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Ese príncipe que fui

Alfaguara publica esta novela sobre un "pequeño nicolás" del franquismo, pero con clase.

Madrid

En una visita a Toloríu, en el Pirineo ilerdense, el autor descubrió una pequeña placa en una iglesia que contaba que allí había muerto una hija de Moctezuma. En los alrededores del pueblo, personajes de lo más variopinto buscaban tesoros con la ayuda de detectores de metales. 

La historia

¿Quién era aquella mujer y cuáles eran los tesoros escondidos?. Xipaguazin, la princesa en cuestión, llegó a España en 1520 acompañando a uno de los nobles que partieron con Hernán Cortés a la conquista de México. No está claro si llegaba por iniciativa propia o forzada por las circunstancias, el caso es que se asentó en Toloríu junto a una pequeña corte. Allí tuvo un hijo, enloqueció y murió. Cuenta la leyenda que el tesoro que trajo desde Tenotichtlan quedó enterrado en los alrededores del pueblo.

A mediados del siglo pasado, el hijo de un empresario catalán descubre que Xipaguazín era antepasada suya. Y a ese descubrimiento va a sacarle mucho partido con la ayuda de lo más casposo del régimen franquista.

La novela

A partir de estos dos personajes, Soler construye una ficción en la que encontramos una corte que, tras la muerte de Xipaguazin, se desplaza hasta Granada y se instala en el Sacromonte. Cuatro siglos más tarde, dos de los descendientes de esa corte, Crispín y Rufus, serán quienes ayuden a Federico Grau (Guillermo en la vida real) a montar su pequeño "imperio".

Las relaciones con el franquismo y su corte

Conocido es que el dictador intentó aproximarse a todas aquellas instituciones que pudieran ayudarle a legitimar su régimen. La posibilidad de tener en su entorno a un descendiente de la realeza, aunque esta fuera tan particular como la azteca, fue el gancho que utilizó Grau para colarse en la alta sociedad.

Año tras año, el príncipe organizaba espectaculares fiestas a las que acudía lo más selecto de la aristocracia catalana. Esa aristocracia catalana (y la del resto de España) se alimentó de los títulos nobiliarios que Grau repartió (previo pago) gracias a su realeza sobrevenida.

Por la novela circulan algunos de los nombres destacados de aquellos años del tardofranquismo, como Cela o Dalí, que son utilizados por el protagonista para asentarse en el círculo íntimo del dictador.

¿Otra novela más de "no ficción"?

Todo lo contrario. Seguramente la intención de Soler es burlarse un poco del género. Aunque buena parte de los personajes son reales y algunos hechos están contrastados, la historia es pura fábula, cargada de humor e inmersa en la secular tradición de la literatura picaresca en castellano.

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