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NO CONTIENE SPOILERS

La última batalla de los Quijotes de Sorkin

'The Newsroom' concluye su tercera y última temporada con un emotivo y brillante episodio final

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Sorkin ya puso encima de la mesa sus intenciones con 'The Newsroom' en el primer episodio de la serie, el que a tantos encandiló. En ese primer episodio que, tras las dos primeras temporadas, resultó ser un oasis en medio del desierto, ya aparecieron referencias a Don Quijote de la Mancha. MacKenzie McHale (Emily Mortimer) ya le explicaba al popular presentador de noticias Will McCAvoy (Jeff Daniels) que ella iba a ser Don Quijote y él sería su Rocinante. Para luchar contra sus molinos de viento, un periodismo que huye de contar la realidad compleja para hablar de temporales de lluvia en la ciudad de al lado por la simple razón de que eso entretiene más y da más audiencia.

El primer episodio de 'The Newsroom' ofrecía fuerza y potencia pues atesoraba todo aquello que su creador, Aaron Sorkin, ya regaló con 'El Ala Oeste de la Casas Blanca', tanto desde el punto de vista técnico como desde el guion. Por eso, durante la primera temporada de 'The Newsroom' los seguidores compraron ese optimismo irreal con el que Sorkin dibujó la redacción de noticias de ACN. Los telespectadores creyeron en Sorkin y en su idealismo porque él demostró que eso podía ser una buena plataforma para entretener y, a la vez, crear debate e invitar a la reflexión como ocurría en 'El Ala Oeste'.

La primera temporada sirvió para que Sorkin expusiera todo aquello que él creía que se estaba haciendo mal en el periodismo actual, lo que encontró el aplauso de muchos periodistas que más que nadie añoran la utópica apuesta periodística de ACN. Más allá del mensaje, la serie fue de más a menos, desinflándose hasta llegar al final de una segunda temporada en la que no contó nada, en la que los personajes se desdibujaron y en la que Sorkin se quedó sin Quijotes del periodismo: aquello eran títeres que mezclaban sus aventuras personales con una indeterminada visión del periodismo.

Puso el stop Sorkin, en consenso con HBO, cuando entendió que lo que él estaba haciendo llegar a los hogares con 'The Newsroom' distaba mucho de lo que pretendía. Pidió disculpas públicamente y enfatizó que nunca tuvo el deseo de decir a nadie cómo se debe hacer periodismo. El mea culpa se tradujo el punto y final de la serie: Sorkin anunciaba que la tercera temporada sería la última y tan solo constaría de 6 episodios.

Como si hubiese hecho una bola de papel con todo lo que tenía escrito y la hubiese lanzado a la papelera, así comenzó la tercera temporada de 'The Newsroom'. La serie recuperó el tono del capítulo 1, volvió a presentar a esos periodistas como Quijotes y los guiones se contagiaron del mensaje en el célebre discurso de Will McAvoy en esa primera secuencia: solíamos ser los mejores por toda una serie de valores que se han perdido, en parte, porque el periodismo ha dejado de cumplir su función formativa e informativa para transformarse en un producto de venta.

Pero, a diferencia de las otras dos temporadas, en esta última, Aaron Sorkin no ha impuesto su concepto de ética periodística en las tramas; la ha manifestado a través de diferentes personajes, pero ha mantenido la puerta abierta el debate. Se ha puesto en valor la importancia de las audiencias, de los beneficios económicos para un canal de noticias, de la inmediatez de internet. Los anhelados argumentos del periodismo clásico que defendían sus Quijotes se han visto respondidos con los resultados y las razones de los defensores de ese nuevo periodismo de clicks, de audiencias, de interacción.

Por fin Sorkin pintaba a todos sus personajes en el campo, por fin había Quijotes y molinos con grandes e indestructibles aspas. Los seis capítulos de la tercera temporada han sido un estupendo reencuentro con lo mejor de las series de Sorkin. Con esa cámara que baila alrededor de sus personajes, tan vulnerables como duros ante la adversidad, con esos espacios plagados de figurantes que mantienen una impecable coreografía secuencia tras secuencia al fondo del plano, con los cambios de ritmo, con la variable velocidad narrativa en sus episodios y los giros en las tramas. La última temporada de 'The Newsroom' ha sido una maravilla que justifica el visionado completo de la serie.

Como si se hubiera quitado un lastre de encima, Sorkin ha escrito para los que aún siguieron confiando en 'The Newsroom' aún cuando ni su creador encontraba motivos para hacerlo. Y lo que Sorkin ha puesto sobre la mesa es bueno, es de interés y merece la pena que el periodismo reflexione sobre ello.

Sus locos Quijotes empeñados en luchar contra el periodismo del share que convierte en sucesos de índole sensacionalista y comercial la crónica de actualidad, que repudia el análisis por poco entretenido y desecha la investigación por cara; quijotes empeñados en no negar internet sino el uso que en los medios se está haciendo de él: los websites de los medios no amplían ni profundizan las informaciones relevantes, sino que se configuran como un menú en busca de clicks en el que los titulares capciosos, las informaciones sin contrastar basadas en otros artículos de la red o los post en forma de listas de "lo mejor de" o "lo peor de" son sus ingredientes esenciales. Es demoledor el debate que 'The Newsroom' propone en la tercera temporada sobre el periodismo digital.

Y así llegó a su final (el domingo en EEUU, anoche en España de la mano de CANAL+) Y ahora sí que merece los aplausos. Ahora sí que los idealistas Quijotes de Sorkin pueden tomar su lanza para enfrentarse de nuevo al gigantesco molino en la que será su última batalla. La penúltima, mejor dicho… porque el loco caballero de La Mancha, maltrecho y magullado, siempre intentaba levantarse en pro de una victoria que jamás lograría.

 
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