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Análisis:

El doble órdago de Hollande

La francesa es una crisis que no es puramente táctica, sino que es más profunda y puede llegar a ser institucional

El presidente francés, Françoise Hollande, en el desfile del 14 de Julio en los Campos Eliseos(REUTERS/Charles Platiau)

El presidente francés, Françoise Hollande, en el desfile del 14 de Julio en los Campos Eliseos

Estamos ante una crisis que no es puramente táctica, sino que es más profunda y puede llegar a ser institucional. No hay precedentes en la Vª República de una dimisión simultánea de tres ministros de peso: Economía, Educación y Cultura por discrepancias con la línea política del ejecutivo. Tan sólo se recuerda cuando Jean Pierre Chevenemnt dimitió como ministro de defensa con Mitterrand por no estar de acuerdo con la primera guerra de Irak. El caso es que la crisis puede llegar a ser institucional si el grupo parlamentario socialista, ahora con una cabeza visible como Montebourg, se parte en dos y Manuel Valls se queda sin mayoría suficiente. La disolución de la Asamblea es evocada esta mañana en Francia como última salida, pero unas elecciones generales con la derecha democrática a la deriva sólo podría favorecer al Frente Nacional.

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La austeridad en cuestión

En cualquier caso, las dimisiones y los argumentos desgranados por Arnaud Montebourg para justificar su dimisión como titular de Economía, sitúan el cuestinamiento de las políticas de austeridad de la zona euro en el centro del debate no sólo en Francia, sino en Europa. Si François Hollande lanza un mensaje a los socios comunitarios -y en especial a Angela Merkel- de que está decidido a sacar adelante las reformas y continuar con la reducción del déficit; también se carga de argumentos para volver a exigir una flexibilización en el cumplimiento de las medidas de austeridad y un paquete de políticas expansivas que frenen el aumento del paro. Una Francia inestable políticamente sería tan nociva como una Francia que presenta serios desequilibrios macroeconómicos.

Un órdago interno de Hollande

De puertas a dentro, Hollande y Valls dan un golpe de autoridad en un momento en el que los sondeos empiezan a registrar un cierto contagio de la impopualridad presidencial hacia el primer ministro. De hecho, el Presidente es el más beneficiado de esta crisis aunque no lo parezca a corto plazo. De un lado, rompe la alianza entre Valls y Montebourg que hace cinco meses le forzó a cambiar de primer ministro. Esto le sitúa en el centro político del partido y en el francés porque le consolida en el especio natural de la UMP, sumida en luchas internas por el liderezgo. Excepto Le Pen, no parece tener rival. El nuevo gobierno tendrá más personalidades próximas a él. Se habla del antiguo alcalde de París, su amigo Bertrand Delanoe, y de otros políticos vinculados con la ecología provenientes del centro, como la abogada Corine Lepage, además de algún barón socialista que aporte cemento a la relación partido-ejecutivo como el alcalde Lyon, Gerard Colomb.

 
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