Rouco se despide alertando sobre una situación "postcristiana" en España
El cardenal de Madrid carga contra la secularización, el aborto, la crisis de la familia y el matrimonio o los riesgos de ruptura de la unidad nacional en un discurso sin atisbo de renovación.
Fiel a su estilo, Rouco Varela abandona la presidencia de la Conferencia Episcopal exhibiendo el legado más conservador de la jerarquía católica española. El cardenal de Madrid arremete contra "el pobre nivel intelectual del discurso público" en España y atribuye a la cultura laicista la crisis profunda y el envejecimiento alarmante que sufre la sociedad española. Los obispos decidirán mañana si apuestan por la herencia doctrinal que deja Rouco o se decantan por un perfil más aperturista.
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El último discurso del cardenal Rouco ha hecho gala del tono sombrío y la visión apocalíptica sobre la sociedad española que han marcado sus mandatos al frente de la Conferencia Episcopal. En una intervención sin apenas referencias a cuestiones sociales o a la crisis que azota España, más allá de vincularla a la crisis moral y religiosa, Rouco ha vuelto a enumerar las que han sido sus mayores obsesiones durante los últimos años: las leyes que desprotegen la vida, la familia, el matrimonio o el derecho de sus padres a educar a sus hijos.
Una denuncia que ha enmarcado dentro de la cultura laicista y el relativismo moral a los que considera responsables de todos los males que acechan a la sociedad española, incluidas las amenazas separatistas. "Por eso sufrimos el envejecimiento alarmante de nuestra sociedad, con el matrimonio y la familia atravesando una crisis profunda; la cultura disgregadora y materialista del tener y disfrutar se percibe en muchos campos, en particular, respecto de los inmigrantes afectados, como también las clases medias, por la crisis cultural y económica; la misma nación española se encuentra con graves problemas de identidad, amenazada por posibles rupturas insolidarias; el nivel intelectual del discurso público es más bien pobre, afectado por el relativismo y el emotivismo. Todo ello configura una situación cultural que bien podemos calificar de "postcristiana", ha concluido el cardenal de Madrid.
En su discurso Rouco ha hecho balance de los últimos 50 años de historia de la Conferencia Episcopal Española, en un mensaje en el que ha dedicado muchas más páginas a mirar al pasado que al futuro: un epígrafe al que apenas ha dedicado un folio y medio y en el que tímidamente ha apuntado a una posible renovación de los Estatutos de la Conferencia Episcopal en la línea de una mayor participación de todos sus miembros.
En su balance, Rouco ha recordado el trabajo de la Conferencia Episcopal en los tiempos de la dictadura franquista, a la que se ha referido como "régimen político anterior" y también ha señalado que con el paso del tiempo los obispos han necesitado unirse con más eficacia entre ellos para responder a los nuevos desafíos planteados por el Estado laico y por un orden sociopolítico frecuentemente perturbado.
"Terrorismo y totalitarismo nacionalista"
En su discurso Rouco ha resumido también algunos de los documentos realizados por la Conferencia Episcopal en relación con el terrorismo , recordando que se trata de una actividad "intrísecamente perversa y nunca justificable" y añadiendo que "también fue importante la identificación de un cierto nacionalismo totalitario como matriz ideológica del terrorismo de ETA".
Enn octubre de 2012, una nueva declaración alertó sobre las "propuestas políticas encaminadas a la desintegración unilateral de la unidad cultural y política" de España causan "una grave inquietud y, de acuerdo con la doctrina social católica acerca de la secesión, no son moralmente aceptables".
Sobre los ataques al matrimonio o la familia, Rouco Varela ha reivindicado el derecho y el deber de la Iglesia a intervenir públicamente "no para buscar un privilegio para ella misma", sino para "colaborar a la justa ordenación de la vida social y la tutela adecuada de los derechos fundamentales de todos los ciudadanos. Ha reconocido que el matrimonio y la familia no son "una realidad exclusiva o particular de los cristianos", pero que la Iglesia debe ayudarles "cuando no son reconocidos ni protegidos por la sociedad ni por las leyes de modo adecuado a su propia naturaleza y a su relevancia humana".
Así, ha criticado que "la tutela del derecho a la vida" se haya enfrentado en los últimos años a "nuevos desafíos", tanto en los comienzos de la existencia como en los finales de la misma, y ha denunciado la "ilicitud" de la reproducción humana artificial y sobre las "prácticas injustas" autorizadas por ley en España sobre ese tema o sobre o la regulación del aborto y del proceso final de la vida.
En cuanto a la educación, Rouco ha aseverado que la familia es "el sujeto primario" de la misma pero también necesita de la escuela y, en su caso, de la Iglesia. Ha resaltado que el Estado debe velar por que todos tengan acceso a la educación y que sea de calidad, pero que aquél no puede sustituir a la familia ni a la sociedad en la tarea educativa" y ha abogado por el derecho de los padres a elegir la educación religiosa de sus hijos.
En definitiva un Rouco en estado puro que se despide sin moverse un ápice de unas posturas que le encuadran en la línea más conservadora y ortodoxa de la jerarquía eclesiástica española. Una línea que los obipos tienen oportunidad de confirmar o no con el nombre que mañana elijan como nuevo presidente de la Conferencia Episcopal para los próximos tres años.
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