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Los populares europeos quieren que Merkel mantenga su poder

Manfred Weber, el candidato de la canciller, ganó por goleada como sustituto de Jean-Claude Juncker al frente de la Comisión Europea

La canciller alemana, Angela Merkel (i), felicita al líder del Grupo del Partido Popular Europeo, el alemán Manfred Weber, durante el Congreso del Partido Popular Europeo (PPE), en Helsinki / KIMMO BRANDT (EFE)

La canciller alemana, Angela Merkel (i), felicita al líder del Grupo del Partido Popular Europeo, el alemán Manfred Weber, durante el Congreso del Partido Popular Europeo (PPE), en Helsinki

Bruselas

Los delegados del PP Europeo homenajearon, puestos en pie, a la canciller que hizo su entrada así, como una líder, en su primera cita exterior tras anunciar que deja la dirección de su partido. No fue una despedida pero los populares europeos saben que Merkel está jugando un pulso contra la ultra derecha que tendrá consecuencias para toda su familia europea y confían que aguante el tiempo suficiente para frenar el paso a quienes quieren romper con el modelo que ellos han construido.

“Espero que estés aquí para dirigir el proceso de la renovación de cargos tras las próximas europeas”, le ha dicho Joseph Daul, presidente del PPE y uno de los hombres de Merkel dentro del entramado de Bruselas. Daul ha sido también el encargado de precisar que “Merkel no se va”, que ha renunciado a la dirección de su partido en Alemania, la CDU, pero que seguirá asistiendo a las reuniones del PPE en su función de canciller.

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Y la elección de Weber hay que encajarla aquí: un hombre de la CSU, el partido socio de Merkel en Baviera, pero que flirteando con la extrema derecha ha abierto la crisis alemana aunque él personalmente como presidente del grupo PPE en el Europarlamento es un hombre de la canciller.

Los 492 votos de los 619 emitidos, contra los 127 que logró el ex primer ministro finlandés, Alex Stubb, dejan bien claro que el PPE no quiere de momento dar por hecho que el ciclo de la canciller ha terminado aunque con sus aplausos desmesurados demuestren ser conscientes de que su poder está fragilizado. Los populares europeos con su rechazo a Stubb ex primer ministro de Finlandia han evitado abrir un nuevo rumbo, que se hubiera interpretado como el final europeo para la canciller.

Y eso que el finlandés, un hombre inquieto, mantuvo en completa tensión a un aparato sobrepasado por su presencia continuada en la prensa y sus carteles pidiendo “pensar con la cabeza pero votar con el corazón”. Su exigencia, un debate donde los delegados pudieran de verdad medir a los dos candidatos fue un problema mayor que la dirección del PPE europeo resolvió fijando media hora de intercambio pactado al final de la primera tarde de sesión. Tarde, muy tarde para impedir que nada interfiriera en el compromiso de los jefes de delegación que no han querido abrir en Helsinki un debate de fondo sobre su posición frente a la derecha radical ya en coalición con el PP en Austria, Bulgaria y Finlandia. Este es el problema central en la caída de Merkel que tras la elección por goleada de Weber podrá llegar aún con la batuta en la mano al Congreso de Hamburgo en el que la CDU debe encontrar un substituto a su función como jefa oficial del partido, en diciembre.

O sea, que en plena crisis dentro de su partido, el poder que ella ha representado en la instituciones y en el mundo europeo no se ha visto alterado con la elección de Weber, su candidato para resolver el problema que, desde hace 4 años, ha enfrentado a los representantes de las instituciones y a los gobiernos de muchas capitales.

Los candidatos de los partidos europeos a la Presidencia de la Comisión fueron, en la última campaña, una invención del Europarlamento que se impuso contra la voluntad de los gobiernos por la tenacidad de otro alemán, el socialista Martin Schultz y su complicidad con el democristiano Jean-Claude Juncker, convenciendo a los medios de que con esta opción, la Unión podría recuperar su credibilidad ante los ciudadanos.

Hoy, este poder parece limitado por el currículo del propio Weber, sin ninguna experiencia de gobierno y una trayectoria política limitada a su gestión en el Europarlamento donde es eurodiputado desde hace 14 años, responsable de un grupo que no crece o que, peor aún, se debilita desde que los británicos euroescépticos crearon su propia formación parlamentaria.

Weber “es un desconocido en la escena europea” y “su credibilidad como candidato a la presidencia de la Comisión necesitaba un resultado claro dentro de su partido”, dicen fuentes de las instituciones que han seguido desde fuera el Congreso de Helsinki. El 80% de los votos será su carta de presentación para una campaña que de momento tiene poco que ver con las expectativas que este mismo proceso generó ahora hace 4 años. “Weber tiene algo de ingenuidad pero es un hombre gris”, explica un delegado que le ha votado por disciplina interna y para ver si es cierto que “proyectando una imagen de unidad, el PPE puede no ya ser el primer partido en las europeas sino evitar el riesgo de división” que para los populares representa la derecha radical anti UE. Una estrategia en la que ha cerrado filas el Partido Popular español aunque antes del voto un dirigente tuvo que recordar que “Stubb vetó a Luis de Guindos como Presidente del Eurogrupo cuando era ministro de finanzas”, para contrarrestar su efecto personal de atracción, entre los miembros de la delegación.

“Las delegaciones con peso en este Congreso han sido la alemana, la española y la francesa” asegura Casado que obvia así el problema que para algunos dentro de su partido europeo, representa que Orban pidiera públicamente el voto para Weber, impidiendo que los delegados de países del este le castigaran por la resolución que el pasado septiembre se aprobó contra Hungría en el Europarlamento.

Casado, como Weber responden al problema cargando contra los socialistas por los casos de corrupción en Rumanía aunque Orban y sus discursos contra los inmigrantes y la UE dejan un mal sabor de boca en una minoría que considera el Congreso de Helsinki y los dos candidatos una especie de farsa.

“Asistimos desde hace varios años y en todos los países al resurgimiento de un discurso de odio, de búsqueda de cabezas de turco, de racismo. Y si las grandes familias políticas ceden a la tentación de estas expresiones extremistas estará en riesgo la democracia”, nos explica el eurodiputado francés Lamassoure, uno de los 127 votantes del finlandés Stubb. Otro dice en privado que no puede “imaginar a Weber presidiendo la Comisión y viajando a los EE.UU para reunirse con Donald Trump”.

Juncker lo hizo antes de este verano y este jueves, con calma pero sin discreción, el aún presidente de la Comisión abandonó el Congreso del PPE antes de la proclamación del que su partido ha elegido para su substitución.

 
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