Una victoria por inercia
La selección española derrotó (60-39) a la República Checa en un partido muy gris de ambas selecciones
Rudy Fernández (14 puntos, 8 rebotes y 4 robos) fue el mejor de un encuentro en el que se vivieron verdaderos momentos de descontrol. El flojo nivel de la selección checa facilitó una victoria que se hubiera complicado en otras circunstancias. España suma su tercer partido sin superar los 70 puntos, una lacra de cara al futuro.
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Partido para lavar heridas. Pero a la vez un encuentro complicado si se atiende a la manifiesta superioridad española y a la necesidad de dar una buena imagen. España salió con el presumible quinteto titular del campeonato -Ricky, Calderón, Rudy, Claver y Marc- un 'cinco' con posibilidades de romper el marcador contra cualquier equipo del torneo. Así fue, un parcial de seis cero mostró al Rudy más anotador que necesita esta selección. Un triple y un mate en las dos primeras acciones del partido dejaron bien claro el ánimo con el que salía el combinado de Orenga.
Sin embargo, cuanto más se distanciaba en el electrónico, más se percibían las carencias de la selección española. Los tiros abiertos tras buen movimiento de balón no entraban y el bloque y continuación de Marc Gasol no producía nada de valor. La solución instantánea era correr. Pensar en llegar al aro rival de la forma más directa para evitar dolores de cabeza que seguro llegarían más adelante. Una pequeña jaqueca premonitoria.
Aún con todo, los puntos siguieron llegando gracias a las rápidas transiciones de los nuestros con Llull y San Emeterio bordando el pase y recepción a distancia. El juego por el que tanto lucha Orenga estaba dando resultado y de paso maquillando las carencias del equipo en estático. Final del primer cuarto (18-7) con un Marc Gasol administrando esfuerzos y repartiendo juego al más puro estilo 'sabonista'.
Segundo cuarto y los efectos de la aspirina en forma de puntos al contraataque estaban desapareciendo. La selección empezaba a mostrar una selección de tiro preocupante, kafkiana. ¡El conjunto de Orenga estaba desbordado por su propio juego! Los ataques se sucedían sin un mando claro que pusiese un poco de cordura, con demasiado bote de balón que inevitablemente acababa en un lanzamiento a la desesperada sobre la bocina. Para colmo Marc no aparecía y sus bloqueos empezaban a ser muy previsibles para la defensa rival. Dato que debe mirar el cuerpo técnico de cara a futuros 'scoutings' de los equipos rivales.
Los 11 puntos de diferencia que abrieron el cuarto se redujeron a 2 (18-20). España seguía descosida, tratando de realizarse intervenciones quirúrgicas a toda velocidad que no eran más que remiendos. La llegada de un par de triples de Rudy y Llull calmó el ambiente de hiperactividad que había sumido al partido. 33-25 al descanso y España con un problema serio: la defensa checa se había acoplado completamente a nuestro 'juego' de ataque.
Comenzó el tercer cuarto con José Calderón de base único, por primera vez en el torneo. Buen gesto del entrenador para tratar de imprimir cordura. Pero ni por esas. La selección seguía exprimiendo las posesiones al máximo sin encontrar tiros claros. Aguilar que le estaba ganando la partido de los minutos a Claver se mostraba incisivo pero desacertado en sus acciones.
Las jugadas seguían siendo angustiosas. El espectador medio se tapaba los ojos para no ver si el tiro de España llegaba forzado desde una esquina o a 9 metros de la canasta. Lo más significativo hasta el momento eran los cero puntos de Marc Gasol, desaparecido en combate. El combinado nacional se apartaba a manotazos los problemas pero éstos seguían apareciendo. Además, la República Checa respondía a cada canasta de los nuestros siempre con un par de buenas acciones. Vesely y Barton, sus dos mejores hombres, colocaron el partido en 36-29.
Con todas estas dudas en ataque, España no pudo hacer otra cosa que remangarse y utilizar el factor que le está salvando en este campeonato: la defensa. Pese al intento rival de 'hacer la goma' continuamente, el conjunto español se fue diez arriba (47-37) al final del tercer cuarto. Las perdidas de balón y nuestro ataque eran una losa demasiado pesada para romper definitivamente el encuentro.
El último cuarto fue un 'asesinato' dual al juego de ataque. Cada equipo sudaba sangre y lágrimas para sumar un punto en su casillero -los checos tardaron hasta siete minutos- En estas apareció el mejor jugador del partido: Rudy Fernández. No ya por ser el máximo anotador del encuentro, en un partido en el que solo dos jugadores de los dos equipos pasaron de los diez puntos, sino por su gran actividad en la pista. El capitán luchó, bregó y se lanzó a por cada balón que pasaba a un metro de sus manos.
España después de 35 minutos desubicada consiguió abrir brecha (51-37). Tras el correcalles permanente de un partido frenético, la selección enfocó una victoria que solo debe ser recordada por la valía del punto sumado, más que por el espectáculo. La nota positiva es que hace algo más de una década, la selección de baloncesto de este país hubiera perdido irremediablemente un encuentro como este. A día de hoy la inercia ganadora de sus jugadores, lo gana con relativa solvencia.
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