Ocio y cultura

Un viaje en el tiempo por la ruta de las kasbahs

La cordillera del Atlas divide Marruecos en dos realidades bien distintas. El norte es verde y fértil, se parece más al extremo meridional de la península ibérica que a África. Al sur del Atlas en cambio se abre un paisajes brutal de desiertos, dunas y oasis. La antesala del Sahara. Es por donde discurre la ruta de las kasbahs, uno de los itinerarios más recomendables del país vecino. Para muchos viajeros, Marruecos empieza después del Atlas. O al menos ese Marruecos de postal sahariana que todos tenemos en la retina y que se concreta en la famosa ruta de las kasbahs, algo más de 300 kilómetros hasta Ouarzazate por un decorado de oasis, palmerales, ciudades de barro y montañas ocres y descarnadas. La puerta del Gran Sur.

Tinerhir, el gran palmeral

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Tinerhir es la primera gran ciudad de adobe que aparece tras cruzar el Atlas por Midelt y Er Rachidia. Es un deleite perderse a primera hora de la mañana en su palmeral, que es como perderse por una suerte de edén olvidado donde la temperatura es suave y los sonidos y los aromas quedan amortiguados por una cúpula de hojas que sume en la penumbra el vergel y alienta un pequeño mundo de huertas, norias, azarbes y acequias en las puertas del desierto. En Tinerhir viven más de 30.000 personas, aunque no lo parece por lo abigarrado del conjunto residencial, una de las características de este urbanismo de kasbahs del sur del Marruecos.

Fortalezas de barro

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Originalmente, una kasbah era una alcazaba o recinto amurallado y fortificado en el que habitaba la tropa militar. Su misión era defender asentamientos, cruces de caminos o el palacio del gobernador anexo, el al-ksar (de donde deriva nuestra palabra alcázar). Sin embargo, aquí en el sur de Marruecos la palabra ksar tiene otro significado y hace referencia a un conjunto de viviendas civiles rodeado por una muralla con varias torres fortificadas. Ha sido durante siglos la unidad básica de estructura urbana de este pre-Sahara y un perfecto ejemplo de adaptación al uso y al medio. Hoy la generalización ha hecho que llamemos kasbah a cualquiera de estas fortalezas de barro.

Las gargantas del Todra

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El ksar de Tinerhir y su kasbah de al-Gawli (hoy en ruinas) se levantan en la desembocadura de las gargantas del Todra, otro de los espectáculos de la naturaleza del sur de Marruecos. El Todra, al igual que el Dades o el Ziz son ríos que bajan desde las cumbres del Atlas por su vertiente sur y que en vez de desaguar en un mar o un lago, como hacen todo los ríos, de topan con el gran desierto del Sáhara y pierden definitivamente su exiguo caudal entre las arenas del erg Shesh. Las gargantas del Todra son uno de los luagres más visitados de Marruecos. Si se dispone de un 4x4 merece la pena pasar el tramo inicial, donde se quedan la mayoría de turistas, y subir hacia el Atlas tanto como se pueda para descubrir un mundo perdido de pequeñas aldeas, huertas y oasis con mucha menos presión turística.

El desnudo valle del Dades

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Si seguimos la P32 en dirección oeste llegamos al valle del Dades, contiguo y paralelo al del Todra, en cuya zona alta se pueden visitar aún nueve kasbahs de finales del sigo XIX en buen estado de conservación. El Dades llama la atención porque aquí apenas hay palmeras. Un pequeño microclima frío impide su crecimiento, a diferencia de otros valles cercanos, dando lugar a un aspecto más desolado y fantasmal. Algunas de los mejores ejemplos nos aguardan en el bajo Dades. Son la kasbah del Jalifa, en Tundunt, de considerable altura y bella ornamentación con arquerías; el conjunto de kasbahs y tigremt del oasis de Sidi Flah, y las cinco kasbahs deshabitadas que forman la aldea de Timatdit, una de las fotografías más célebres de esta zona baja del Dades.

Un oasis llamado Skoura

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El Dades termina en el oasis de Skoura, uno de los más grandes e interesantes del sur de Marruecos. Skoura se está convirtiendo a marchas forzadas en un gran centro turístico, con numerosas villas y hoteles de nueva construcción, pero la esencia arquitectónica del oasis aún resiste con integridad. El palmeral es un espectáculo en si; imprescindible una visita a primera hora de la mañana o última de la tarde para perderse en su laberinto de caminos, acequias y huertas.

Ouarzazate, fin de ruta

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La ruta tiene su final en Ouarzazate, la ciudad más grande al sur del Atlas, que si exceptuamos la interesante kasbah de Taourirt, a la entrada por la carretera que viene de Tinerhir -antigua residencia del pachá de Marrakech totalmente restaurada- no tiene mayor interés para el turista que su condición de eje de caminos y centro económico y de servicios de la comarca.

La kasbah más fotogénica

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Desde Ouarzazate nos quedarían dos excursiones ineludibles. A 35 kilómetros al norte, remontando el oued Melha por la P31, aparece el famosísimo ksar de Aït Benhaddou, una de la fortalezas de barro más bonitas y rimbombantes del sur marroquí. La mayoría de fotos de folletos turísticos y anuncios están tomadas aquí. El lugar estuvo habitado por la tribu de los ben Haddou hasta la década de los cincuenta, cuando comenzó el abandono de la ciudad y su progresivo deterioro. Ha sido set de rodaje de numerosas películas (desde La momia a El cielo protector) y la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad en 1987. Parte de él está rehabilitado; el resto sigue desmoronándose poco a poco cada día.

Zagora y el valle del Draa

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La segunda excursión obligada desde Ouarzazate es al valle del Draa, el sur del gran Sur. El Draa recoge las aguas de otros muchos arroyos del Atlas occidental, como el Imini, el Mgun o el propio Dades y enfila un camino suicida hacia el interior del desierto hasta que desaparece entre sus guijarros. En este recorrido hasta la frontera argelina forma un espectacular río de palmeras y ksur (plural de ksar) de adobe, uno de los paisajes más singulares de todo Marruecos. Queda avisado el viajero: ir en coche hasta Zagora, la capital y última ciudad del valle, por la carretera que bordea los palmerales es un sobresalto continuo: en cada curva, el paisaje es más evocador y más fotogénico que en la anterior; llega un momento en que tienes que decidir, o seguir haciendo fotos en cada mirador o llegar esa noche a tiempo a Zagora.

¿Te ha picado el gusanillo? Descubre los impresionantes paisajes de Marruecos, recorre la ruta de las kasbahs o simplemente degusta los mejores productos de país después de una visita a sus populares zocos.

 
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