Reír por no llorar o la historia de cómo España echa fuera a su generación más preparada
Antena 3 estrena 'Buscando el norte', comedia que aborda el drama de los jóvenes españoles que se marchan fuera para buscar un trabajo acorde a sus estudios
Madrid
A Álex y a Carol les está afectando la crisis, en lo económico y en lo personal, como a tantos jóvenes españoles. No es solo que no tengan un euro para comprarse un capricho -o para poder independizarse, algo mucho menos banal-, es que existe una frustración por estar formándose durante años, invirtiendo tiempo, dinero y esfuerzo y; una vez que se obtiene el preciado título universitario, se topan de bruces con la realidad de España: no hay trabajo para su generación más preparada.
Álex y Carol no son más que dos personajes ficticios a los que dan vida Antonio Velázquez y Belén Cuesta en la comedia que Antena 3 estrena este miércoles, 'Buscando el norte'. Es la adaptación televisiva de la película -también de Atresmedia y de Producciones Aparte'- 'Perdiendo el norte', una de las más taquilleras de 2015.
Con historias y escenarios parecidos -tanto la serie como la película se han rodado a caballo entre Berlín y Madrid-, lo único que no comparten ambos proyectos es el elenco actoral. Además de Velázquez y Cuesta, en 'Buscando el norte' se encuentran también Terele Pávez, Manuel Burque, Silvia Alonso, Kimberley Tell, Fele Martínez, Elisa Mouliaá, Goizalde Núñez, Jesús Carroza…
"Es un tema latente en España: estamos echando a la generación más preparada. Es triste. Me parece muy interesante que se retrate. Además de actual, es necesario que se plasme y se evidencie. Si se puede contar con humor, mucho mejor. El humor permite contar realidades más duras", afirma Kimberley Tell. La actriz británica, afincada en España, da vida en esta serie a Ulrike Ruiz, hija de un español que emigró a Alemania en los sesenta y que se casó con una alemana. Ulrike, pese a sus raíces españolas, desdeña la cultura de la patria de su padre sintiéndose superior a quienes considera que son unos vagos y fiesteros: los españoles. Una comedia que se hace fuerte en el tópico para meterse en la realidad del choque de culturas provocado por la emigración.
"Si te escuchan hablar español en una cola para entrar a una discoteca, probablemente, cuando llegues a la puerta te digan que el aforo está lleno y no puedes pasar", afirma el actor Antonio Velázquez, quien ha sido testigo de este tipo de discriminación alemana en alguna ocasión en la que los actores salieron a tomar algo por Berlín a la finalización de la jornada de grabaciones.
Allí, en la capital alemana, charlamos con algunos de los actores para que, a través del tópico, la generalización y la ironía, explican cómo han vivido su experiencia allí. Cómo han visto a esos ciudadanos que comanda Merkel, que devoran salchichas y que juegan al fútbol solo para ganar. Porque en el tópico, con lo desacertado que supone convertir lo particular en la norma, quizá se halla más verdad de lo que unos y otros estamos dispuestos a admitir.
Belén Cuesta: Ruidosos y vagos, sobre todo. Nos ven muy mal [risas]
Antonio Velázquez: No soy mucho de etiquetar y nosotros pasamos más horas rodando aquí en Berlín que saliendo por ahí… Pero sí, esa fama de poco trabajadores, tenemos la fama de fiesteros en toda Europa.
Kimberley Tell: Como unos vagos, unos irresponsables que prefieren trabajar muy poco y prefieren vivir a costa de otros que se esfuerzan mucho más que ellos. Los ven como unos fiesteros.
BC: Siento decirlo, pero no es verdad. Yo vine antes de saber que haría esta serie y, justo en el hotel que me alojé, había muchos españoles trabajando; era gente que no habían estudiado, precisamente, para acabar trabajando en un hotel. Habrá de todo… Habrá españoles a los que les vaya muy bien en Alemania… pero no la conozco [ríe]
AV: Sí, es un bulo. Es una llamada. Era una salida, sobre todo en los años 60. Cuando te aprietan, buscas salida por donde sea. A Francia se iba la gente a vendimiar… Yo conozco a gente de mi pueblo que se fue a Alemania y se quedaron a vivir. Muy mal no les fue, pero significa renunciar a lo que tenías. Depende de las circunstancias de cada uno. El primer milagro alemán es aprender su idioma… [risas]
KT: Cuando te vas fuera, normalmente, tienes los trabajos que no quiere nadie. Pero yo creo que un alemán, si te esfuerzas y les demuestras que eres muy trabajador, te respetarán. Pero creo que tienes que demostrarles más de lo que te piden.
BC: Hombre, saben mucho de salchichas… ¿por qué no aprender de salchichas?
AV: A hacer coches… [risas] La tecnología alemana es muy buena.
KT: El esfuerzo. Aunque no lo creamos, sí que hay mucho caradura en España y mucha cultura del intentar hacer menos y conseguir más. Si fuéramos más honestos y pusiéramos un poco más de nosotros mismos conseguiríamos más cosas.
BC: Creo que a reírse más de ellos mismos. Bueno, a reírse más, en general. También a ser más amables. Aquí, si ves una embarazada y le preguntas que de cuánto tiempo está o si va a ser niño o niña, te responden que eso no te importa, que es privado. O si algún compañero de trabajo se va de vacaciones y le preguntas lo típico de ¿qué tal? ¿Dónde has estado?, te responden con lo mismo: es privado.
AV: A no ser tan estrictos, a no tener dentro ese palo que les hace ir tan derecho.
KT: A relajarse un poco, que no todo es tan importante. Yo soy partidaria de trabajar para vivir y no al revés.
BC: El 3G, lo primero, para mandar un whatsapp a mi madre [ríe]. A mí me sobra aquí el agua con gas, que aquí te la intentan colar por todos lados. El agua sin gas tiene muchos tipos de nombre aquí, yo agito siempre la botella para saber si tiene gas o no.
AV: El 3G, los datos [risaa]. Es verdad que dicen que hay wifi en todas las esquinas de Berlín. Es mentira, solo en el hotel. Yo soy muy apegado a mi familia y, desde donde esté, hago la llamada a mi madre todos los días. Así que… a tirar de datos. Yo echo, bastante, de menos mi país siempre que viajo. Echo de menos esa energía que tenemos los españoles.
KT: El clima. El sol y la luz de España, que aquí se va muy rápido… No sé si podría vivir mucho tiempo en un país frío. No sé si ocurrirá en el resto de Alemania. Berlín es una ciudad diferente, muy moderna en la que sí podría vivir…
BC: Me gusta lo de la bici. Madrid tiene, pero no es lo mismo. Aquí es como tradicional. También lo del reciclar, Alemania es más verde. También lo de los perros: se les cuida muy bien. Tú pagas un impuesto por tener perro, pero si te quedas en paro, el Estado te sufraga los gastos que -como llevarlo al veterinario- que ocasione tener mascota. Además, como pagas un impuesto, tienes derecho a pasar con tu perro en bares, tiendas, metro…
AV: No… Es verdad que es fantástico estar aquí rodando, con mis compañeros… pero yo no viviría en Berlín. Sin embargo, en México que he estado trabajando sí que viviría allí. Berlín es una ciudad curiosa, es una ciudad oscura, los metros pasando por encima, esas tuberías gigantes por las calles…
KT: Mucha oferta cultural. Aquí aprovechan espacios, aprovechan viejas fábricas para convertirlas en galerías, para hacer conciertos… Hay muchos sitios para cenar con música en directo.
BC: Yo creo que un español en Alemania… Aquí hay sitios donde no nos han dejado entrar por ser españolitos… y eso está feo.
AV: Va de la mano, en este momento. Si un español en Alemania, un actor en España parece que también. Parece que somos los que no quisimos estudiar, perro-flautas… No sé.
KT: Depende de a quién preguntes… no sé. Igual un actor en España [ríe]
BC: Mal. El codillo está bueno, pero no te vas a comer un codillo todos los días [rísas]. En el pan sí se lo curran, hay muchos tipos diferentes y están muy buenos. El poster, también. Honestamente, para comida, la nuestra.
AV: A alguien de mi pueblo, sobre la comida alemana, le diría que los alemanes comen mucho. Si vas a un sitio típico alemán, con cerveza y codillo, no te vas a encontrar la gran cocina de cuchara que conocemos nosotros. La salchicha, el curry…
KT: Está la comida tradicional, que son platos muy contundentes, pero en Berlín se lleva mucho la comida bio que es bastante sana.
BC: Le diría que en su época era todo mucho más difícil, que se tuvo que venir con una mano delante y una detrás y que la manera de comunicarse con su familia en España era mucho más complicada.
AV: Ese español tiene licencia para matar [ríe]. Todo lo que salga por su boca es la voz de la experiencia. Ahora estamos más cerca de casa, estemos en el lugar que estemos del mundo. Las nuevas tecnologías lo permiten. Pero es triste ver cómo la historia se repite. Algo estaremos haciendo mal.
KT: Yo creo que verán con bastante tristeza que la historia se vuelva a repetir. Quizá antes era peor porque antes se marchaban por necesidad de trabajar en algo, en lo que fuera. Ahora, muchos se van para intentar conseguir algo que considera que merece acorde con lo que ha estudiado. Lo triste es que te tienes que ir España, no buscando un sueño, sino la realidad que mereceríamos tener en España.
BC: Se habla de lo difícil que es emigrar. Lo que la serie refleja son muchos tipos diferentes de inmigrantes españoles; desde el que se va porque le apetece vivir una experiencia hasta el que se va porque no le queda más remedio. Lo duro que es estar lejos de casa y el valor que tiene el jamón serrano cuando no lo tienes cerca.
AV: Dicen que las sitcoms parten de una situación dramática. Aquí, todo lo que le sucede a los personajes es un drama. Vienes de Madrid a buscarte la vida en Berlín para poder pagar tu vida en Madrid. Fíjate si es dramático. Tienes una carrera, de enfermero, te vienes aquí para trabajar y lo primero que necesitas es hablar un idioma que desconoces. No es oro todo lo que reluce. Esta comedia no expone solo la barrera del idioma o del choque cultural, debajo hay un drama. Creo que la gente se va a sentir identificada, no tanto el que está fuera… como sí el que se queda aquí: padres, amigos, novias…
KT: El trasfondo de la serie es muy serio, aunque luego sea una comedia. Es un tema latente en España: estamos echando a la generación más preparada. Es triste. Me parece muy interesante que se retrate. Además de actual, es necesario que se plasme y se evidencie. Si se puede contar con humor, mucho mejor. El humor permite contar realidades más duras.