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Política | Actualidad
LA CAMPAÑA SOCIALISTA

Pedro Sánchez sale a ganarle a las encuestas y gobernar a la primera

Tras renovar sus estructuras y recuperar gran parte del poder institucional, el PSOE afronta una campaña muy diferente a la de las generales de 2011. Su reto ahora es taponar la sangría de votos en las grandes ciudades, sobre todo el procedente de la generación de los 80, y frenar el auge de sus nuevos competidores a izquierda y derecha

El candidato socialista, Pedro Sánchez, posa junto a su cartel electoral. / PSOE (ACN)

Madrid

"Los sondeos nos han venido mal sistemáticamente, en municipales y autonómicas y también en las catalanas, y siempre el resultado ha sido mejor". Es la reflexión que hacen fuentes del Comité Electoral del PSOE, que aspira a ganar a las encuestas el próximo 20D. Se dan por satisfechos sacando un solo voto más que el PP para "vencer a la derecha", el reclamo que usará Pedro Sánchez en estos quince días en los que va a intentar convencer a los electores de que solo el PSOE puede, realmente, puede propiciar el cambio. A esta campaña, dicen los socialistas, salen a ganar, aunque la aspiración que acarician con más realismo es poder gobernar.

Dependerá de los resultados propios y de los ajenos, que determinarán si hay opciones de pactos. Ahí estará la clave de que Pedro Sánchez pueda o no ser presidente del Gobierno a la primera, menos de un año y medio después de acceder al máximo puesto de resposabilidad del PSOE tras ganar las primarias en su partido y sin haber logrado aún la estabilidad interna suficiente como para poder tener una carrera interna garantizada a medio plazo, pase lo que pase el 20D. En ningún momento se ha librado Sánchez del ruido interno y el cuestionamiento de su liderazgo desde sectores críticos del partido (especialmente desde la potente federación andaluza) aunque, decretada la tregua electoral, todos los activos socialistas, barones, baronesas y ex líderes, se dejarán ver por poliderportivos y mercados para intentar aprovechar la "oportunidad para el cambio". Presentan a un partido renovado respecto al que en 2011 descendió a su peor marca en generales (28,76% de los votos), pero que también se enfrentan al reto de sortear obstáculos nuevos.

En Ferraz tienen un termómetro: a su candidato le gritan "guapo, guapo" y le piden selfies. La test de la calle lo superó Pedro Sánchez en las elecciones municipales y autonómicas de mayo pasado, aunque el conjunto del partido notó en esa campaña que la aceptación del partido era otra. "Podemos hacer campaña, en 2011 era imposible", narra una diputada de las que en el otoño de hace cuatro años padeció desapego y, en muchos casos, hasta enfado de los electores con el PSOE.

Los socialistas llegaron a las generales de 2011 noqueados después de quedarse diez puntos por debajo del PP en las municipales. Alcaldes y concejales socialistas fueron desalojados, perdiendo el anclaje institucional y también el ánimo para afrontar unas elecciones solo seis meses después. Algo similar, dicen fuentes del PSOE, le ocurre ahora a los populares. Se han intercambiado los roles: el PSOE obtuvo 2.800 alcaldías, gobierna en coalición aproximadamente en otros 400 ayuntamientos, preside 17 diputaciones provinciales y siete gobiernos autonómicos. Es nuevo el contexto, por tanto, con unas siglas fortalecidas por el poder y son nuevos también los candidatos: el nivel de renovación de las listas roza el 80%. Y es que el PSOE de Pedro Sánchez ha barrido de las candidaturas del PSOE lo que quedaba de la vieja guardia y todos los referentes del zapaterismo. 

Cómo gestionar el postzapaterismo y la herencia recibida, en este caso en Ferraz, ha sido uno de los asuntos que más dolores de cabeza ha dado a la nueva dirección socialista. Hay quienes admiten que el PSOE todavía arrastra "debilidad de marca" (así lo aseguró el castellanomanchego Emiliano García Page hace unos días) pero el lider socialista llega a esta campaña decidido a reinvidicar lo bueno de las administraciones de Rodríguez Zapatero (coincidirá con él por primera vez en un mitin en Gijón, el día 10) y a convencer a los votantes de que este nuevo PSOE ha aprendido de los errores de su partido.

Tiene que intentar taponar una herida por la que se ha desangrado el PSOE en las últimas citas electores y que constatan las encuestas: los votos de los electores de entre 30 y 45 años, la generación que coreó ilusionada el "No nos falles"  el día que José Luis Rodríguez Zapatero celebraba en el balcón electoral de Ferraz sus resultados de 2004. A ellos, sobre todo a aquellos que viven en las grandes ciudades donde las nuevas formaciones políticas se presentan como alternativa, va dirigida la campaña 80 medidas para la generación de los 80. Descendiendo un peldaño generacional más, el PSOE tiene otro reto importante: conectar con el millón y medio de nuevos votantes que, a priori, descartan optar por las formaciones tradicionales.  

El panorama electoral con el que se encontrará Pedro Sánchez va por barrios. Por comunidades autónomas, más bien. Durante la campaña electoral estará dos veces en Andalucía (Sevilla, el 12 de diciembre, y Málaga, el día 17), en ambas cita con la presidenta Susana Díaz, que lidera la federación que más rápidamente ha superado la travesía del desierto electoral del PSOE. El PSOE perdió las generales de 2011 en su bastión del Sur pero comenzó su recuperación ganando en las europeas de 2014. Los de Díaz confían en cosechar el 20D su cuarta victoria consecutiva, conservando los 25 escaños actuales, pese a la irrupción de Ciudadanos y Podemos que, según esas cábalas, llegarían al Congreso a costa del PP andaluz. La otra victoria territorial puede producirse en Extremadura, cuyo gobierno recuperó Guillermo Fernández Vara en mayo pasado.

Nada que ver con la foto, a día de hoy, del otro territorio que, históricamente, ha sido clave para conquistar a un socialista: Cataluña. Coinciden muchas voces del partido en que las idas de venidas del discurso del PSC en el debate soberanista, sumada a la promesa incumplida de respetar íntegramente el contenido del Estatut aprobado por el Parlamento catalán, están en la raíz del problema en Cataluña. En las pasadas autonómicas, en pleno envite independentista, los municipios tradicionalmente socialistas del cinturón metropolitano de Barcelona se tiñeron con el naranja de Ciudadanos. Un 80% de los diputados del partido de Albert Rivera en el Parlament proceden de esa circunscripción, a pesar de que en la convocatoria de septiembre pasado se produjo una importante movilización de socialistas que, tradicionalmente, no votaban en autonómicas. El CIS publicado este jueves añade un factor más de incerdidumbre en Cataluña: se mantiene la tradición de voto dual (es decir, que los catalanes votan diferente en autonómicas y generales) pero en este caso no en favor del PSOE, ya que la encuesta sitúa en primer lugar a En Comú Podem, las siglas de Iglesias para esta convocatoria.

El de Barcelona es un distrito cargado de incertidumbre para el PSOE, por las circunstancias especiales de la política catalana, por el tamaño de la circunscripción que como Alicante, Sevilla, Valencia y Madrid facilita la entrada de los partidos emergentes que, para mayor preocupación en el PSOE, tienen en esas zonas urbanas el entorno más propicio para arrastrar votos.        

Y es que, aunque la guía de campaña del PSOE ningunea a Podemos y Ciudadanos y los califica como "actores secundarios", la tozuda realidad de los hechos ha llevado al candidato a mencionarlos a diario. Apela al voto útil de los ciudadanos de izquierdas que quieran un cambio que, según repite el PSOE, no garantiza la formación de Pablo Iglesias (está "desfondada", en palabras de Pedro Sánchez) ni la "derecha de Albert Rivera", que en Ferraz cuentan con que apoyará al PP si finalmente tiene la llave del gobierno. Así se empeñan en trasladarlo para alimentar una hipotética corriente de voto útil.

Pero al PSOE, coinciden varias fuentes del partido consultadas, le amenazan ahora por la izquierda y la derecha. Antes de las elecciones catalanas, incluso lo más pesimistas del PSOE defendían que, dejando al margen Cataluña, todo lo que subiera el partido de Albert Rivera en el resto de España sería una buena noticia para los socialistas porque sería un ascenso a costa del PP. El empuje en las catalanas, primero, y en las encuestas después ha pulverizado esa teoría. "No sé dónde tienen su techo", admite un histórico socialista. "Ahora están en la ola y lo que queda por saber si finalmente será un tsunami", añade. Muchos socialistas admiten en privado que el PSOE no ha logrado capitalizar todas las ganas de cambio y que, a día de hoy, los de Rivera también son una amenaza para sus intereses, por mucho que el propio Pedro Sánchez asegura que Ciudadanos son "las nuevas generaciones del PP" surgidas para dar satisfacción al votante de derechas.

Identificar a Albert Rivera con la derecha y situar a Pablo Iglesias en una posición de outsider sin propuestas realizables es uno de los objetivos de los dos debates de Sánchez con los líderes de Ciudadanos y Podemos. Uno fue el del diario El País, que se celebró el pasado día 30 y el segundo, ya con la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría en la mesa, será el lunes 7 de diciembre. Siete días después, Pedro Sánchez se medirá a solas con Mariano Rajoy, a quien la guía electoral del PSOE identifica con el verdadero y único rival a batir. Y ahí, según ha avanzado ya el propio el líder socialista, irá a por todas, echando en cara al presidente del Gobierno la voladura del Estado del Bienestar y que no dimitiera en 2013 cuando aparecieron los papales de Bárcenas. Los socialistas quieren jugar fuerte la baza de la corrupción contra el PP.

La televisión tendrá un papel importante en la campaña de un candidato que se reivindica como el político que antes y mejor ha innovado en sus incursiones televisivas: llamó por teléfono a Jorge Javier Vázquez, escaló montañas con Jesús Calleja, jugó al baloncesto con Ana Rosa Quintana y se abrazó al cojín amarillo del sofá de Bertín Osborne evocando a sus ligues. Será el líder que más debates electorales protagonice (uno en precampaña y dos en campaña) pero en el Comité Electoral del PSOE son conscientes de que las campañas más televisivas serán las de los partidos emergentes. No les preocupa en exceso. Aseguran que las elecciones se ganan pueblo a pueblo y que, en estructura y movilización, no tienen rival: "Ellos tienen los platós, nosotros tenemos los territorios", aseguran.

 
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