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Crítica

'45 revoluciones': una historia con gancho que se pasa de kilometraje

Lo mejor y lo peor de la nueva serie de Antena 3

El actor Carlos Cuevas es uno de los protagonistas de '45 revoluciones' / Atresmedia

Madrid

Este lunes, Antena 3 se viste de largo para el estreno de '45 revoluciones', su nuevo título de ficción desarrollado por su productora de confianza: Bambú Producciones. Esta empresa está especializada en explotar universos cerrados ambientados en épocas pasadas: un hotel, unas galerías de moda, una empresa telefónica o una embajada son algunos de los territorios que han utilizado para contar una historia. En esta ocasión lo hacen en una discográfica de los años 60 que intenta ir un paso más allá a través de la óptica de tres personajes: un productor, una promesa del rock y una secretaria con amplios conocimientos musicales.

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Lo primero que hay que dejar claro es que '45 revoluciones' no sigue a rajatabla la fórmula del éxito que inventó 'Gran Hotel', consolidó 'Velvet' y que luego Netflix le exigió a Bambú en 'Las chicas del cable'. '45 revoluciones' es la consecuencia de todas esas producciones, pero también de otras más ambiciosas como 'Fariña'. El sello es inconfundible, y se nota en una estética cuidada y detallista. Cadena y productora consiguen introducirte en el universo de las discográficas, uno que no ha sido explorado en la ficción 'Made in Spain', pero lo hace obedeciendo lo que marca el contexto histórico. Y es que los cuentos de 'Velvet' ya pasaron a mejor vida.

En '45 revoluciones' se ve cómo funciona y quiénes desempeñan los roles necesarios en la compleja industria musical, y se ve de una manera que resulta interesante y actractiva. Pero como en todo, el continente no sirve de nada sin un buen contenido, sin una buena historia. Y ahí es donde entra el trío protagonista, compuesto por Guillermo (Iván Marcos), Rober (Carlos Cuevas) y Maribel (Guiomar Puerta) . Ellos son el epicentro de la tama y uno de los grandes aciertos de la serie, a pesar de ser excesivamente intensos en ciertos momentos. Ser desconocidos por el público también va en favor del producto. Resultan más creíbles, puesto que no los identificas con trabajos anteriores. Ser famoso o influencer ya no es garantía de éxito, y hay varios ejemplos recientes que así lo corroboran.

50 minutos con demasiadas revoluciones

Con '45 revoluciones' Antena 3 se pasa (por fin) a las series de 50 minutos. ¿Y se nota? Muchísimo. Evidentemente, esta nueva duración le da otro ritmo y eso lo agradecerán los espectadores que vean la emisión en directo, pero también los que la disfruten en diferido. Sin embargo, y aquí reside el mayor problema de la serie, el cambio de duración ha influido drásticamente en la narrativa de la ficción, en la forma de contar el relato.

La serie se pasa de kilometraje e intenta apiñar en esos 50 minutos todo lo que podría pasar en un capítulo estándar de 70. ¿Cómo? Con diálogos atropellados, casi fugaces, que no calán y, por lo tanto, tampoco dejan poso. Es como la comida rápida: sacia, pero no alimenta.

Que a nadie se le ocurra ver la serie con subtítulos porque podría desfallecer en el intento. Tampoco ayuda que gran parte del capítulo tire de planos grabados con la cámara en mano. Estar atento a los diálogos, mientras el ojo se hace al pulso del que graba son dos variables que pueden terminar en cortocircuito.

 
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