Ocio y cultura

Trinidad, la mejor ciudad colonial de Cuba celebra 500 años

Cuba tiene bellísimas ciudades. Pero si hubiera que quedarse con un casco histórico pequeño, coqueto, armónico y lleno de sabor colonial, no lo dudaría: Trinidad. La ciudad cumple este año el 500 aniversario de su fundación por el Adelantado Diego Velázquez de Cuéllar. Sus plazas adoquinadas, sus fachadas de revoco, sus tejados rojos, sus iglesias y sus mansiones -que un día fueron de ricos hacendados- se ha puesto de gala para celebrar el cumpleaños.

Trinidad de Cuba enamora por sus colores vivos, porque suena música a todas horas, porque aún se escuchan as risas de los vecinos, el murmullo de las comadres, el griterío de los niños. Vida local, tal y como llega ocurriendo desde hace cinco siglos. En esas horas tempranas en Trinidad las mujeres aún baldean las aceras, los hombres pasan a caballo camino de alguna hacienda, los comercios se desperezan y los niños corretean camino del colegio. La luz dorada y la temperatura bonancible colaboran con este teatrillo de vida cubana en estado puro. Luego, el calor aletarga los viales y la multitud deambula por ellos en busca de una esquiva sombra.

A media tarde, todos desaparecen como por arte de magia. Es la hora de la siesta. Hasta que al filo de las 10, como activados por un resorte, forasteros y locales comienza a salir de nuevo de sus escondites para llenar las escalinatas de la Casa de la Música, en un costado de la plaza Mayor. A esta hora empieza a diario una actuación en directo de interpretes cubanos. Trova, son, salsa, timba, mambo o chachachá se dan cita en un ambiente cargado de gente joven y sensualidad, con muchos y muchas buscavidas buscando ligue, una pista de baile para practicar aquellas clases de salsa que diste durante el invierno y un par de bares donde hacen aceptables daiquiris, mojitos y canchánchara (ron con miel), la bebida de Trinidad. Ambiente asegurado hasta pasada la medianoche.

Una cita obligada es en la torre que remata el antiguo palacio Cantero, en la calle Simón Bolívar, uno de los más espléndidos y lujosos de los que tuvo Trinidad. Se puede subir a lo alto y desde allí obtener. Desde lo alto se tiene la mejor vista de la cuadrícula de calles empedradas que forma esta joya colonial; se ven también las ruinas de la ermita de la Candelaria, al pie del Cerro de la Vigía, y los cafetales y plataneras que inundan de verde los alrededores de la ciudad. Al fondo hacia el sur, se divisa el mar y Playa Ancón. Cuesta dos pesos convertibles, que incluyen la visita al Museo Histórico municipal, instalado en el palacio.

En Trinidad, como toda Cuba, la música está presente a cada hora, en cada manifestación social. Se puede ir a escuchar buena trova al Palenque de los Congos Reales. O en cualquiera de los muchos locales donde a diario suena música en directo. Es cierto que con tanto turista, la mayoría de los locales se han pervertido y ofrecen shows muy comerciales. Pero si no se tiene prisa y se sabe elegir es posible asistir a conciertos de buenos grupos cubanos. En la Casa de la Trova (Echerri, 29) programan son, salsa y ritmos tradicionales cubanos. En las ruinas del teatro Brunet todas las noche hay música afrocubana; está en la calle Antonio Maceo, 461, pero no tiene pérdida: su sonido atronador inunda hasta el último rincón de Trinidad. En el Palenque también suele oírse buena música afrocubana.

Una visita a Trinidad no queda completa si no se añade el valle de los Ingenios, a unos 10 kilómetros de Trinidad por la carretera de Sancti Spiritus. Esta zona industrial –pero envuelta en un paisaje idílico de grandes palmeras reales- llegó a albergar hasta 52 fábricas de azúcar, que funcionaban gracias a la mano de obra esclava. La mejor vista de conjunto del valle so obtiene desde un mirador que hay en la carretera de acceso –está bien señalizado, a la izquierda-, poco después de salir del casco urbano de Trinidad. Luego hay que seguir hasta la Manaca Iznaga, uno de estos ingenios azucareros, donde se conserva la única prensa de caña de azúcar que queda, y una altiva torre desde donde los esbirros del patrón Iznaga controlaban a los esclavos.

Alegres y vivos ritmos caribeños, rico patrimonio histórico y cultural... Todos estos alicientes y muchos más de los que te imaginas te esperan en tu viaje a Cuba, una de las islas del Caribe con más rincones y sorpresas por descubrir.

 

 
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