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Un plan perfecto que puede salirle muy mal a Theresa May

Theresa May convocó elecciones anticipadas con dos años por delante y una mayoría suficiente. Tras unas primeras encuestas que apuntaban a una victoria clara de su formación los sondeos se han ido ajustando y algunas encuestan dan ya empate técnico entre May y Corbyn

La primera ministra inglesa, Theresa May, durante un acto de campaña / WPA Pool (Getty Images)

Londres

Cuando Theresa May convocó las elecciones anticipadas el pasado 18 de abril, todo su mensaje giró alrededor de la necesidad de tener un gobierno fuerte para la negociación del brexit. “El país está unido, pero la clase política no”, aseguró May. En su alocución justificó el haber cambiado de idea -prometió reiteradamente que no habría elecciones hasta 2020- en que los partidos de oposición amenazaban al gobierno con hacerle tropezar en la negociación del brexit. Pero dada la mayoría absoluta de los conservadores en el Parlamento, algún problema con los de sus propias filas debía tener para ir a las urnas.

Las encuestas, que le eran favorable desde hacía meses, le daban una ventaja de más de 20% frente a un partido laborista a cuyo líder responsabilizaban de hundir a su formación al llevarla hacia la izquierda. Pero en 50 días esas mismas encuestas han ido reduciendo la distancia hasta situarse en estos últimos días de campaña en casi un empate técnico entre laboristas y conservadores.

La experiencia con las encuestas en 2015 (no detectaron el hundimiento de los liberaldemócratas de Nick Clegg, ni la sólida victoria de David Cameron), hacen que hasta que el resultado sea oficial el viernes, todo lo que aquí se diga deba ser considerado como condicional. Es decir que sólo si May pierde, o gana pero con menos que lo que tiene ahora, podremos pensar sobre en qué momento de esta campaña se empezó a torcer la cosa.

En realidad, el promedio de encuestas muestra cómo desde el momento en que se convocaron elecciones, el partido laborista no dejaba de subir en las previsiones de voto. Durante la primera parte de la campaña, también los ‘tories’ o subían ligeramente o se mantenían. Y bajaban los ultranacionalistas del UKIP, el Partido Nacional Escocés (SNP), liberaldemócratas y verdes.

El líder laborista, Jeremy Corbyn, saludando a sus seguidores

El líder laborista, Jeremy Corbyn, saludando a sus seguidores / Christopher Furlong

El ocho de mayo, uno de los responsables de la programación electoral en la BBC  anunciaba que la primera ministra rechazaba participar en un debate directo con el líder del principal partido de la oposición, y rival para el puesto de primer ministro, Jeremy Corbyn. Corbyn es un buen orador, un veterano de la política acostumbrado a los actos públicos y que ha atraído a multitudes en esta campaña por todo el país. Así que minusvalorar a un candidato con el que se negaba a medirse no parece haber favorecido a May.

Aunque las elecciones iban del brexit, lógicamente han salido otros temas fundamentales para el electorado, como el gasto social, la vivienda, y sobre todo la sanidad. Esos temas parecían favorecer a un Corbyn que no ha cogido precisamente la bandera del antibrexit en esta campaña.

A mediados de mayo, los conservadores presentaban su programa electoral (el ‘manifiesto’) que incluía una medida “difícil pero necesaria”, en palabras de la candidata May: la gente mayor con bienes por valor superior a las 100.000 libras, tendría que pagar más por su gasto sanitario. Para reducir el impacto (la impopularidad quizás) no lo pagarían directamente, sino que se descontaría de la herencia que dejaran. A partir de ahí, la tendencia electoral de los conservadores empezó a ir a la baja y finalmente la propuesta se echaba a un lado. La sensación generalizada era la de que, cuanto más se conocía a Theresa May como líder político, peor le iba con los electores.

Los gobiernos del resto de la Unión Europea y las instituciones comunitarias no parecían estar desmoronándose ante los duros mensajes de May para la negociación, así que se puede decir que tampoco fuera de casa la confianza en la primera ministra británica era mucha. Según un artículo en el periódico The Guardian (poco amigo de los ‘tories’ en todo caso), Angela Merkel ve a May como algo parecido a un Erdogan al Oeste de Europa.

Los ataques terroristas

Y entonces entraron en campaña los terroristas. Primero fue con el ataque del Manchester Arena, y este fin de semana el del Puente de Londres. No se sabe cómo van a afectar incertidumbre y miedo a los electores británicos. Pero un Corbyn, acusado de antipatriota en numerosas ocasiones por su programa en política exterior y de defensa, daba la vuelta a un tema que tradicionalmente era de los fuertes para el partido conservador, el de la seguridad. Y acusaba a May de ser responsable de la inseguridad por recortar el número de policías y, en general, de los medios con que las fuerzas de seguridad trabajan. Eso dio otro giro inesperado a la campaña y obligó a May a ponerse a la defensiva. Lo importante no es aquí si existe relación directa entre los recortes y los atentados, sino que parte del electorado así lo cree.

Llegado a este punto, unas cuantas encuestas ponen a ambos partidos a unos pocos puntos de diferencia; y alguna incluso en empate. No pronostican una victoria laborista, porque además por cómo es el sistema británico, tener una gran ventaja nacional en porcentaje de voto puede significar poco a la hora de conquistar circunscripciones electorales. Pero para una primera ministra que tenía dos años por delante de legislatura y una cómoda mayoría, todo lo que sea bajar de los escaños que tiene ahora es un mal plan. Pero hasta que en lugar de encuestas no hablemos de votos todo esto puede quedar en nada.

 
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