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Portugal

Portugal adjudica los últimos escaños de su Parlamento casi dos semanas después de las elecciones lusas

Los emigrantes lusos tienen voz, voto y representación parlamentar particular en la Asamblea de la República

Antonio Costa tras las elecciones / Jon Nazca (REUTERS)

Lisboa

Las elecciones en Portugal tuvieron lugar hace 11 días y ya han pasado nueve días desde que el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, encargó la formación del nuevo Gobierno al socialista António Costa. Pero ha sido este jueves, casi dos semanas después del cierre de los colegios electorales, que han concluido los comicios al finalizarse del recuento de los votos y adjudicarse los últimos cuatro escaños “libres” de los 230 en la Asamblea de la República.

El atraso se ha debido a una curiosidad del sistema electoral luso que tiene que ver con el estatus de Portugal como un país de emigrantes. El Estado portugués divide sus electores en un total de 22 círculos electorales: 20 coinciden con los 18 distritos administrativos del territorio continental y las regiones autónomas insulares de las Azores y Madeira, pero además de estos hay otros dos círculos adicionales que tienen la distinción de dividirse el resto del mundo. El país vecino da voz, voto, y representación parlamentar especial a los millones de expatriados portugueses con cuatro escaños ‘reservados’ en el Parlamento.

Un país de emigrantes

El sistema electoral portugués toma en cuenta a los 2.266.700 lusos repartidos por el mundo. Según Naciones Unidas, más de un millón de ellos están en Europa: 615.500 en Francia –el destino elegido por muchos de los lusos que se exiliaron durante la larga dictadura salazarista–, 216.000 en Suiza, y más de 131.000 en Reino Unido, país que recibió a muchos de los portugueses que emigraron por la crisis económica de esta década. Los expatriados lusos del continente europeo conforman el primero de los llamados círculos electorales de la emigración y son representados por dos diputados en el Parlamento.

El segundo círculo electoral de la emigración es mucho más amplio y acoge a los portugueses que han acabado por asentarse por el resto del mundo. El grueso está en Canadá y Estados Unidos –donde viven más de 358.000 ciudadanos lusos–, pero también hay más de 234.000 repartido por Brasil y América Latina, casi 148.000 en África –la mayoría en las ex colonias portuguesas de Angola, Mozambique y Cabo Verde–, y unos 25.000 entre la ex colonia de Macao y Oceanía. Este grupo también controla dos escaños de la Asamblea de la República en Lisboa.

Durante años la participación de los electores de los círculos electorales extranjeros fue bajísima porque las trabas que obstaculizaban el voto de los emigrantes lusos eran tan abundantes como las denunciadas por sus compañeros españoles. Sin embargo, en 2018 el Parlamento portugués aprobó la ley del censo automático, en base a la cual todos los ciudadanos registrados como residentes en el extranjero pasaron a ser automáticamente inscritos en el censo electoral.

De un año a otro se pasó a incluir 1.157.346 votantes expatriados adicionales en el censo, algo que hizo que Portugal tuviese más electores –10,8 millones– que residentes oficiales –10,2 millones–. Y el pasado mes de septiembre la Administración Electoral envió un total de 1.464.555 cartas con papeletas a los domicilios de los emigrantes lusos repartidos por todo el mundo.

Aunque 39.000 de esas cartas fueron devueltas por los servicios postales de distintos países que no consiguieron localizar a sus destinatarios, sí llegaron a los 158.252 expatriados que participaron en los comicios, 129.898 más que en las elecciones de 2015. En esta ocasión el círculo electoral de Europa eligió al socialista Paulo Pisco y al socialdemócrata Carlos Gonçalves, mientras que el círculo del resto del mundo dio escaños al socialdemócrata José Cesário y al socialista Augusto Santos Silva.

11 días para conocer el resultado

Aunque ha mejorado el proceso que promueve la participación de los emigrados lusos, todavía cabe agilizar el sistema. El reglamento en vigor permite a los votantes expatriados expedir sus papeletas por correo hasta el mismo día de las elecciones y éstas pueden ser recibidas por el centro de recuento hasta 10 días después de la celebración de los comicios en Portugal. Si bien ese procedimiento permite a los electores esperar hasta el último momento para decidir a quién votar, también imposibilita conocer el resultado definitivo de las elecciones –y la composición final del Parlamento– hasta 11 días después del cierre de las urnas.

Los cuatro escaños de los círculos de la emigración no han sido decisivos en esta ocasión, pero dado que en los últimos dos comicios lusos los partidos más votados se han situado a poquísimos puntos de la mayoría absoluta, cabe prever que en algún momento el voto expatriado podría decidir el destino político del país vecino. Ante esta posibilidad –y un escenario en el que la nación quedaría sumada en la duda sobre su futuro durante casi dos semanas–, cabría modificar los tiempos y apostar por soluciones innovadoras para evitar el atraso.

Una opción sería copiar a países como Estados Unidos, que establece que los votos expatriados deben ser enviados en una fecha límite anterior a las elecciones, así garantizando que éstos estarán incluidos en el recuento oficial cuanto antes. Otra es apostar por el modelo de Suiza, cuyos cantones ya han experimentado con ofrecer el voto electrónico a sus emigrados, y que pretende extender esa opción a todos sus expatriados a partir de 2020.

 
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