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POLÍTICA | UNA MIRADA ATRÁS

Cuarenta años de la legalización de los partidos políticos en España

La Ley de Asociaciones Políticas fue el primer paso hacia el actual sistema de representación parlamentaria

La ponencia de Adolfo Suárez resultó crucial para su aprobación

Adolfo Suárez, ya como presidente, en el pleno de la Reforma Política presidido por Torcuato Fernández Miranda. / FOTOTECA RTVE (EFE)

Adolfo Suárez, ya como presidente, en el pleno de la Reforma Política presidido por Torcuato Fernández Miranda.

Madrid

Habían transcurrido escasos siete meses desde la muerte de Franco pero en la vida política, a pesar del clima enrarecido por la incertidumbre y la novedad, las Cortes preconstitucionales bullían entre propuestas, plenos, ponencias y votaciones de diversos proyectos de reforma democrática.

Uno de esos pasos previos hacia el sistema actual fue la Ley sobre el Derecho de Asociación Política, que comenzó a tramitarse el 8 de junio de 1976 y entró en vigor ocho días después. En ese impasse, también se planteó —con menos éxito— la modificación del Código Penal, lo que constreñía a la nueva norma bajo la rigidez de la legislación franquista.

Hasta ese momento, las fuerzas opositoras con estructura y jerarquía de partido estaban organizadas en el exilio. Dentro de España, la oposición se vertebró en Coordinación Democrática —la popular "platajunta"—, integrada por sectores de diversa tendencia: desde democristianos hasta socialdemócratas, pasando por sindicalistas y figuras cercanas a Juan de Borbón o al PCE.

Los procuradores de Cortes —entonces no había diputados— más inmovilistas no tardaron en mostrar sus discrepancias con la propuesta de la asociación política, y como ya hicieron ante una medida similar en 1974, se opusieron con total rotundidad por considerar la pluralidad ideológica que acarrearían los partidos políticos, contraria a los postulados del Movimiento Nacional.

Uno de los ponentes a favor del proyecto de Ley fue Adolfo Suárez, todavía ministro-secretario general del Movimiento, que gracias a su peso dentro del aparato político franquista, contribuyó a disipar las numerosas dudas de una parte de los procuradores. Desde la tribuna de oradores, Suárez apeló con convicción a la necesidad de avalar una reforma "pensada para la libertad y concebida como un importante instrumento para la democracia", con el objetivo de "construir un amplio sistema de libertades políticas para todos".

Finalmente la propuesta salió adelante con 338 votos a favor, 91 en contra y 25 abstenciones. Quedaba emprendida así la transición hacia el pluripartidismo y la democracia representativa en nuestro país.

 
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