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"Pienso en ponerme velo en determinados sitios, ahora los extranjeros somos un blanco"

Las inversiones extranjeras se ven amenazadas por la amenaza extremista en Túnez

El puerto de Kantaui, en la ciudad tunecina Susa, este sábado sin apenas turistas, ya que solo unos pocos han decidido proseguir con sus vacaciones en el país tras el atentado. / Javier Martín (EFE)

El puerto de Kantaui, en la ciudad tunecina Susa, este sábado sin apenas turistas, ya que solo unos pocos han decidido proseguir con sus vacaciones en el país tras el atentado.

Túnez

No está siendo fácil para los tunecinos asumir que uno de los suyos ha causado esta masacre en una ciudad que vive, en su mayoría, del turismo. Los tunecinos entienden este segundo atentado en menos de 4 meses como un ataque a uno de los pilares del país. El turismo, representa más del 7% del PIB. Y da empleo directo a medio millón de personas, es decir, a un 14% de su población activa, según el último informe del Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC).

Port Kantaoui, la zona más turística de lo que llaman "la perla del Sahel". El puerto está rodeado de tiendas de souvenirs y restaurantes con terrazas enormes que hoy están prácticamente vacías. Los extranjeros que hay prácticamente no salen de los resorts en los que están alojados. Mahran trabaja en el puerto desde 2008, actualmente en uno de los restaurantes que, ayer sólo atendió a dos mesas en todo el día cuando, normalmente, sirve a más de 40. Dice que si la situación sigue así va a perder su trabajo, ya se lo han advertido. "La gente viene a Túnez buscando el sol. Pero para tener sol también pueden ir a Marruecos o a Egipto. Rezamos porque la gente venga... Sino vamos a perder nuestros trabajos. Es terrible para nosotros".

Zizou es animador en un hotel de Susa. Muchos turistas se han ido así que él, de momento, ya está parado. Cree que este segundo atentado, en menos de cuatro meses después de que ocurrió en el museo El Bardo, es una estacada para todo el país. "Nadie va a pagar dinero por venir aquí a que le maten", dice. Piensa que los tunecinos van a tardar mucho en remontar esta situación, "los terroristas no solo están matando a turistas, nos están matando a nosotros también".

La amenaza del extremismo radical también pone en peligro las inversiones extranjeras. Patricia, española, lleva 15 años viniendo a Túnez, comercia con artesanía tunecina. Asegura que este país es mucho más libre después de la revolución, pero también más inseguro. Ella ahora se siente "un blanco" para los extremistas así que, desde el atentado en El Bardo, cuida los lugares que visita, "no voy a sitios turísticos, intento hacer la vida que ellos llevan, incluso ahora pienso en ponerme velo según en qué lugares para pasar desapercibida".

Todos coinciden, en definitiva, en que los extremistas quieren desestabilizar un país que empezó a caminar hacia la apertura tras la caída del dictador Ben Alí en 2011 pero que, por discrepancias internas y, ahora sobre todo, por la amenaza consumada del terrorismo, no termina de despegar.

 
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