al director, Angelo Borrelli, y al presidente del Instituto Superior de la Sanidad, Silvio Brusaferro. ¿Por qué? ¿Acaso se contabilizan decesos con la simple sospecha de coronavirus? No. En todos, los expedientes clínicos confirman la infección. ¿Entonces? La edad media de los fallecidos es de 80 años, la mayoría presenta hasta tres patologías, algunas graves, y el contagio compromete seriamente su cuadro clínico. La esperanza de vida de las italianas es de 85,6 años y las de los italianos de 81,2 años, frente a media de 76 de China, por ejemplo. Ello lo explica todo, es la respuesta. No todas las muertes registradas son 'por' la enfermedad de Sars-CoV-2 -precisan. Pero sí, todas, 'con' Sars-CoV-2.
Los periodistas seguimos sin entenderlo. ¿Por qué la epidemia en Italia se encarniza infinitamente en los ancianos mucho más que en otros países? ¿Por qué mueren muchos más hombres que mujeres, si ellas viven de promedio 4,4 años más que ellos, a menudo con salud mucho más precaria?
Una semana después, las mismas preguntas pasan ser una pesadilla. El jueves 19 a primera hora, con un trágico balance de 2.978 fallecidos y 37.513 positivos, se conoce que una columna de camiones militares ha estacionado en Bérgamo. Los soldados han cargado de madrugada los cadáveres que no caben en la morgue de hospitales, que llenan tanatorios, iglesias y cementerios para trasladarlos y darles sepultura en otras regiones. La imagen conmociona a los italianos y ese día dejan de cantar en balcones y ventanas serenatas a la luz de la luna.
Este día me llega, además, el llanto de una doctora de Bérgamo. "Mueren en mis brazos -dice- con insuficiencia respiratoria, en brutal agonía por asfixia, sin que yo, impotente, pueda hacer nada". Explican algunos médicos que los contagios desencadenan a menudo neumonía viral. Otros admiten por primera vez que deben dar prioridad a los pacientes con mayor esperanza de vida. De pronto, caes en la cuenta y se te abre la tierra bajo tus pies.
Se ha pretendido esconder que no hay suficientes camas en las unidades de cuidados intensivos de los hospitales del norte de Italia. Algunas enfermeras reconocen que los ventiladores pulmonares se conectan solo a quienes tienen posibilidades reales de sobrevivir. Finalmente, comprendes que se ha pretendido esconder también que no hay suficientes aparatos de respiración asistida para todos, en la mejor sanidad de mundo según repiten los políticos. Unas horas después, Protección Civil informa que el balance del jueves 19 suma otras 427 personas fallecidas.
Hoy, tras cuatro semanas de epidemia, los fallecidos son ya 5.476. No es un número -ha afirmado el primer ministro italiano Giuseppe Conte. Son personas, son historias de familias que pierden a sus seres queridos. Por cada alta que firman los médicos, absolutamente entregados a su labor, a cada uno le esperan seis enfermos y otro recién llegado a urgencias.
En el siguiente paso, confirmo que Italia disponía antes de la epidemia de unas 5.300 camas en unidades de cuidados intensivos. En Alemania son 28.000, de las cuales 25.000 dotadas de respirador pulmonar. En Italia solo algún millar de aparatos. No se ha facilitado el detalle. Algo tendrá que ver el recorte, estimado en 37.000 millones, en el presupuesto de la sanidad pública italiana en los últimos 20 años, especialmente en los gobiernos del Silvio Berlusconi. El exprimer ministro abandonó Milán nada más extenderse la epidemia para refugiarse en su palacete de Niza, en Francia.
A la conmoción se añade más conmoción todavía. En plena crisis sanitaria, muchas familias, recluidas en sus domicilios y casi siempre con parientes en cuarentena, denuncian que no saben cómo está su enfermo o a qué hospital ha sido trasladado. En ocasiones, reciben llamadas indicando que ya pueden pasar a recoger los enseres del paciente, sin saber de antemano que ya no está entre ellos. Aisladas en casa y suspendidos los funerales, no pueden acompañar al muerto en su último viaje, que para muchos consiste en una carga colectiva de féretros en camión militar, camino de un lejano cementerio o crematorio.