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Theresa May, líder sin complejos

La primera ministra británica es una política dura, astuta, compleja, inescrutable

De armas tomar, May es considerada la Dama de Hierro del siglo XXI

Theresa May durante un acto de campaña / EDDIE KEOGH (Reuters)

Theresa May durante un acto de campaña

Madrid

Theresa May, de 59 años, llegaba al 10 de Downing Street el pasado 13 de julio de 2016 tras la dimisión del primer ministro británico David Cameron. Se convertía así en la segunda mujer al frente del Gobierno británico desde que la también conservadora Margaret Thatcher estuviera en el poder entre 1979 y 1990.

Ministra del Interior durante 6 años y figura de confianza del dimitido Cameron, May sería la decimotercera primera ministra del reinado de Isabel II desde su ascenso al trono en 1952 y la número 76 de Reino Unido. Se cerraba así un capítulo de traiciones, ataques personales, abandonos, y derrotas que protagonizaron la lucha por el liderazgo tory. Theresa May tendría que dirigir a Reino Unido en un momento clave para la historia del país, la de su ruptura con la UE, cuando ella misma había defendido la permanencia. Práctica y pragmática, May aseguró que cumpliría la voluntad expresada por los ciudadanos, zanjando el asunto con un “Brexit significa Brexit”.

Considerada una política dura y astuta se empezó a hablar de ella como la nueva Dama de Hierro. Pero May tiene su propio estilo a la hora de hacer política y una personalidad muy marcada, que se refleja en su indumentaria y sus estilismos, objeto de muchas crónicas y comentarios en los medios británicos que pusieron el foco en sus llamativos mocasines o zapatos de tacón con estampado de piel de leopardo. El diario sensacionalista The Sun dedicó a esos zapatos en "print animal" su portada.

Otra polémica por su ropa impecable, de firmas caras, azuzada por el diario The Mirror, fue atajada que la propia ministra. Reconoció abiertamente, y sin complejos, que sigue la moda, advirtió que no va a dejar de hacerlo por las críticas, y posó en el Vogue USA en abril de 2017 pocos días antes de invocar el artículo 50 con el que dio comienzo el Brexit. Los entusiastas de la primera ministra advierten que es una mujer que no tiene remordimientos sobre su propio poder y que no teme mostrarlo a través de la moda.

Theresa May tiene una seguridad en sí misma apabullante y un gran temperamento. Dicen de ella que es una inglesa a la antigua, que refleja la quintaesencia británica. Hija única de un vicario anglicano, creció en la campiña de Oxforshire, estudió en un colegio de pago y de allí pasó a Oxford donde estudió Geografía. En la universidad conocería a su marido, Philip, también simpatizante del partido conservador y apasionado del críquet. Se casaron en el año 1980 y no han tenido hijos. Al año siguiente de su boda, su padre falleció en un accidente de tráfico y meses después quedó huérfana de madre. Nunca hablaría en público de ello, una señal de su carácter reservado y discreto.

Ella misma se definió cuando anunció su candidatura para suceder a Cameron: "No soy una política vistosa. No hago tours por las televisiones. No bebo en los bares del Parlamento. Simplemente hago el trabajo que tengo delante. Creo que soy la mejor persona para dirigir este país". Trabajadora incansable, May había llegado a la política nacional con 41 años, después de bregarse en el sector privado durante dos décadas. Fue elegida diputada en 1997. Cinco años después se convirtió en la primera mujer que presidía el partido conservador. En 2010 David Cameron gana las elecciones frente al laborista Gordon Brown, y se convierte en primer ministro. Confía en May para ocupar la cartera de Interior, cargo que compaginó durante dos años con el Ministerio de Mujer e Igualdad.

La primera ministra británica, Theresa May (2i) a su llegada a una visita a una fábrica textil durante un acto de campaña electoral en Accrington, Lancashire, Reino Unido

La primera ministra británica, Theresa May (2i) a su llegada a una visita a una fábrica textil durante un acto de campaña electoral en Accrington, Lancashire, Reino Unido / FACUNDO ARRIZABALAGA

La primera ministra británica, Theresa May (2i) a su llegada a una visita a una fábrica textil durante un acto de campaña electoral en Accrington, Lancashire, Reino Unido

La primera ministra británica, Theresa May (2i) a su llegada a una visita a una fábrica textil durante un acto de campaña electoral en Accrington, Lancashire, Reino Unido / FACUNDO ARRIZABALAGA

Es una de las personas que durante más tiempo ha estado al frente del ministerio del Interior de Reino Unido y esta prolongada experiencia fue su mejor baza para acceder a la presidencia. La nueva primera ministra repitió entonces, por activa y por pasiva, que el país necesitaba "estabilidad" durante las negociaciones del brexit, que activó el 28 de marzo, y que no pensaba adelantar las elecciones generales previstas para 2020. Sin embargo, el 18 de abril, da un volantazo, y las anuncia para el mes de junio alegando que era la única manera que garantizar la certeza y la seguridad para los años venideros.

Los críticos vieron en esta maniobra un intento de emular lo que ya hiciera Thatcher en 1983. Las encuestas de daban entonces al Partido Conservador una ventaja de 20 puntos sobre el Partido Laborista y quería asestarle el golpe definitivo consiguiendo mayoría absoluta, pero la irrupción del terrorismo islamista y otras políticas sociales muy criticadas no han hecho sino recortar distancias entre la primera ministra y el líder de los laboristas, Jeremy Corbyn.

La líder conservadora ha caído en las encuestas en la recta final de la campaña. La reforma de la asistencia social le ha costado muchas críticas y seguramente miles de votos. El Gobierno de May anunció que los jubilados con casas valoradas en más de 115.000 euros deberían costearse la asistencia en domicilio argumentando que no existía "un árbol mágico con dinero" y que había que tomar "decisiones difíciles". Fue tal el revuelo y las protestas que se vieron obligados a matizar la propuesta.

May ha llegado al final de la campaña con una imagen muy distinta a la que tenían los británicos hace diez meses cuando llegó a Downing Street, sobre todo, desde la irrupción del terrorismo islamista hace dos meses. El ataque registrado este sábado 4 de junio, a 4 días de la jornada electoral, en el centro de Londres es el tercero que ha vivido el Reino Unido en el último año. El 22 de mayo un atentado a la salida de un concierto de Ariana Grande en Mánchester dejó 22 muertos y 116 heridos, y en marzo de este mismo año un hombre embistió con su coche a los transeúntes que paseaban cerca del Parlamento, antes de matar a un policía que custodiaba el edificio, dejando en total cinco muertos.

Una tormenta de críticas por el fiasco de los servicios de seguridad han llevado a May a anunciar que endurecerá la lucha contra el terrorismo. Se sacude los complejos. Nieta de un sargento mayor de regimiento, con mocasines de leopardo, pensaba que estas elecciones iban a ser un paseo triunfal, y ahora, en el resbaladizo escenario de la política británica, sometido a la mayor incertidumbre de la historia reciente, no tiene más remedio que presentarse a sí misma como una líder de armas tomar. Una Dama de Hierro del siglo XXI.

 
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