Una grúa atrapa a un borrico y otro pasa por el tribunal marroquí
Dos borricos son noticia en Marruecos este mes. Uno infringió las normas de circulación y la grúa se lo llevó; y el otro ha pasado por los tribunales por transportar un alijo de hachís.
Rabat
¿Quien ha visitado Marruecos y no ha hecho alguna fotografía a un simpático burro? Este animal doméstico, protagonista de numerosos refranes y canciones, tiene los días contados en España, advierten los especialistas. Sin embargo, en el país vecino sigue siendo un animal para las labores o la carga tanto en el campo como en las montañas del Atlas. Además los podemos ver circulando como medio de transporte en las grandes ciudades del país. En las puertas de las medinas, las ciudades antiguas y amuralladas donde no tienen acceso los coches, son necesarios para introducir las mercancías y moverlas por sus calles estrechas y complicadas.
Este mes dos asnos se han convertido en noticia en Marruecos porque han sido sancionados. Uno ha pasado por los tribunales por transportar droga y el otro asno fue atrapado por la grúa por las calles de Casablanca por infringir las normas de circulación.
En Larache, antigua colonia española en el norte de Marruecos, un asno fue juzgado como elemento probatorio por transportar un alijo de hachís. Le condenaron a ser vendido en una subasta pública, pero el animal no encontró comprador ni por tan solo 14 euros. La sentencia le salió cara a las instituciones públicas porque, según explicó el alcalde de la localidad, mantener al burro durante el juicio costó al ayuntamiento ocho veces más que el dinero recaudado en la subasta. Eso sí, la Gendarmería detuvo al dueño del carro que también fue procesado.
Dos semanas antes, otro asno corría por las calles de una ciudad, que por las imágenes parece Casablanca. Una grúa de tráfico lo persiguió y lo capturó por haber infringido el Código de Circulación. Las imágenes dieron la vuelta al mundo en las redes sociales. Las difundió una conductora anónima, que siguió a la grúa y grabó un vídeo con su teléfono móvil.
Ángeles de los animales
El precio de un pollino en Marruecos oscila entre 40 y 50 euros, y se compran y se venden en mercados de animales. En ese entorno es donde trabaja la ong alemana Animals Angels (Ángeles de los animales). Desde hace un par de veranos varios jóvenes marroquíes abrevan a los animales y conciencian a los campesinos de que los tienen que tratar adecuadamente. "No solo necesitan beber. Algunos burros están demacrados y en mal estado así que también les damos forraje. Tratamos de hablar con los propietarios y educarlos en el uso correcto del animal. Y algunos de ellos se interesan y agradecen la ayuda", explican en Animals Angels.
"El estado habitual de los asnos deja mucho que desear", confiesa Ali Ziani, un joven filólogo de Temara que desde hace 9 meses colabora en esta organización internacional en los mercados semanales de Temara y Skhirat. "El utilizarlos a diario hace que estén en mal estado debido a las cargas excesivas o a la poca conciencia de los propietarios que los dejan muchas horas expuestos al sol sin ofrecerles agua ni tampoco quitarles los arneses para descansar. Llevamos spray desinfectante para curar las heridas que dejan los arneses, que muchas veces están en mal estado o no están bien colocados", explica Ali a la SER.
Esta organización, junto a la española Refugio del Burrito, ha realizado un taller de tres días para la población rural y las organizaciones empresariales de Marruecos. Enseñan a manejar los animales y los problemas derivados de utilizar arneses pobres o de no ajustarlos. Ha tenido éxito y ya se plantean el próximo curso en Marruecos; aunque a veces es difícil concienciar a los propietarios. "Valoran el precio del animal, y como es barato lo cuidan menos que, por ejemplo, a un caballo, que cuesta alrededor de 400 euros", detalla Ali.
En Marruecos se puede seguir disfrutando de esa estampa costumbrista que nos traslada a tiempos lejanos en nuestro país. La modernización del transporte y la mecanización del campo mandaron a los borricos al paro, que durante siglos sirvieron también en España como animal de carga y tracción. Además tuvieron que soportar palos e insultos, además de la humillación de ser sinónimo de ignorancia y tozudez.
En la otra cara, la más tierna y agradable, España también tuvo un asno famoso, Platero. "Pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón; que no lleva huesos", lo describía Juan Ramón Jiménez en su libro infantil Platero y yo. Y dignificaron a este animal grandes figuras internacionales al apadrinar uno; desde los escritores José Saramago y Antonio Gala, hasta el grupo musical Medina Azahara, pasando por los periodistas reconocidos Carlos Herrera y Jesús Quintero (El loco de la colina).