24 horas en Agra, la ciudad del Taj Mahal
Agra es una de las ciudades más visitadas de India y probablemente del mundo. Cuenta con un imán tan fuerte que es capaz de atraer los sueños de todos los viajeros que desean hallar un lugar en el que emocionarse, el Taj Mahal. La obra de arte del amor incondicional más célebre, hermosa y nombrada forma parte de una de las 7 maravillas del mundo que nadie discute. Por eso Agra siempre se le ha considerado un indiscutible en todo viaje a India. Y aunque sorprenda, tiene más que el Taj Mahal. Haber sido durante un siglo la capital del Imperio Mogol ha dejado huellas que merece la pena descubrir y seguir.
Os proponemos lugares qué no hay que perderse en Agra en un entusiasta paseo de 24 horas. Justo antes de tomar un nuevo tren y perdernos por otros rincones de esa India que no deja indiferente.
Amanecemos en el Taj Mahal
El Mausoleo que Shah Jahan, emperador mogol, a su esposa Mumtaz Mahal dicen que requirió el trabajo de más de 20.000 personas. Con uno de los monumentos más bellos de todo el planeta el propio Shah Jahan quiso regalar la eternidad al amor de su vida. A orillas del río Yamuna se alza una joya de mármol sin igual que aglutinó las mejores técnicas y saberes arquitectónicos y artísticos de la época.
Los jardines y edificios que acompañan no hacen más que dibujar una simetría que se puede tildar de endiabladamente perfecta. A primera hora de la mañana el Sol está en la posición perfecta para inmortalizar el monumento y ser protagonistas de una instantánea que hemos visto e idolatrado prácticamente desde que tenemos uso de razón. Quienes observamos por primera vez el Taj Mahal al frente, con el canal de agua rectilíneo que parte el camino en dos, nos cuesta no padecer el conocido síndrome de Stendhal en el que la belleza máxima puede convertirse en lágrimas incontrolables. El Taj Mahal no sólo es bello, es mucho más que eso. Y merece todo el tiempo que queramos dedicarle. Las prisas no son buenas consejeras nunca, pero menos aquí, por lo que uno sólo debe dedicarse a saborear el momento de tal manera que los segundos se conviertan en minutos y los minutos en horas. Llevábamos esperándolo toda la vida, ¿no creéis?
En buscar los mejores ángulos para la fotografía, esas escenas de saris de colores andantes, disfrutar de un cielo azul resplandeciente que hace brillar el mármol, o simplemente sentarse en solitario a contemplar y asimilar dónde uno se encuentra, puede llevarnos parte de la mañana. Ningún problema, hay tiempo para todo. Y para el Taj Mahal más aún.
¡Rápido! ¡Un tuk tuk al Fuerte Rojo!
Sin salirnos de la orilla este del Yamuna, tomamos por unas pocas rupias un rickshaw o tuk tuk que nos lleve raudos hacia el Fuerte Rojo, el mismo que habíamos logrado ver desde el tren aproximándose a la Estación Central. El que fuera Palacio Imperial, construido en arenisca roja, es también Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO (sobra decir que el Taj Mahal lo es también) y para quienes conocemos India nos seduce bastante más que su homónimo en Delhi, infinitamente más famoso, por otra parte.
Los macacos revolotean entre las murallas y se hacen los protagonistas en muchos de los patios y pabellones nobles del vasto conjunto. Es difícil resistirse a hacer una foto en la que se retuerzan con sus larguísimas colas por los muchos vericuetos del Palacio.
Hay que recorrerlo de arriba a abajo, aunque el calor de la mañana pueda llegar a hacerse insoportable en ocasiones. El pabellón blanco Khas Mahal es una de las razones más potentes para salir entusiasmados con la visita. Eso y la ventana con vistas al Yamuna y al Taj Mahal desde la cual Shah Jahan buscaba a su amada esposa siendo prisionero por uno de sus hijos, Aurangzeb, quien le usurpó el poder y encerró hasta su muerte.
La Mezquita del Viernes
A pocos metros al frente del Fuerte Rojo y separado por las vías del tren, en la zona de la Estación, conviene detenerse a la Mezquita del viernes, la más multitudinaria de la ciudad y que igualmente recuerda a la de Delhi, aunque esta última es más grande. Sus gruesas cúpulas no pasan desapercibidas. Del Siglo XVII fue ordenada construir por Shah Jahan, el autor del sueño del Taj Mahal y que tanta huella dejara en Agra.
No es muy visitada e incomprensiblemente no se ve ni una milésima parte de los turistas del Taj. Por eso precisamente merece la pena tenerla en cuenta.
Mausoleo de Itimad-Ud-Daulah, el baby Taj
Comemos un buen tikka masala y sin hacer la digestión continuamos la marcha en tuk tuk. Esta vez toca atraesar el Yamuna por uno de los pocos puentes que tiene la ciudad. Ir a la orilla oeste requiere de paciencia, claxons a tutiplén y todas las locuras al volante que uno se pueda imaginar. Con suerte por la ventana veremos cómo bañan a los búfalos en una tarde calurosa. Eso sí, hay recompensa al final.
Encontramos el antecesor más próximo del Taj Mahal. Es otro mausoleo, aunque dedicado al abuelo de Mumtaz Mahal, Mirza Ghiyas Beg, a pequeño tamaño, sin demasiados visitantes y realmente hermoso. Con éste en 1628 se finiquitó la transición entre la arenisca roja y el mármol para utilizar por completo este material. El pequeño Taj, que es como se le conoce al lugar, bien vale una visita, aunque no tiene el parecido con el grande por mucho que nos lo traten de vender. Es diferente pero absolutamente recomendable.
Las paredes son de mármol rajastaní, con incrustaciones de piedras semipreciosas. El interior es cierto que está algo deteriorado (tiene una intensa restauración en estos años) pero tanto el emplazamiento como el monumento en sí es perfecto para salir a hacer fotos y palpar la descongesión total que no pudimos encontrar en la orilla este del Yamuna.
Atardecer en los jardines Mehtab Bagh
Si bien los jardines de Ram Bagh fueron los primeros que hizo el Imperio Mogol en Agra (por el Emperador Babur), avanzamos con el tuk tuk para hacer una visita sosegada a unos jardines muy especiales. La razón es que son la continuación del Taj Mahal al otro lado del río y que nos proporcionan unas vistas descomunales de una de las siete maravillas del mundo. Queda a un paso y cuesta 100 rupias, unas siete veces menos que si hacemos la foto desde el otro lado. Pero esta vez no veremos más que algunas parejas de indios que buscan el mejor césped para disfrutar una tarde sin tanto calor con la joya de mármol frente a los ojos.
Sin duda un lugar realmente romántico si se va en pareja e inspirador si se va solo. Perfecto para un atardecer inolvidable en la orilla oeste del Yamuna.
Aún tendremos tiempo para ver languidecer Agra desde algún tejado (muchos hoteles prestan las azoteas a sus clientes), revolotear a las palomas en círculo, buscar cama los monos y rugir los tuk tuks que no se detendrán en toda la noche. Estamos listos para abandonar Agra y tomar un tren nocturno que nos lleve a otro lado. India nos continúa esperando...
CÓMO IR
Agra es una de las ciudades más visitadas de India. Se suele llegar en tren desde Delhi, aunque hay vuelos desde la capital india.