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Cataluña, ¿oportunidad o laberinto?

El desafío catalán es, antes que nada, una ventana de oportunidad en la estrategia electoral, el único criterio que vale ahora para reaccionar ante los acontecimientos

Manifestación de la Diada en el año 2012 / EFE

Manifestación de la Diada en el año 2012

Madrid

Hubo un momento, apenas hace unas semanas, en que algunos en la dirección del Partido Popular se planteaban seriamente si no sería conveniente sacar de la campaña el asunto catalán. La estrategia entonces pasaba por centrarse en la aparente recuperación económica, y huir de los “discursos-experimento”. Es decir, de las propuestas de reforma constitucional y regeneración democrática. En esos terrenos, la credibilidad del PP no era mucha.

Las fuerzas soberanistas catalanas, sin embargo, con su explosiva propuesta de desconexión de España y su amenaza de desacato a las decisiones del Tribunal Constitucional, que debatirán este mismo lunes en el Parlament, lo han cambiado todo.

“La reacción de Rajoy, al encabezar la respuesta a ese desafío con una ronda de consultas con en el resto de líderes, y sobre todo al arrancar a Sánchez y a Rivera el compromiso de apoyo a las respuestas judiciales del Gobierno, ha lanzado oficialmente la campaña”, reconocen en el PP. Cataluña, y no la economía, ha sido finalmente la vía para perfilar a ese Rajoy fiable, con experiencia y con sentido de estado que los datos económicos no lograban apuntalar.

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Al Partido Popular le resulta muy tentador envolverse en la bandera. Asesorado por su gurú Pedro Arriola, Rajoy ha pillado al vuelo la oportunidad de ganar votos. El desafío catalán es, antes que nada, una ventana de oportunidad en la estrategia electoral, el único criterio que vale ahora para reaccionar ante los acontecimientos. Cuando uno solo tiene un martillo, todos los problemas le parecen clavos.

A primera vista, esta llamada a la unidad se convierte para el resto de partidos en el abrazo del oso. Al conceder la iniciativa al Gobierno elevan la categoría del candidato Rajoy, y son conscientes de que cualquier crítica podría verse como un desmarque, o lo que es peor, una deslealtad.

Pero no se resignan, y creen que al presidente del Gobierno no le ha salido tan bien la jugada. “Qué casualidad, que tras años de gritar desde la oposición que España se rompía con un gobierno socialista, haya sido bajo el mandato de Rajoy cuando la situación haya llegado a esta gravedad extrema”, dicen los responsables de campaña del PSOE.

Rajoy no ha hecho nada durante estos tres años para poner remedio a un problema que se agravaba por momentos, acusan. Y sigue siendo incapaz de ofrecer una respuesta política más allá de movilizar a su batallón de abogados del estado. Los socialistas o Ciudadanos, por el contrario, acuden a las elecciones del 20-D con propuestas bajo el brazo dos reformas constitionales. Mucho más definida la socialista respecto a la cuestión territorial, es cierto, pero ambas fuerzas coinciden en el diagnóstico principal: la vía judicial es necesaria pero representa el fracaso de la vía política.

“Ahora nos toca poner pie con pared y apoyar al Gobierno”, reconoce un veterano socialista. Pero la campaña es larga y muchos dudan que el desafío catalán pueda prolongar en el tiempo la tensión. “Seguirá siendo posible hablar de la corrupción o las desigualdades económicas”, recuerdan, que en los sondeos aparecen tenazmente como las principales preocupaciones de los ciudadanos.

 
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