La columna de Almudena Grandes: "La madurez"
Cada viernes la escritora Almudena Grandes nos obliga a pensar. Viernes, 6 de diciembre
Francisco Brines dice que nunca hay que tirar las fotos en las que hemos salido poco favorecidos. Conviene guardarlas porque dentro de diez años, al encontrarlas en un cajón, diremos, hay que ver, qué bien estaba yo aquí... La delicada ironía del poeta, tan sabia y amable con sus semejantes, se estrella sin embargo con el cumpleaños que celebramos hoy. La Constitución de 1978 ya tiene treinta y cinco, pero parece más frágil, más inmadura e incapaz de desempeñar su cometido, que el día de su nacimiento.
Las leyes no envejecen como las personas. Los documentos son papeles inertes, carentes de memoria y de experiencia. La madurez humana contrapone la virtuosa oportunidad de aprender de los propios errores a la humillación de la decrepitud física, pero una Constitución no es capaz de evolucionar por sí sola, ni sabe adaptarse a los cambios de la sociedad. Si esto es evidente para cualquier ser racional, ¿por qué, hasta hace muy poco, decirlo en voz alta representaba una herejía? Y si el gobierno aprueba cada viernes una nueva limitación a los derechos que recoge, ¿por qué es tan peligroso que cualquiera que no sea la troika proponga reformarla?
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En este año tan difícil los españoles nos merecemos, al menos, el regalo de una autocrítica consciente y, sobre todo, constructiva. No se trata tanto de buscar culpables como de sacar el país adelante. Porque los problemas no se resuelven solos, y a este paso, la Constitución pasará de la inocencia de la juventud a la inutilidad de los trastos viejos, sin haber conocido jamás la plenitud de la madurez.
La madurez
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