Aplauso a la serie de la corrupción política
Las nominaciones cosechadas por 'House of cards' en los Globos de Oro son otro espaldarazo de la industria y la crítica a esta ficción
Hollywood aplaude en pie a 'House of cards', la serie protagonizada por Kevin Spacey que aborda el lado más oscuro de la política. Acaba de convertirse en la ficción televisiva con más nominaciones en la próxima edición de los Globos de Oro. En los últimos Emmy ya obtuvo 9 nominaciones, se alzó con tres. Pero este reconocimiento va más allá del simple producto. Se aplaude un nuevo modelo de distribución, de comercialización y la valentía de bucear hasta los parajes más pantanosos de la política norteamericana.
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Frank Underwood. Toda una vida dedicada a la política. Graduado en Harvard. Una de las personas más influyentes dentro del partido Demócrata. Siempre a la sombra, siempre moviendo hilos. Al lado su esposa, Claire, son el matrimonio perfecto, con clase y educado que la sociedad norteamericana quiere ver cerca del Congreso. Ellos sólo quieren verse en la Casa Blanca. Cueste lo que cueste. Se pisotee a quien sea preciso. Con una sonrisa, con un buen traje. Es política. Es poder. Es 'House of cards'.
La serie de Netflix usa a Underwood (Kevin Spacey) como vehículo para recorrer los terrenos más ocultos y escabrosos de la política norteamericana. Las alcantarillas que todo hombre de Estado sabe que deben funcionar sin que nada de lo que ahí ocurra salga a la luz. Lo que los ciudadanos queremos ignorar. Lo que a la prensa, en general, le da miedo y pereza alumbrar y que, cuando lo hace, provoca que muchas ratas huyan despavoridas. Todos estos elementos: política, sociedad, ciudadanos, periodismo... articulan el mundo de 'House of cards'. Y en el centro de ese universo en el que orbita todo, el personaje de Francis Underwood cuya mayor fortaleza y debilidad es su ambición sin límites.
Underwood es el líder de la mayoría del partido Demócrata en el Congreso de los Estados Unidos. Un cargo de vital importancia cuyo saber hacer diplomático puede, por ejemplo, convertir en éxito o en sonoro fracaso una reforma sanitaria o educativa. Underwood es de esos políticos a la sombra de los que depende el mismísimo presidente de Estados Unidos. Es de esos hombres en los que no se puede confiar, pero se tiene que confiar. Porque Frank Underwood es de esos políticos que juegan con el poder esperando aglutinar más y más como un especulador de Wall Street juega con el dinero esperando ver crecer su cartera.
No es política, es poder
"No creo que sea una serie que trate de política. Se trata del poder. Ese poder se manifiesta en nuestra vida amorosa, en nuestro ambiente laboral, en la forma en la que nos comportamos cuando nos toca el azar [...] El dinero es finito, está limitado por una cantidad y por lo que puedes comprar con él. El poder no tiene límites si estás dispuesto a llegar lo suficientemente lejos para obtener lo más que puedas". Esto lo decía en agosto a la CNN Beau Willimon, creador de esta serie. Beau participó desde la base en alguna campaña electoral del partido Demócrata en noventa y mantiene algunos interesantes contactos que le asesoran con 'House of cards'. Es autor, además, de 'Farragut North', la obra teatral que inspiró el thriller político 'Los idus de marzo', con Clooney y Gosling.
Sobre esa ambición por cosechar más poder va 'House of cards'. Un poder manifestado de diferentes maneras. El poder de ver contra las cuerdas al presidente de los EEUU que unos meses antes te prometió el importante cargo de Secretario de Estado faltando luego a su promesa. El poder de comprobar cómo una joven y guapa periodista es capaz de someterse sexualmente a tus deseos a cambio de filtraciones que tú mismo utilizarás en tu propio beneficio. El poder de usar como marionetas a todos cuantos te rodean. El poder de decidir cuándo, cómo, y a qué velocidad debe girar el mundo. Esa es la droga de Francis Underwood. De él y de quienes aparecen en su mundo. Porque si Frank puede usar a compañeros de partido, a periodistas o a quien quiera es porque éstos también ansían medrar como sea. De eso se vale él.
El espectador que se pone delante de 'House of cards' entra en los pasillos del Congreso, en el despacho de Underwood en el que se fraguan buena parte de las artimañas que éste pone en marcha en pro de conseguir sus objetivos, pisoteando cualquier forma de moral y de ética y, por supuesto, cualquier ideología. En esa selva, la ideología es tan sólo el disfraz de cordero que esconde al lobo en su interior.
Frank se vale es Doug Sampter (Michael Kelly) para no ensuciarse las manos. Doug es su fontanero, su ejecutor de traje y corbata. La persona que ayuda a Frank a convencer a su partido de que un desconocido e insignificante diputado demócrata adicto a drogas, alcohol y prostitutas, Peter Ruso (magníficamente interpretado por Corey Stoll), puede convertirse en el candidato ideal para las elecciones de un importante Estado. Doug es la persona que ayuda a Frank a usar a Ruso, tirándolo como una colilla cuando ya ha dejado de ser útil. Ese es Doug. Ese es Frank Underwood.
Junto a Frank, su esposa, Claire (Robin Wright). Tan ambiciosa como él. Más inteligente aún. Desarrolla su actividad en las inmediaciones de la política. En otra área que tiene mucho que ver con el poder: los influyentes lobbies. Como su ambición, Claire se convertirá en la mejor arma para Frank, pero también en la más peligrosa. Cuando sus intereses se ven enfrentados, Claire olvidará su apellido. Y por "intereses" se entienden los que tienen que ver con el mundo de la política, de la imagen social y de la vida amorosa. Claire no permitirá que ninguna otra mujer se acueste con su marido. El propio Frank cita a Oscar Wilde: "Todo en la vida tiene que ver con el sexo, salvo el sexo. El sexo tiene que ver con el poder".
'House of cards', vieja novedad
Esta serie que, tras la emisión de su primera temporada -13 capítulos-, está siendo tan agasajada por espectadores, crítica e industria ancla su reconocimiento en algo más que buenos guiones, buena dirección o magníficas interpretaciones. Todo eso lo tiene. Pero de 'House of cards' se aplaude el modelo de distribución y el dibujo tan fidedigno de una realidad política mucho menos positiva que la que nos mostraba Sorkin en 'El ala oeste de la Casa Blanca'.
En un momento en el que el mundo político mundial carece de líderes que inspiren esperanza, 'House of cards' nos muestra un líder, oculto y sin ningún tipo de ética más que la de su propio beneficio. Para el espectador, los Frank Underwood reales no son la única razón por la que el mundo está como está, pero si son una buena forma de explicarlo.
Lo paradójico de 'House of cards' es que, mientras que la palabra "nuevo" le rodea constantemente, lo cierto es que poco o nada ha inventado esta serie. La actual 'House of cards' se basa en una mini serie (creada por Andrew Davies) del mismo nombre que en 1990 estrenó la BBC. Esta ficción, como la de ahora, estaba inspirada en el libro -de igual nombre- escrito por Michael Dobbs, jefe de gabinete del gobierno de Margaret Thatcher.
En la serie de la BBC el personaje protagonista en el que se inspira la adaptación de Frank Underwood es Francis Urqhart, uno de los hombres fuertes de la Cámara de los Comunes británica. De hecho, que el actual personaje de Kevin Spacey se llame Fancis Underwood se debe a la mezcla del nombre del protagonista de la serie de la BBC y del apellido, Underwood, de uno de los hombres fuertes del partido demócrata a comienzos del siglo XX, Oscar Underwood, que también fue líder de la Mayoría.
La adaptación de Netflix se ajusta fielmente a lo que emitió la BBC en 1990. Como Urqhart, Underwood también habla al espectador en determinadas ocasiones congelándose la acción.
Tampoco existe ninguna revolución a la hora de producir la serie. 'House of cards' cuenta con un extraordinario equipo tanto artístico como técnico en los que cabe destacar los nombres de Kevin Spacey y el director David Fincher ('El club de la lucha', 'El curioso caso de Benjamin Button', 'La red social'...), así como el de su creador.
Lo que sí ha hecho que 'House of cards' sea concebida como algo más que una buena serie es el hecho de haberse convertido en la primer ficción televisiva no hecha para televisión, sino para una plataforma online, Netflix. 'House of cards' mira a los ojos a las producciones más ambiciosas de los mejores canales de cable como HBO, FX, AMC, Showtime... Sin embargo, su canal de distribución es internet.
Otra de las revoluciones de 'House of cards' fue que Netflix rompió con el concepto más estricto de serie: nada de emitirse los capítulos de uno en uno de manera periódica. Netflix colgó de golpe los 13 capítulos de 'House of cards', como si se tratase de un libro. De esta manera, los clientes de esta plataforma elegían cómo consumir la serie; si poco a poco o de una sentada.
El creador de la serie, Beau Willimon, pudo además escribir la primera temporada conociendo de antemano que habría una segunda, lo que le permitía crear un arco narrativo con mayor perspectiva. Una segunda temporada que se estrenará en EEUU el 14 de febrero de 2014.
Esa ha sido la verdadera revolución de 'House of cards', acercarse al consumidor ampliando sus posibilidades. Esto es la otra parte que tan unánimemente se está aplaudiendo en Hollywood. Nuevo modelo de distribución, nueva concepción del término "serie".
Del mismo modo, el espectador ha aplaudido que se le ofrezca un producto de ficción acerca de un mundo tan mediatizado como desconocido, como es el de la política. El espectador agradece la verosimilitud de 'House of cards' que le permite creer que el motor de su país funciona así, con mecánicos trajeados que se manchan las manos en pro de su beneficio y se las limpian en privado en la bandera que glorifican de cara al público. La duda que queda tras ver esta ficción es si se trata, puntualmente, de políticos corruptos o, por el contrario, se trata de un sistema totalmente corrompido.