Theo Jansen, el esclavo de los tubos

Madrid

Los eligió por una cuestión de dinero (son baratos). Y se sometió a su disciplina. Lo afirma convencido el artista holandés cuyas criaturas se pueden admirar en la Fundación Telefónica de Madrid. “De hecho, yo soy esclavo de los tubos. No soy el hombre. No soy el artista. Soy el esclavo. Y así se puede decir. Desde luego, espero que esto afecte a otras personas para que continúe con este trabajo. Y espero que haya más personas que se centren en estas bestias de la playa. Y que puedan seguir con el conocimiento que yo ya he acumulado durante todos estos años”.

Preocupado por la evolución y por la biología, creó unas bestias de playa, vigilantes de la costa. Criaturas cinéticas movidas por el viento buscan la autosuficiencia, han evolucionado hacia el aire comprimid como fuente alternativa de vida. Pero siempre están los tubos y nada más que los tubos. “Me he hecho adicto a los tubos. Y hablo su lenguaje. Hablo con los tubos. Me dan consejos. Y cuando termina todo el proceso, me asombra de que estas criaturas sean tan bellas. Es una belleza que no he pretendido, pero que es ofrecida por los tubos”, asegura convencido.

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El siguiente paso, en realidad, la meta es una: la inteligencia. Pero ¿pueden los tubos crearla? Jansen lo tiene claro: “cuando haya dejado este planeta, quizás en 20 años, quisiera saber que existe un nuevo espécimen sobre la tierra y así que haya un nuevo animal”.

Es el milagro de lo que podrían ser robots, una especie la de las bestias de la playa que han atravesado varias etapas evolutivas desde el año 1990 y que buscan la autosuficiencia, la propia inteligencia y, por lo tanto, la vida independiente.