Álvaro Cervantes estrecha la mano con la fuerza del que hace el gesto gustosa y sinceramente. Con la fuerza del que se siente cómodo conectando con otras personas. Álvaro cree en las personas. Una estupenda cualidad para quien se dedica a una profesión que consiste en vivir la vida de otros. Por eso, en la entrevista Álvaro hablará mucho de otro tipo, de Alberto Torres, el joven al que interpreta en «Hermanos» (Telecinco). Un proyecto de esos que, independientemente de cómo funcione en audiencia, ha dejado un poso imposible de borrar para este catalán de 25 años que lleva ya casi una década entre cámaras, focos, guiones y claquetas. Los tres personajes protagonistas de la miniserie «Hermanos» terminan comprendiendo que la vida, cuando hay un amor o una amistad real de por medio, es un abrazo y es distancia. Es el abrazo que se dan cuando están de juega, o cuando algo sale bien o cuando las cosas se tuercen... sobre todo cuando se tuercen mucho y solo se busca el abrazo de esas personas a las que se ama de verdad. Pero también es la distancia; medida en kilómetros y miradas. La distancia que lleva a Juan (Antonio Velázquez) a trabajar a Vigo, a Virginia (María Valverde) a la guerra de los Balcanes y a Alberto (Álvaro Cervantes) a unos círculos de poder muy restringidos. La distancia que aparece al mirarse a los ojos y comprobar que todo y todos han cambiado demasiado mientras en la memoria se suceden flashes de mejores tiempos pasados. Dura lección que aprenden los protagonistas de «Hermanos» que, sin embargo, se empecinan en demostrar que no hay circunstancia capaz de acabar con una amistad que nace del corazón. Se empeñan en hacer valer esos lazos que les unen por encima de lo razonable. Juan, Virginia y Alberto saben que, al final del camino que les ha tocado recorrer a cada uno, ahí estarán sus otros dos hermanos; hermanos de vida. Esto es lo que a Álvaro le invita a seguir creyendo firmemente en la amistad, en el amor. Hay en sus palabras un punto de romanticismo idealista. Y quizá sea porque se nos ha acostumbrado y se nos ha enseñado que los favores se hacen para ser cobrados, que hay amistades que son más buenas cuando su bolsillo es más grande, que una persona bien posicionada y con buenos contactos es mejor que una con la que poder charlar y en la que confiar... Quizá por todo esto suena demasiado poética la respuesta de Álvaro. Aunque, cabe la posibilidad de que Álvaro tenga razón y haya que creer más en las personas y en el amor porque, como sostiene él, si es verdadero, es para siempre. Hace unos días, con motivo de tu 25 cumpleaños, ponías en Twitter que cada vez te pareces más a tu padre... ¿en qué se basa ese parecido? [Sorprendido por la pregunta] La verdad es que con todo el tema de la promoción me afeité, estaba con mi padre sentado en el sofá y fui un momento al baño, me miré y dije «¡hostia me parezco mucho a mi padre!» [Ríe]. Llevaba mucho tiempo con barba... ¿Y eso de parecerte ya a tu padre, ¿es bueno o malo? Es bueno, pero significa que te estás haciendo mayor. A ver [matiza], tampoco me voy a poner tremendista. Tengo 25 años, pero bueno... a alguien de 20 ya le sacas 5 años [ríe] Es eso que la gente siempre dice «un día ves que te acabas pareciendo a tu padre», si no es en el carácter, se va viendo reflejado en otras cosas. Pero ya físicamente empiezas a ver que esto va en serio [ríe] ¿Cómo ves a tu personaje en «Hermanos»? ¿Cómo ves a ese tipo de persona? Porque con 27 años es un crack absoluto... Yo creo que el problema que hemos tenido y estamos teniendo en España, a muchos niveles (de corrupción, sobre todo), es pensar que el personaje de Alberto es el puto crack. Pensar que alguien [como Alberto] que llega como llega, que hace lo que hace, es el «puto crack» o «el puto amo» es un problema de valores que creo que refleja muy bien la serie «Hermanos». Creo que si se empezara a escribir ahora «Hermanos» sería mucho más heavy de lo que es. En este año y medio han pasado muchas cosas. Entre los dos hermanos hay un contraste claro: a Juan (Antonio Velázquez), el que no ha querido estudiar, pero se parte la cara por la familia y ayuda al negocio familiar, se le ve como un lastre; y Alberto (tú), que aspira a convertirse en un corrupto más de estos que luego manejarán los hilos, es el triunfador... incluso para su propia madre... El personaje de Alberto no aspira a manejar sus hilos en su beneficio. Más adelante se ve que él intenta hacer las cosas a su manera e intenta mantener unos principios. Sí que es verdad que el camino que toma hace que desde un principio se corrompa muy pronto; se vende. Una vez que has iniciado ese camino y has pasado según qué límites es muy difícil dar marcha atrás. Por otro lado, viendo la familia que tiene, con esa madre castradora que deposita toda su frustración y todo su complejo de clase en Alberto como salvador de la familia, también hace que se parta el lomo de otra manera: estudiando, lanzarse a vivir algo con Virginia (María Valverde)... Se le junta la presión familiar, de salvador de la familia, de complejo con Juan... Y en esas circunstancias siente que es más fácil decir aquello de que «el fin justifica los medios»... Exacto. Una vez se separa de su familia (que en realidad es su hermano Juan y su amiga Virginia) elige un camino que, en realidad, es el más fácil. Personalmente, cuando oyes a alguien decir «buenas amistades» como sinónimo de amistades con contactos, gente de posibles... (una expresión que usa tu madre en «Hermanos»), ¿qué sientes? Decir «buenas amistades» implica que hay «malas amistades» y es una discriminación que me da repelús. Esa cosa de «gente de bien»... connota una discriminación con el resto. Otra frase que escuchamos en «Hermanos» es que «hay cosas que son para toda la vida». ¿Qué cosas hay, para ti, que sean para toda la vida? El amor, dentro del que incluyo la amistad. Si es de verdad, es para toda la vida. Si no es para toda la vida es que no era tan de verdad, era circunstancial, una atracción, un compartir... Incluso a nivel de amistad, te encuentras con gente con la que compartes algo profundo pero con la que luego se va perdiendo la relación sin que medie ningún conflicto, pero se pierden. Sinceramente creo que, cuando es una amistad de verdad -cuando hay amor de verdad-, siempre permanece, perdura. Y en un momento dado, se puede llegar a recuperar y a reencontrar. Esto es el caso de «Hermanos», una historia en la que esos personajes están unido de por vida pese a lo que les sucede, que son muchas cosas y muy duras. Esta serie tiene poca inocencia. El que triunfa no triunfa por su esfuerzo, lo hace además porque paga un peaje... Otra de las frases que nos deja «Hermanos» es la de «Nadie ofrece favores si no tiene la seguridad de que se los va a poder cobrar», ¿crees que esta afirmación es verídica o confías en que todavía hay gente que nos va a ayudar sin pensar en si se va a cobrar ese favor? Por supuesto que la gente ayuda y hace favores porque les sales del corazón. Yo creo que las personas son buenas por naturaleza. Las circunstancias y los miedos son los que hacen que luego actúen como actúa la mayoría de la gente. En el contexto en el que se dice la frase en la serie, sí que se trata de un clima corrupto y muy viciado. ¿A qué tienes miedo tú? La verdad es que me gusta mucho la gente. En «Azul oscuro casi negro», el personaje de Antonio de la Torre dice que es un yonqui del amor. Yo soy un yonqui del amor. Me gusta mucho la gente, compartir... La soledad es algo que me da miedo. No ahora, pero sí que veo a gente mayor que está sola, que muere sola... y me da miedo. Tener hijos, tener nietos, vivir mil amores... y morir solo porque ya no esté nadie a tu alrededor me parece duro. Viniendo en el tren, en un documental sobre cine, el director Bigas Luna lanzaba una reflexión sobre si realmente el éxito en el mundo del actor no equivale a felicidad, porque consideraba que el éxito tiene en la soledad una consecuencia tan dura como real... ¿Tú te has sentido solo alguna vez? ¡Sí, claro! También creo que es una actitud. Hay que reforzarse en lo alegre, en lo que estás viviendo, no anclarte en la soledad. Puedes ver el vaso medio lleno o medio vació. Es una actitud: estar solo o sentirse solo. Subiste a tu perfil de Twitter una foto en el que se te ve abrazándote con Antonio Velázquez y que corresponde a hace más de un año cuando se rodaba esta serie, ¿qué me cuentas de este momento? Ese momento fue una cena con María [Valverde], con Salvador Calvo [director] y con Antonio [Velázquez] y fuimos a tomar una cerveza a un bar al que iba Salvador en los ochenta. Un bar que él quería introducir en la serie -luego no pudo ser-; y en ese entorno, con la emoción de antes de empezar y habiendo conectado tanto... surgió el abrazo. El otro día, mirando fotos, apareció esa foto y recuerdo ese momento como de alegría y de saber dentro de mí que íbamos a compartir algo grande. Y así ha sido.