El independentismo catalán atraviesa una de sus peores crisis

Madrid

El vicepresidente económico de la Generalitat, Oriol Junqueras, sacó pecho el pasado 5 de abril. Un día después de que el Tribunal Constitucional lanzara su quinta advertencia, Junqueras dijo que el próximo mes de junio habría fecha para el referéndum independentista y pidió a Moncloa que midiera bien su reacción. Desde Junts pel Sí volvían a negar legitimidad al Tribunal Constitucional pero a nadie se le escapaba que en esta ocasión el tribunal de garantías había advertido de las posibles consecuencias penales en las que podrían incurrir si seguían adelante con el ‘procés’ a todos los miembros del Govern.

Quizá por eso, el president de la Generalitat reunió el pasado martes a los portavoces de Junts pel Sí, el partido en el gobierno formado por PDeCAT, ERC y la CUP. Al encuentro también asistió la presidenta del Parlament, Carme Forcadell. El objetivo era reforzar la unidad de los socios soberanistas con la mirada puesta en la desconexión con España.

Sin embargo, la deseada unidad de los socios soberanistas –PDeCAT y ERC- ha saltado por los aires y desde ambas formaciones no han disimulado sus diferencias a lo largo de toda esta semana. Primero, la secretaria general de Esquerra, Marta Rovira, aseguró que recurrirían a la bolsa de parados para organizar el referéndum pero esta propuesta fue rechazada por la portavoz del ejecutivo catalán, Neus Munté, integrada en el Partido Demócrata de Cataluña. Después, Junqueras reclamó a la consejera de gobernación de la Generalitat, Meritxell Borrás, de la antigua Convergencia, que comprara 8.000 urnas para celebrar la consulta. Borrás se negó y pidió esa orden por escrito. La guinda ha llegado con las grabaciones a David Bonvehí, número tres del PDeCAT, en las que reconoce que el proceso independentista puede fracasar y no descarta que su partido presente a un candidato autonomista. Desde el Partido Demócrata de Cataluña atribuyen la filtración de la grabación a Esquerra y llevarán el asunto a la fiscalía. Los republicanos han negado tajantemente estas acusaciones. El edificio soberanista empieza a asomar sus grietas.