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Nada más medieval, nada más contemporáneo

El hambre como táctica de guerra sigue siendo un instrumento en los conflictos de nuestro tiempo. Pero no se persigue legalmente ni se condena con la intensidad necesaria.

Habitantes de Hodeidah, Yemen, recogiendo agua repartida por una organización de ayuda. Naciones Unidas calcula que sólo en ese país hay 17 millones de personas en grave riesgo de hambruna / ABDULJABBAR ZEYAD (Reuters)

Habitantes de Hodeidah, Yemen, recogiendo agua repartida por una organización de ayuda. Naciones Unidas calcula que sólo en ese país hay 17 millones de personas en grave riesgo de hambruna

Madrid

Un ejército desgastado por años de guerra asedia los muros de una ciudad. Dentro, sus habitantes sobreviven al límite, castigados por los cañones y la falta de agua y comida. Los pozos se han secado o tienen agua sucia y contaminada que transmite enfermedades que diezman aún más a la población. Los niños sueñan con pan y las madres con poder alimentar a sus pequeños, que no paran de llorar por el hambre.

No es una serie medievalizante de países de fantasía que echen en un canal de pago. Tampoco la escena de un cuadro en un museo europeo recordando el asedio a una gran ciudad en las guerras que asolaron el continente en los siglos XVI y XVII. Es una descripción -un poco manierista, si, pero real- de lo que millones de sirios y yemeníes viven en las guerras civiles de sus países.

Ese ejército desarrapado que les asedia tiene unos responsables conocidos por todos; y sin embargo seguimos teniendo dificultades para decir claramente cuales son las causas políticas de ese hambre y perseguir a quienes la provocan. “Prácticamente allí donde tenemos una de las grandes crisis humanitarias ahora, en Sudán del Sur, y en cierto modo en Somalia, Nigeria o incluso Birmania vemos esa privación sistematizada de alimentos con fines políticos o militares” nos dice al teléfono Alex de Waal, investigador de la Universidad Tufts en Estados Unidos, especializado en crisis humanitarias.

Su organización, la World Peace Foundation, ha estudiado las grandes hambrunas de los últimos dos siglos y ha concluido que el hambre que mató a millones de personas no tenía causas meteorológicas o vino por una plaga, sino por razones políticas. “Desde hace 30 años hemos entrado en un mínimo histórico de muertes por hambre, pero a veces el tener más información -porque antes no sabíamos lo que pasaba en las guerras- nos lleva al espejismo de pensar que estamos mucho peor. Aún así no podemos ser complacientes, porque la situación es preocupante”, dice refiriéndose a Siria o Yemen, donde el régimen respaldado por Rusia en el primer caso y la coalición saudí apoyada por Estados Unidos en otro han asediado a millones de inocentes hasta matarlos por desnutrición o enfermedades.

Y lo más probable es que nunca nadie pague por este crimen. “Es muy difícil conseguir condenas por este motivo ¿quién ha provocado las muertes? El que asedia siempre te podrá esgrimir que hay otras razones como las infecciones, o que había comida almacenada que no se usó, o que podían haber huido y no lo hicieron”. En un reciente artículo en la London Review of Books, De Waal nos recuerda que nada mató más -y de forma más deliberada- en la Segunda Guerra Mundial que el hambre. Y nadie fue juzgado en Nuremberg por ello.

Una de las razones por las que algo que la mayoría de seres humanos considera totalmente reprobable es que todos los bandos en una guerra usan estas tácticas y no quieren dar argumentos legales que puedan usarse contra ellos en el futuro. “Los grandes poderes mundiales, en particular Estados Unidos y Reino Unido no han ilegalizado o penalizado el uso de hambrunas como método de guerra. La razón es que ellos mismos lo han usado en las guerras mundiales. Y más recientemente Estados Unidos y la OTAN lo han usado en Irak, contribuyendo a la muerte de miles de niños iraquíes” y por eso prefieren callar antes que impulsar acciones contra los asedios a civiles.

La organización de De Waal trabaja por una movilización global que empuje a los gobiernos, y que no van a liderar ni Estados Unidos ni las grandes potencias, pero sí quizás una alianza de países europeos, africanos y asiáticos (en estos dos últimos casos como víctimas recientes). Los principios legales están. “Se podía hacer la ley más clara y más dura, pero el problema es que los grandes países sienten que pueden escapar a su responsabilidad. Lo que hace falta es una campaña internacional diciendo: esto es inaceptable e ilegal, va contra nuestra humanidad y tiene que parar”.

 
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