Rawabi, soñar en Palestina
La nueva urbe para los palestinos lleva años de retraso por las trabas que impone la ocupación israelí
Rawabi
Excavadoras, grúas y taladros forman parte del día a día de Rawabi, una ciudad palestina construida desde cero en Cisjordania, entre Ramala y Jerusalén. Este proyecto titánico comenzó hace más de 10 años pero sus edificios a medio terminar y sus calles desiertas confirman que el proyecto está todavía dando sus primeros pasos.
Rawabi es un negocio pero para sus fundadores es un importante paso adelante en la construcción nacional palestina y un mensaje claro al mundo: “El de una ciudad moderna, vibrante, laica y próspera que reúne a importantes empresas nacionales y extranjeras. Estamos construyendo una ciudad de calidad, con excelente infraestructura. Todo esto va a contribuir a la economía local, a crear empleo. Algunos ven Rawabi como un ejemplo de resistencia porque también estamos protegiendo la tierra de los colonos israelíes”, explica Jack Nassar, de la Fundación Rawabi.
El objetivo es construir 6.000 casas y llegar a 40.000 habitantes en los próximos siete años. Los precios son un 25% más baratos que en Ramala, la ciudad que concentra la política, economía y cultura palestina, situada a menos de 10 km, y las casas ofrecen prestaciones que no se encuentran en otras ciudades palestinas: ascensores, fibra óptica, paneles solares etc. Por ahora 5.000 personas se han mudado a la ciudad y una media de 8.000 la visitan los fines de semana, atraídos por su enorme centro comercial, sus tiendas de marca, entre ellas la española Mango, sus espacios verdes o su inmenso anfiteatro.
Bashar Masri, un rico empresario palestino, es considerado el padre de Rawabi. Ha empleado los últimos diez años en sacar adelante el proyecto y lo ha financiado junto a una empresa pública de Doha, Qatari Diar.
“Estamos inmersos en este proceso de construcción nacional más allá de los altibajos de la política y más allá de quién nos reconozca o no. Vamos a lograrlo, es sólo cuestión de tiempo”, afirma.
Rawabi se sitúa en la llamada área A de Cisjordania, es decir una zona bajo control de la Autoridad Palestina. Israel ocupó los territorios palestinos en 1967 y en virtud de los acuerdos de Oslo, en los años 90, Cisjordania se dividió en tres zonas: El área A, donde se concentra la mayoría de la población palestina y las grandes ciudades, que representa el 18% de la superficie, el área B, que equivale al 21% de Cisjordania y donde el control se reparte entre las autoridades palestinas e israelíes, y el área C, un 61% de Cisjordania controlado administrativamente y en términos de seguridad por Israel, donde proliferan los asentamientos israelíes en los que ya viven más de 300.000 colonos.
Las dificultades derivadas de la ocupación israelí han retrasado las obras y la instalación de vecinos y han puesto al borde de la quiebra a Masri y sus socios.
El primer problema es el agua, cuya distribución es controlada por Israel en toda Cisjordania, explica Nassar. Hace algunos años, cuando las primeras casas de Rawabi estuvieron listas, el proyecto se congeló durante año y medio, perdimos más de 100 millones de dólares, centenares de compradores dieron marcha tras porque Israel no autorizaba la llegada del agua corriente a la ciudad. Una ciudad sin agua es una ciudad muerta”, recuerda el responsable.
El segundo problema es el retén militar israelí situado entre la ciudad y Ramala, que hace que muchos palestinos tengan miedo de mudarse a Rawabi porque atravesar este punto de control puede significar horas de espera o en el peor de los casos verse bloqueados si Israel decide cerrar durante horas o días el paso por razones de seguridad.
El tercer gran problema es la necesidad de construir una carretera amplia y segura que una Rawabi con varias ciudades de Cisjordania. Hasta el momento, la única carretera de acceso a la ciudad es una ruta estrecha y antigua que pasa por el área C, controlada por Israel, y que se colapsa los fines de semana. Masri ha conseguido que la cuestión de la nueva carretera llegue hasta la Casa Blanca.
“El enviado de Donald Trump para Oriente Medio Jason Greenblatt vino a Rawabi y le mencionamos el problema de la carretera. Sé que él lo planteó después a altos miembros del gobierno israelí y la cuestión llegó al gabinete del primer ministro Benjamin Netanyahu pero se rechazó de nuevo. Es decir, cero progresos”, lamenta.
Rawabi desea convertirse además en sede de empresas de telecomunicaciones nacionales y extranjeras, en un gran polo de compañías modernas al estilo de los ya existentes en otras ciudades de Oriente Medio. Masri afirma que la ciudad generará en los próximos dos años hasta 3.000 nuevos puestos de trabajo en el sector en una región donde el desempleo supera el 26%.
“Hemos tenido una grave fuga de cerebros. Pienso que podemos desempeñar un importante papel en conservar la gente válida en el país, los necesitamos porque estamos construyendo un país”, asegura.
Es difícil saber si Rawabi será el éxito con el que sueñan sus fundadores o las dificultades del conflicto harán que se quede en un proyecto modesto o inacabado. Por ahora, las obras y los sueños prosperan a gran velocidad.