Ronda y Antequera, un baño de cultura en Málaga


Todo empezó en Torremolinos, hará ahora cerca de 60 años. La costa malagueña, testigo impertérrito del paso de los fenicios, romanos, árabes y cartagineses, se fue transformando en uno de los lugares de veraneo más deseados por españoles y europeos. Como una mancha de aceite en papel de estraza, la Costa del Sol se pobló de apartamentos, sombrillas y toallas: Torremolinos, Fuengirola, Marbella, Estepona...; todo el turismo girando en torno a las beldades del Mediterráneo.
Desde entonces, el patrimonio malacitano ha vivido un poco a la sombra del goce y disfrute de sus pueblos costeros. No obstante, no todo es sol y playa en la segunda provincia más poblada de Andalucía. Invitados por el Patronato de Turismo de Málaga, un grupo de periodistas, fotógrafos y blogueros de viajes, visitamos Ronda y Antequera. Un viaje por la historia, la gastronomía, la cultura, las gentes y tradiciones de dos de los pilares básicos del patrimonio cultural malacitano.
Nuestro primer destino fue la ciudad milenaria de Antequera (41.750 habitantes). Situada unos 50 kilómetros al norte de la capital malagueña, el municipio de mayor tamaño de la provincia (con unos 810 km²) brilla con lustre asomado a su vega feraz desde hace al menos 4.500 años. La vieja Antikaria (“ciudad antigua”), a la que los romanos dieron nombre en referencia a los asentamientos prehistóricos encontrados, presume de ser uno de los lugares de Andalucía más ricos en historia, patrimonio, tradiciones y gastronomía.
Precisamente, como llegamos a mediodía, nuestra primera parada fue en Arte de Cozina (C/Calzada, 27-29), uno de los mejores restaurantes para introducirse en la gastronomía tradicional antequerana. El propósito de este antiguo coso es la recuperación y reinterpretación del recetario malagueño más ancestral, transportando al comensal a las deliciosas comidas que preparaban con mimo las abuelas andaluzas.
Uno de los platos más arraigados de la cocina malagueña es la porra antequerana, una variación del salmorejo que se sirve en esta antigua hospedería en sus tres variantes: la porra tradicional, en la que predomina el tomate; la porra blanca (ajo) y la porra de naranja. El cabrito con patatas; un guiso de garbanzos y castañas; el mollete, un pan esponjoso muy presente en los desayunos de buena parte de la comunidad andaluza; y el bienmesabe, uno de los dulces más típicos de una región muy afanada en la elaboración de postres, son algunas de las delicatessen típicas de la provincia que se pueden degustar en este restaurante.
Con el estomago lleno y deslumbrados por la excelente gastronomía nos lanzamos a descubrir la ciudad. Y que mejor forma de comenzar la visita que conociendo su lugar primigenio: los dólmenes. Menga, Viera y El Romedal conforman uno de los conjuntos megalíticos más importantes de Europa. Unos sepulcros milenarios construidos con enormes bloques de piedra que optan a convertirse en Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Desde la colina donde se asientan éstos dólmenes se pueden observar dos formaciones geográficas que dotan de un carisma aún mayor a la ciudad: la formación kárstica de El Torcal y la Peña de los Enamorados, una atalaya natural de caprichosa forma de cara que encierra una curiosa leyenda entre un cristiano y una mora, cuyo amor era imposible.
Iglesias, conventos, palacios, casas solariegas…; Antequera es la ciudad más monumental de Málaga y una de las más monumentales de España en relación con su tamaño. Se estima que hay 25 edificaciones relacionadas con la Iglesia católica destacando la iglesia de San Agustín, la iglesia de San Juan de Dios, la colegiata de Santa María la Mayor, el templo de la Encarnación, o la colegiata de San Sebastián.
No obstante, no solo de turismo religioso vive Antequera. Merece la pena empezar un itinerario en la histórica plaza de toros (1848) y entrar por la Puerta de Estepa a la ciudad para tomar la Alameda de Andalucía y la calle Infante Don Fernando. Ésta lleva hasta la Plaza San Sebastián, donde se ha fijado el kilómetro cero de Andalucía. En esta zona se localiza el barrio del Coso Viejo y la plaza del Portichuelo, lugares añosos y cargados de interés que conviene recorrer con pausa antes de subir a la alcazaba.
La poderosa alcazaba islámica, apodada por los antequeranos como Papabellotas, da fe de que Antequera fue en tiempos una fortaleza andalusí. Una visita a la ciudad no puede terminar sin haber disfrutado de un atardecer desde el histórico recinto amurallado. Es entonces cuando el cielo se tiñe de rosa impregnando de diversas tonalidades las casas blancas y regalando una maravillosa postal de esta preciosa villa andaluza.
En el corazón de una serranía que lleva su propio nombre, emparedada entre los parques naturales de sierra de Grazalema y sierra de las Nieves, se localiza la gran capital del poniente interior de Málaga: Ronda. Romántica, heroica, torera y orgullosa surge encaramada en lo alto de una meseta esta población a la que un gran tajo partió en dos hace miles de años confiriéndola una personalidad al alcance de muy pocos lugares.
Decenas de viajeros, escritores y bohemios desfilaron por sus calles desde el siglo XVIII, cuando eso de viajar era cosa de unos pocos. Todos ellos quedaron prendados por el embrujo de sus callejuelas empedradas, la bravura de sus toreros, el gusto por el detalle sus casas solariegas, palacios e iglesias, y el ingenio constructivo de su impresionante puente Nuevo, bajo el cual discurre con timidez el río Guadalevín.
Excesiva en patrimonio, cada paso en Ronda es un descubrimiento de algún lugar cargado de historia y romanticismo. Este es el caso del palacio de Mondragón, residencia oficial del rey marinida Abomelik; de su Ayuntamiento, construido en 1734 como cuartel de las milicias de Felipe V; de los baños árabes del siglo XI; de sus murallas o de las hermosas iglesias que adornan la villa, como la de Santa María la Mayor y la de Padre Jesús.
No obstante, el toreo ha sido uno de los mayores reclamos de la ciudad. Personalidades de la talla de Orson Welles o Ernest Hemingway quedaron prendados con su plaza de toros, una obra maestra inaugurada en 1784 y que es el coso de toreo moderno más antiguo del mundo. Es en este lugar donde cada año, en la segunda semana de septiembre, se celebra la tradicional corrida goyesca en memoria de Pedro Romero (1754-1844). Junto a la plaza hay un pequeño “paseo de la fama” dedicado a los toreros rondeños más míticos como el propio Romero, Cayetano Ordoñez (1904-1961) “el Niño de La Palma” y Antonio Ordoñez (1932-1998); y a sus descendientes, los hermanos Rivera Ordoñez.
Por si todo esto no fuera suficiente, Ronda también es tierra de extraordinarios vinos. En las más de 15 bodegas existentes en la localidad se elaboran tintos, rosados y blancos con Denominación de Origen Málaga. Las bodegas de la Sangre de Ronda, son el mejor lugar de la localidad para degustar diferentes tipos de vinos de la zona. Una excelente manera de rematar una visita a la ciudad.
Para finalizar este interesante baño de cultura malagueña es muy recomendable visitar Reservatauro, a unos 15 kilómetros de Ronda. Allí, el torero Rafael Tejada, ha abierto las puertas de su finca al público para mostrar los entresijos del controvertido mundo del toreo. Para ello, Tejada ofrece excursiones por la dehesa para conocer el hábitat natural en el que se cría el toro bravo y el caballo. Un recorrido entre encinares en un precioso entorno natural.
No obstante, la parte más atractiva de la visita consiste en conocer de primera mano el modo de vida de un torero: sus tipos de entrenamiento, la alimentación, sus sacrificios, hábitos, etc. Un mundo más desconocido de lo que pudiera parecer y que, sin duda, ayudará al visitante a ver el mundo de los toros desde otro prisma. Un perfecto colofón para cerrar un gran viaje por Málaga.