Gambia, la puerta amable de África
Uno de los lemas más repetidos en el más pequeño de los países del África continental es “In Gambia, no problem”. Quizás porque es capaz de obsequiar al viajero con una mirada serena y un contacto cercano y relajado con el continente negro, o porque es bastante segura si la comparamos con otros países de la zona. A pesar de tener un ancho de poco más de 55 kilómetros que se incrustan en el corazón de Senegal, Gambia ofrece a sus visitantes hermosísimas playas, coloridas aldeas y mercados, el orgullo de una vida tradicional y unos parajes naturales desaparecidos ya en otras regiones del entorno. Por eso es una puerta muy recomendable para quienes busquen una primera incursión viajera a África.
¿Cómo un país tan pequeño es capaz de sorprender tanto? ¿Qué es lo que Gambia tiene para producir tantas sensaciones?
Lo primero que llama la atención de Gambia es verla sobre un mapa. Si uno se fija se ve que es apenas una lengua estrecha que sigue el curso del río Gambia durante algo más de 400 kilómetros hasta desembocar en el Atlántico. Fue uno de los caprichos del colonialismo, que los británicos quisieron conservar por tratarse de uno de los mayores corredores de esclavos del continente. Se calcula que más de tres millones de personas fueron llevadas a América utilizando el cauce del río, la madre de esta pequeña nación independiente desde 1965. De hecho el personaje de Kunta Kinte, cuya vida fue un éxito televisivo hace varias décadas, era originario de este país. Aún se conservan recuerdos de este arduo y doloroso pasado que conviene no olvidar.
Otra cosa de lo que nos sorprende Gambia es que su capital, Banjul, no sea la ciudad más poblada del país. Lo es la cercana Serrekunda, donde se sitúa la mayoría de los hoteles dentro de una cornisa de playas de palmeras que tratan de convertir a esta zona en “el Caribe africano”.
Pero Banjul, que es en realidad una isla dentro de la desembocadura del río Gambia, sin poseer nada monumental, y apenas apreciarse su pasado colonial, cuenta con un mercado de alimentos y artesanía llamado Albert Market por el que conviene pasarse. Adentrarnos por los pasadizos de puestos es una de las mejores entradas que podemos tener en el país. Es entonces cuando uno se da cuenta de que ha llegado a África y que es la gente la verdadera protagonista de nuestro viaje.
En el mismo Banjul se mantiene la conocida como “Charca de los cocodrilos” en los que hay centenares de estos reptiles absorbiendo los rayos de sol. Petrificados y con unos colmillos afilados como espadas de acero, son los protagonistas de un lugar considerado sagrado por la etnia mandinga, mayoritaria en Gambia. Existe la tradición de que las mujeres que se bañen en estas aguas se quedarán embarazadas por orden divina. Si sobreviven, claro está, a las fauces de los cocodrilos.
Si nos dirigimos al sur, apenas a una hora de Banjul y a media de Serrekunda, nos encontramos con una aldea de pescadores llamada Tanji (también se puede ver escrita como Tangie). Cada día al llegar la tarde, retornan a la orilla decenas de barcas pintadas con vivos colores cargadas con el pescado conseguido durante la jornada. Se nos viene entonces una sucesión de escenas en cadena que justificarán por sí solas nuestro viaje a Gambia. Legión de fortachones se meten en el mar para traer en cubos y palanganas cantidades de pescado que, en ocasiones, supera los treinta kilos. Las mujeres también se acercan a por el género, bien para consumo propio o para venderlo a pocos metros, en la arena. Los niños, utilizando la picaresca, persiguen y despistan a los portadores del pescado con el objetivo de que se les caiga al suelo y así poder arrebatárselo.
Aquel lugar congrega todo lo auténtico que uno va buscando en África. Sin dudarlo, es el punto más fotogénico y apreciado de Gambia porque aún mantiene su valor alejado del turismo masivo. Es la realidad de un mercado multitudinario que se monta en plena playa y en el que un solo pestañeo nos despojará de miles de imágenes increíbles que se suceden en ese corto espacio de tiempo.
Los últimos 200 kilómetros del curso río Gambia se mezclan con la sal del mar. Eso provoca que la vegetación convertida en mangle, en cuyas raíces se adosan las ostras, rebrote en un universo de afluentes y canales naturales como el Madidi. Una enorme tropa de babuinos gustan de acompañar a la gente hasta las canoas con las que se puede recorrer este paraíso y disfrutar de los sonidos de la naturaleza además de la presencia de cocodrilos y cientos de especies de aves. No conviene olvidar que Gambia es uno de los países preferidos por los ornitólogos o, lo que es lo mismo, quienes tienen la pasión de observar y estudiar a los pájaros.
En la propia Serrekunda se encuentra Bijilo, considerada como una reserva natural ideal para hacer senderismo adentrándose en plena naturaleza. Su red de caminos se adentra en un bosque de palmeras y baobabs en los que nos podemos cruzar con numerosos monos, incluida la especie de lomo rojo, no demasiado fácil de ver. El Bijilo Forrest Park es uno de los lugares naturales más recomendables de Gambia.
No hay duda que una de las mayores satisfacciones de esta incursión al país más diminuto de África (continental) es ir a cualquier aldea, no importa cual, y ver aparecer a decenas de niños deseosos de jugar contigo. Ya que no son zonas turísticas el único interés de la gente es que les hables, dar unos toques al balón o verse reflejados en tu cámara de fotos. Es en este tipo de sitios donde se encuentran las miradas más inocentes, amables y agradecidas que uno pueda imaginar.
Al fin y al cabo Gambia lo que tiene es eso, gente que te obsequia con la mejor de sus sonrisas, gente de verdad. Metafóricamente dibuja la mirada de un niño que no tiene una montaña de juguetes amontonados, pero que no conoce el aburrimiento y que es feliz con lo que hay a su alrededor.
¿Gambia?… ¡no problem!
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