Barenboim, piano nuevo, ideas arraigadas

Madrid

Se ha hecho construir su propio piano. En realidad, son dos le responden de manera más inmediata, con mayor transparencia y que tienen cierta tendencia a "chillar". Por lo tanto, proclama que es más cauteloso cuando los toca con unos programas que ahora le requieren tiempo para "ponerse en forma". Él se muestra entusiasmado con el sonido que obtiene, aunque le caben dudas porque no sabe muy bien si el público nota la diferencia con los pianos tradicionales.

Muy preocupado por las promesas electorales que Trump hizo y también por las que puede llegar a incumplir ("es una catástrofe", asegura), denuncia la corrupción del sistema democrático en los Estados Unidos porque cree que es el dinero el que decide la presidencia.

Quizás porque el director de orquesta y pianista disfruta de cuatro pasaportes diferentes -el español entre ellos- es muy consciente de que la crisis de refugiados que ahora se vive por la guerra siria es un “problema global universal". Y como posible alivio, cree que es necesario arbitrar un mecanismo que permita que las personas que huyen de la guerra puedan recalar, por ejemplo, en Argentina donde él defiende que la convivencia siempre ha sido posible a lo largo de su historia. "Allí se puede ser judío y argentino, musulmán y argentino, cristiano y argentino. No hay problemas con las identidades", repite convencido.

Barenboim cree en la necesidad de su escuela musical en Berlín. En ella, los músicos reciben enseñanza de filosofía para no quedarse estancados porque la incultura puede arraigar en los intérpretes y eso es algo que le repugna. Es más, también le inquieta el que la música, que eso “todo menos elitista” haya desaparecido de la educación general porque "si no es en la escuela, luego ya es demasiado tarde”.