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Crítica

'La otra mirada', la serie feminista que necesitaba TVE

Estreno en La 1 este miércoles en prime time

'La otra mirada', la nueva serie de TVE / TVE

Madrid

Después de ver Fugitiva empiezas a pensar que TVE ha vuelto a los viejos tiempos, aquellos no tan lejanos en los que la pública se atrevía a emitir bochornos como iFamily o Reinas. Con la ambiciosa Estoy vivo todo parecía indicar que la televisión pública había vuelto a tomar el rumbo correcto, incluso Traición tenía un sentido en esta nueva era. Sin embargo, la producción protagonizada por Paz Vega nos hacía temer lo peor.

Por suerte, lo de Fugitiva parece ser un caso aislado. Este miércoles se estrena La otra mirada, lo nuevo de TVE y, sorprendentemente, es una serie que merece mucho la pena.

"Sevilla, 1920. Teresa, una mujer de cuarenta años, llega a Sevilla huyendo del misterioso asesinato del embajador español en Lisboa y tras la pista de un nombre: Roberta Luna, una alumna de la academia de señoritas de la ciudad. Intentando recabar información sobre la joven, Teresa decide hacerse pasar por profesora y solicita plaza en la Academia".

Bajo esta premisa, La otra mirada llega para cubrir esa escasez de series de época en prime time. Lo hace con un relato feminista que tiene la clara intención de aprovechar este movimiento reivindicativo para introducir algunas de esas ideas en aquellos años 20. Por lo tanto, la ficción se toma muchas licencias, quizás demasiadas, pero tampoco desentonan en este microuniverso con tintes contemporáneos.

De esto tiene mucha culpa la actriz Patricia Lopez Arnaiz, que después de hacer La Peste, se echa a la espalda maravillosamente bien el peso de La otra mirada. Su personaje es uno de esos que marca la diferencia, y resulta motivador ver cómo ella misma se empodera frente al resto.

El reparto juvenil de 'La otra mirada'

El reparto juvenil de 'La otra mirada' / TVE

El problema, quizás, es que todo este mensaje puede no calar bien en el espectador por los entresijos que siempre tienen este tipo de historias. Porque, como no, en La otra mirada también hay amores y desamores, amistades de bien y amistades de mal, esas tramas más cotidianas que recaen en el reparto más joven. Toda una cantera de promesas que, mientras aprende a tomar el té y juega al amor, escucha con atención las lecciones feministas de la revolucionaria profesora pelirroja que llega a esta escuela de señoritas.

La otra mirada no es Fariña, pero tampoco tiene intención de serlo, lógicamente. Es un producto decente, bonito de ver y bastante entretenido, una serie que seguramente guste a los fans de Velvet o El tiempo entre costuras, pero que tiene difícil acaparar grandes titulares y acumular premios.

 
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