El extraño caso de la momia del marciano de Andahuaylillas
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En el pueblo peruano de Andahuaylillas, en pleno altiplano andino, a hora y media al sur de Cuzco, hay dos lugares muy frecuentados por los turistas: su famosa iglesia colonial de San Pedro –la “Capilla Sixtina” de América- y el museo de los Ritos Andinos, más conocido como el museo de la momia del extraterrestre. ¿Un marciano momificado? Sí, o al menos eso afirma su propietario.
Andahuaylillas es un agradable y adormilado pueblo de planta cuadriculada –como todos los de la época de la colonia- donde los autobuses que van de Cuzco a Puno paran para que los viajeros puedan visitar la iglesia de San Pedro, famosa por las pinturas murales de temas andinos que la decoran.
Justo al lado del templo, en un portalón en chaflán, un cartel anuncia el pomposo museo de los Ritos Andinos, que en realidad es la colección particular de Renato Dávila, un antropólogo aficionado. Dávila ha ido atesorando en su museo cachivaches de lo más variopinto, amén de restos óseos huaqueados en tumbas incaicas y preincaicas de la zona.
Hasta aquí, normal. La excentricidad aparece en la sala principal del pequeño museo privado: en una urna de cristal se exhibe (sin rubor alguno) la “momia de un extraterrestre”. Sí señor, con un par. Los marcianos no sólo frecuentaban los cenáculos de los pueblos andinos sino que si en un lance de mala suerte alguno se descalabraba al caerse del platillo volante en marcha, recibía honrosa sepultura junto a los parientes del inca.
El antropólogo Dávila asegura que encontró los restos en una tumba de un apu (montaña sagrada inca) cercana y que ese cráneo desproporcionado y triangular, esas enormes cavidades oculares, la fontanela abierta y los dientes ya desarrollados no pueden ser de otra cosa que de un marciano. Y como prueba irrefutable confesó a la prensa local que dos médicos españoles y uno ruso le habían confirmado durante una visita a su museo que aquello no podía ser humano.
Para ser justos, nadie ha hecho nunca una prueba de ADN a la momia de ojos grandes. Pero para los expertos, tampoco hace mucha falta. El susodicho marciano, de unos 50 centímetros de estatura, puede ser desde un bebé nacido con graves malformaciones, incluido hidrocefalia congénita, a un niño de unos 3 ó 4 años de edad de la nobleza inca, entre la que estaba muy extendida la práctica de la deformación craneana en los recién nacidos como símbolo de su posición social. Todo, menos un extraterreste.
En fin, que de haber vida en el espacio exterior, nos enteraremos por otros medios, no por la momia marciana de Andahuaylillas. Aunque lo cierto es que el morbo del pseudomuseo de los Ritos Andinos sigue atrayendo gente – y dinero- al pueblo. Yo mismo me dejé un par de euros en el cepillo de entrada.
En el fondo tampoco es como para escandalizarse. En Escocia llevan años viviendo del cuento del lago Ness, y nadie ha pedido que por eso se boicotee el whisky escocés.
Este es un caso para la Nave del Misterio. ¿Cómo lo ves, Iker?... ¡Habrá que ir a descubrir en primera persona más sobre este y otros inquietantes casos como este! ¿Te animas a disfrutar de unas vacaciones alucinantes?