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¿Iberolux? El bluf de la Unión Ibérica

El alcalde de Oporto desata una polémica al sugerir que se necesita proceder hacia una fusión hispanolusa

Mapa de la península ibérica. (GETTY IMAGES )

Lisboa

En 1578 el rey Sebastián I de Portugal decidió invadir el norte de África. El joven monarca –que tenía apenas 24 años de edad– había sido criado por jesuitas que le habían llenado la cabeza de ideas mesiánicas, y cuando él y la flor y nata de la nobleza lusa partió hacia Marruecos, la expedición estaba convencida que tardaría poco en conquistar y convertir a los mamelucos.

En vez de triunfar, sin embargo, las fuerzas portuguesas fueron decimadas al entrar en batalla con un ejército moro mucho mayor a las afueras de Alcazarquivir, y Sebastián desapareció entre tantos cadáveres que quedaron esparcidos por las arenas del desierto marroquí. Al morir sin descendencia, el trono luso pasó a su tío, el viejo y casto Cardenal Henrique, y tras su muerte dos años después, un primo de Sebastían –Felipe II– reclamó la corona lusa. El Duque de Alba lideró la invasión del país vecino, cuyos nobles se apresuraron por reconocer al monarca español como rey.

Dominio español

Felipe II prometió respetar las leyes lusas y la autonomía de Portugal dentro de su gran imperio hispano, pero sus descendientes no lo hicieron, y con el paso de las décadas los lusos se hartaron del dominio castizo. Finalmente, tras 60 años de Unión Ibérica, en 1640 los Duques de Braganza lideraron la rebelión que expulsó a los españoles, y a día de hoy cada 1 de diciembre se celebra el evento que inauguró la restauración de la independencia de Portugal: la toma del Palacio da Ribeira de Lisboa y el asesinato y defenestración de Miguel de Vasconcelos, el detestado representante del Felipe IV.

Casi cuatro siglos después de la restauración de la independencia lusa las relaciones hispanoportuguesas son excelentes, pero aun así a nuestros vecinos no olvidan el periodo de dominio español y miran hacia la frontera con cierta desconfianza cuando se plantea la fusión ibérica. Por ese motivo, muchos portugueses se han mostrado incomodados por los titulares que han surgido en España a raíz de las declaraciones del alcalde de Oporto, Rui Moreira, quien aparente propuso una nueva Unión Ibérica –denominada “Iberolux”– este miércoles.

Una unión que ya existe

En una entrevista con la Agencia EFE el alcalde afirmó que se tenían que superar las “enormes sospechas y desconfianzas” que existen entre España y Portugal. Ante ese desafió, Moreira sugirió que los Estados ibéricos emulasen a Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo, los países que en 1948 forjaron la unión económica y aduanera llamada Benelux, y que se forjase una “identidad ibérica” para superar las fronteras existentes.

Inicialmente las declaraciones del alcalde no tuvieron mayor repercusión en Portugal porque nadie se las tomó en serio: al fin y al cabo, Moreira estaba proponiendo cosas que ya existen. Al formar parte de la Unión Europea desde 1985, España y Portugal forman parte de una unión económica y aduanera desde hace décadas, y ni siquiera existen los controles fronterizos entre ambos países desde la entrada en vigor del Acuerdo de Schengen en 1995.

Entretanto, la coordinación estratégica entre ambos países está escenificada al más alto nivel en las Cumbres Ibéricas que el primer ministro luso y el presidente español celebran cada año, y también a través de contactos regulares entre los presidentes de las Comunidades Autónomas con miembros del Gobierno portugués.

También existen Euroregiones, que facilitan la cooperación transfronteriza entre regiones como el Alentejo y la Región Centro de Portugal y Extremadura –que forman parte de EUROACE– y la que abarca Galicia y la Región Norte del país vecino. Hay Eurociudades, conurbaciones hispanolusas como Chaves (Portugal) y Verín (Galicia), que ofrecen beneficios sociales, culturales y económicos compartidos a sus habitantes. Y hasta existen acuerdos especiales como el que beneficia a la villa extremeña de Olivenza –históricamente reclamada por Portugal–, cuyos habitantes tienen derecho a solicitar la ciudadanía lusa y votar en las elecciones legislativas del país vecino.

Irritación nacional

Si bien pocos lusos se fijaron en las afirmaciones de Moreira inicialmente, en España varios diarios aprovecharon la nota de EFE para publicar artículos afirmando que el alcalde de Oporto había propuesto la “fusión de España y Portugal”. Visto desde de la perspectiva de Madrid la petición a favor de mayor colaboración –ya de por sí bastante innecesaria dado la abundancia de mecanismos estratégicos existentes– pasó a ser una reclamación a favor de la unificación política, y de pronto se dispararon las referencias a los grandes defensores del iberismo: Fernando Pessoa, José Saramago, Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset.

Cuando se difundieron los titulares españoles en tierras lusas la reacción fue de cierta irritación ante el resurgimiento del viejo cliché de la Unión Ibérica. Y es que, cada pocos años, algún que otro medio de Madrid rescata la idea de la fusión de los estados de la Península: hace una década el tema surgió por a unas declaraciones del fallecido Saramago –quien afirmó en El País que, tarde o temprano, se produciría la anexión española de Portugal–, y más recientemente el debate cobró nueva vida gracias a una muy cuestionada encuesta del Real Instituto Elcano que estableció que el 68% de los lusos querían avanzar hacia la unión política con España.

De la misma manera que a los españoles les haría poca gracia que medios franceses publicasen artículos planteando la integración de España en Francia, a los portugueses les molesta que un vecino con mayor dimensión geográfica y poblacional plantee una anexión que les fue poco favorable la primera vez que se intentó, entre 1580 y 1640. Dentro del contexto de la Unión Europea la propuesta es un sinsentido adicional, pues los mecanismos comunitarios ya existentes facilitan la cooperación transfronteriza, y permiten alianzas como la que España y Portugal han fraguado para reclamar el mantenimiento de los fondos de cohesión en las próximas negociaciones sobre el Marco Financiero Plurianual (MFP) de 2021-2027.

Ante semejante panorama, y dado los conflictos a los que se ha tenido que enfrentar España en su historia más reciente, es inevitable que muchos lusos opinen como Duarte Pío de Braganza –pretendiente al extinto trono portugués– cuando la Unión Ibérica vuelve a acaparar titulares. “Defiendo una alianza luso-española, basada en el respeto mutuo. Pero, tal y como dijo un rey portugués hace muchos años: los españoles que hablan de la Unión Ibérica tendrían que centrarse primero en mantener la unidad de España”.

 
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