Poliédrico Fernando del Paso

Madrid

Puede que haya tenido problemas de habla por uno de esos achaques que ha sufrido Fernando del Paso, pero su mensaje es claro como el agua clara: "Las cosas no han cambiado en México sino para empeorar, continúan los atracaos, las extorsiones, los secuestros, las desapariciones, los feminicidios, la discriminación, los abusos de poder, la corrupción, la impunidad y el cinismo". Y aunque podamos identificar algunos también extendidos a este lado del Atlántico, son males de un México al que Fernando del Paso critica con vergüenza que se traga para aprovechar la entrega del premio Cervantes y denunciar lo que considera el comienzo de un "estado totalitario que no podemos permitir".

Esto es, la "Ley Atenco, una ley opresora que habilita a la policía a apresar e incluso a disparar en manifestaciones y reuniones públicas a quienes atenten, según su criterio, contra la seguridad, el orden público, la integridad, la vida y los bienes, tanto públicos como de las personas".

No habían pasado ni tres párrafos de su discurso y así de rotundo se mostraba. Como rotundo se mostraba en su declaración de pertenencia a la lengua "castellana". "desde hace 81 años y 22 días, cuando lloro, lloro en castellano; cuando me río, incluso a carcajadas, me río en Castellano y cuando bostezo, toso y estornudo, bostezo, toso y estornudo en castellano. Eso no es todo: también hablo, leo y escribo en castellano".

El autor de Palinuro de México fue también contundente citando su ADN literario al mencionar todos los escritores españoles que no es que le hayan influido, en que "a los españoles los traigo en la sangre". También a los latinoamericanos que "son parte de mis lecturas más importantes y por lo tanto de mi vida".

No vestía como lo hizo el día del cuarto centenario de la muerte de Cervantes, cuando llegó al Círculo de Bellas Artes de Madrid para leer el primer capítulo de 'El Quijote de la Mancha'. Entonces llevaba una chaqueta color rosa chicle a juego con los calcetines, una camisa morada y corbata en otro tono rosa. Sin embargo, la chaqueta azul dejaba ver una corbata con los colores de la bandera de España. Quizás podría decir que es una nota del humor que impregna su obra y que dejó claro en su discurso.

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Humor que incluye el reírse de sí mismo. Por ejemplo, enumeró casi todos y cada uno de los achaques, operaciones y problemas médicos que ha tenido en los últimos años para asegurar que nunca fueron un impedimento para viajar a España para recibir el premio. "Tan mal he estado en los últimos tiempos que cuando alguien me vio me dijo: pero hombre, ¿así va usted a ir a España? Y yo le contesté: "yo a España voy así sea en camilla de propulsión a chorro o en avión de ruedas". El auditorio estalló en una carcajada.

También hubo algo más que sonrisas cuando el autor se definió como "ambisiniestro" gracias a "dos señoritas que no eran monjas" de su escuela de pre-primaria que eran "muy católicas y tan malandrines que me daban con grandes bríos y denuedo reglazos en la mano izquierda –soy zurdo- cuando intentaba escribir con ella".

Consciente de que su escritura es "riesgosa", se comprometió a no dejar de escribir hasta el último momento. Ese compromiso lo adquirió cuando en Londres, mientras disfrutaba con su beca Guggenheim, encontró una camisa olvidada por otro poeta mexicano tabasqueño que murió en un accidente de tráfico en Italia. Según confesó del Paso, "cada vez que yo sentía pereza de escribir, desánimo o escepticismo, me ponía la camisa y comenzaba a trabajar. Consideré que yo tenía un deber hacia aquellos artistas cuya muerta prematura les impidió decir lo que tenían que decir". Ese es parte del legado que depositó en la Caja de las Letras, en la sede del Instituto Cervantes de Madrid.