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Reyes Magos

Cartas, patinetes y muñecas: a los niños les gusta jugar a lo mismo que a sus abuelos

Con independencia de las carencias y de la abundancia, los niños son capaces de disfrutar de su momento íntimo de juego

Lindea, la muñeca de Paula, un avión y un conejito de los años 50 con los que jugaban Óscar y María, y Antonia, en 1934, en la única imagen que guarda de su infancia.(CADENA SER)

Madrid

70 años separan las infancias de Carmen y de su nieta Paula. Muñecas distintas conectan en el tiempo sus ratos de juego favoritos. Da igual si la ropa es comprada en una tienda o hecha en casa. Darles de comer, ponerlas a dormir o sacarlas de paseo es una rutina que se repiten. Un juego simbólico universal. Y no solo de niñas, aunque muchos se hayan empeñado durante año. 

Nunca tuvo nombre la muñeca de cartón con la que jugaba Carmen González en los años 50. “No hacía falta, solo tenía una. Aún está guardada. Jugaba con ella cuando tenía 6 años. Como no traía ropa, yo misma le hice una falda y un jersey. Era mi juguete preferido. Ahora los niños tienen muchas muñecas, y claro, necesitan ponerle nombres para no liarse”. Hasta 30 cuenta Paula, de 7 años, que habitan en un gran capazo en su dormitorio. Hay gatos de peluche, elefantes, perros, conejos, muñecas pelirrojas, indias, ositos, y varios tipos de bebés. Por encima de todos, Lindea, la muñeca con la que más juega, tiene cama propia y un pequeño armario con ropita.

Paula, de 7 años, explica cuáles son juguetes

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Óscar creció en la Barcelona de los años 60. “Con unas tablas hacíamos unos patines. De lo que más me acuerdo es de un helicóptero que fabricaba con palos y con cajas. Era divertidísimo. Había otros juguetes favoritos como un fuerte Apache, las figuras de ciclistas con los que jugaba al Tour de Francia”. Recuerda con especial ilusión el proyector de cine, Jaya, anterior al conocido Cine Exin, con el que veía películas como Aladino, la bruja Pepa, Alí Babá y los 40 ladrones o Caperucita Roja.

Los Reyes Magos le trajeron algo con lo que jugaba poco, un coche rojo que hacía las delicias de su hermana María. “Yo se lo quitaba siempre que podía. Un poco a escondidas. Como era chica, los Reyes nunca me trajeron ni coches ni trenes. Era otra época”, cuenta. Décadas después, el sexismo sigue marcando buena parte de los catálogos y escaparates de juguetes. Rosa para ellas, azul para ellos. Tanto es así que el Ayuntamiento de Madrid ha lanzado la campaña ¡Libertad para jugar! con la intención de acabar con los clichés sexistas en los regalos navideños.

Cacharritos de cocina de juguete de los años 50.

Cacharritos de cocina de juguete de los años 50. / JAVIER J. BAS

Pedro está a punto de cumplir 8 años. Hace tres navidades pidió un disfraz completo de Elsa, con peluca incluida. Los Reyes Magos le dejaron el regalo deseado, pero a algunos miembros de la familia les extrañó. Jugar a ponerse los zapatos de tacón de su madre, pintarse las uñas o bailar con tutú parecen juegos reservados solo a las chicas. En 2018.

Sí hay algo distinto. Antes un niño pedía una muñeca y nadie le escuchaba. Ahora las familias, suelen atender la demanda. Conchi García trabaja desde hace 25 años en la juguetería ASI, una empresa familiar que va por la tercera generación. “Hay muchos niños que quieren muñecos y quieren carro, estamos rompiendo mucho tabús y la mentalidad es más abierta”. Esta es de las pocas jugueterías que en Madrid sobreviven al envite de la crisis, de los centros comerciales y de la venta por Internet. “Fabricamos nuestros propios muñecos. No trabajamos con lo que sale en televisión o publicidad. Creemos que los muñecos no tienen que hacer nada, que la imaginación de los niños es suficiente”, explica Conchi. 

La dependienta de una juguetería explica que los niños siempre han jugado con muñecos

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“Yo lo que siempre quise tener es un cochecito de muñecas con capota, y nunca me lo trajeron. Jugaba mucho a los llamados juguetes didácticos, juegos de mesa. Me encantaban los Juegos Reunidos porque había mucha variación. Desde el clásico del parchís, la oca y la escalera que eran los más sencillitos a la búsqueda del tesoro”, cuenta María, que recuerda con especial ilusión un conejito de goma. “Aún lo conservo. Me hacía mucha gracia el ruido que hacía y me lo pasaba pipa. Un año me trajeron una baraja con cartas pequeñitas, como yo. Y de vez en cuando jugaba a comprar y vender. Me iba a la cocina a coger garbanzos, arroz, etc...y me montaba mi propia tienda”.

Educar en la frustración suele ser un consejo de los pedagogos. Hay algo más duro que los Reyes no te traigan lo que deseas y es que te lo arrebaten cuando ya lo tienes y además se ha convertido en tu juguete favorito. Permanece nítido en la memoria de Antonia Villareal, de 88 años, el armario de juguete que le hizo Rafael. “Era un ebanista muy fino. El armario era como los de verdad, con sus cajones, su tirador y su espejo, barnizado de nogal oscuro . Medía más de medio metro. Jugaba muchísimo con ese armarito hasta que entraron a la casa y se lo llevaron. Yo tenía 9 años”, explica. A Antonia le gustaba más su armario que su muñeca. “Era muy fea, con un lacito que se le pinchaba en la cabeza, no podíamos comprar la Mariquita Pérez”.

El proyector Jaya con el que pasaba las tarde Óscar a principios de los años 60.

El proyector Jaya con el que pasaba las tarde Óscar a principios de los años 60. / JAVIER J. BAS

Antonia nació el Día de Reyes y se crió en la casa de su tía. Sus padres estaban presos. “Nunca jugaba en la calle, estaba siempre en la casa. Jugaba con mi prima que como era un poco mayor que yo hacía diabluras, con los estropajos de cuerdas me hacía coletas. Yo tenía 4 o 5 años y no me gustaba que me tocaran la cabeza”. Las penurias de su generación han quedado reflejadas en la novela que su hija, Nieves Concostrina, escribió sobre su vida, ‘Antonia’.

“Cacharros de cocina, muñeca y cuerdas de saltar para las niñas. Peonzas, tirachinas, caballitos de madera, patinetes y pistolas para los chicos. La oca y el parchís para los dos”. Así resume Carmen cómo eran sus Reyes de pequeña. “El hermano de mi padre me regaló un año una muñeca que tenía unos pelos pegados como de hilo y articulaba las piernas de cartón. Era lo más. Plástico no había en esa época. En cambio, los lápices Alpino ya tenían su lugar en los hogares.

Cada generación ha tenido sus juguetes. Con independencia de las carencias y de la abundancia, todos los niños son capaces de disfrutar de su momento íntimo de juego. La ilusión es el valioso motor que pone en marcha una imaginación infinita. 

Las cartas y el abanico con los que jugaba María en los años 60.

Las cartas y el abanico con los que jugaba María en los años 60. / JAVIER J. BAS

Maika Ávila

Maika Ávila

Periodista y autora de 'Conciliaqué. Del engaño de la conciliación al cambio real'. Ha formado parte...

 
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