Premio Sajarov, reconocimiento del Parlamento a la lucha por la libertad
En su última edición, el galardón de los europarlamentarios fue para las activistas yazidies capturadas y vendidas por Dáesh
Erbil (Irak)
El pasado 13 de Diciembre, Nadia Murad y Lamiya Aji Bashar subieron al estrado del Parlamento Europeo para recoger el Premio Sajarov. Los europarlamentarios otorgaban la distinción para la defensa de los derechos humanos y libertad de pensamiento a estas dos jóvenes mujeres de confesión yazidí.
Desde que escaparan de las garras de ISIS, se han convertido en las principales representantes del sufrimiento que todavía persigue a su comunidad a causa de las acciones del grupo extremista. "Es tan peligroso el terrorismo como la reacción al terrorismo", afirmaba desde Bruselas Murad, que estuvo semanas cautiva del Estado Islámico antes de huir.
Todo empezó tras la ofensiva del Estado Islámico en el verano de 2014, cuando los combatientes peshmergas kurdos que debían defender el área se retiraron y líderes tribales no ordenaron la evacuación.
La población yazidí de la región de Sinjar quedó de la noche a la mañana a merced de la política genocida, término empleado por las Naciones Unidas, de los militantes fundamentalistas.
Miles de hombres que se negaban a convertirse fueron ejecutados, al menos 5.000 mujeres y niñas -muchas de las cuales siguen en cautividad- se convirtieron en esclavas sexuales, y decenas de miles tuvieron que abandonar sus tierras.
“Eliminar nuestra identidad o reemplazarla”, responde la activista yazidí Gulie Khalaf de la organización Yezidis International sobre los objetivos del Estado Islámico para con su comunidad.
La mayoría de sus menos de un millón de miembros han históricamente residido en Irak. Esta es una confesión que mezcla creencias y prácticas de las tres grandes religiones monoteistas, pero que también hunde sus orígenes en las tradiciones de las grandes civilizaciones milenarias de Mesopotamia.
Pero hoy día “no hay suficiente ayuda de organizaciones como las Naciones Unidas, no han hecho su trabajo”, dice Khalaf. También es crítica la actitud de gobiernos como el iraquí o el de la región kurda, este último dificultando la entrega de ayuda o la emigración a terceros países.
Más de un millón de personas han muerto en Oriente Próximo desde 2003, año de la invasión de Irak liderada por los Estados Unidos y apoyada inicialmente por el gobierno español.
Crisol religioso, la región acusa décadas de estancamiento y tres lustros de violencia continua que ponen en peligro el futuro de esta diversidad milenaria.