Julián Maeso, una noche de rock sin prisas
En un concierto de más de dos horas el toledano Julián Maeso regresó con su música a los años 70 y detuvo el tiempo en la sala El Sol de Madrid
Ataviado con una camisa blanca, un chaleco negro con flecos y unos vaqueros bien ajustados a sus piernas, Julián Maeso se subió al escenario de la madrileña sala El Sol para dar una lección de música en todos los sentidos. El excomponente de The Sunday Drivers, entre otras formaciones, transportó al público a otra época gracias a los temas que componen su primer disco en solitario 'Dreams are gone', un doble CD con 19 canciones.
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Anoche se paró el tiempo en la coqueta sala El Sol de Madrid. Volvieron los 70 y el rock elaborado y sin prisas, con regusto norteamericano. El blues, el rock, el soul, el country y los acercamientos al reggae y a la música gospel, se conjuraron en más de dos horas de concierto en las que a Maeso le dio tiempo para hacer de todo.
El metrónomo de toda la banda, el pie izquierdo del organista. Este marcaba los inicios de todas las canciones, también su ritmo y sus cadencias. Tras él, una banda muy completa: Pablo Gisbert a la guitarra y al pedal steel, Pere Mallén a la guitarra y el bajo, y el simpático Antonio Pax a la batería.
"Sois parte de esto. Si no hay un binomio, aquí no hacemos nada", anunció Julián tras enlazar sus primeros temas y empezó a sonar uno de los emblemas de su primer disco, 'What did you want my love for'. Maeso no solo pulsa las teclas de su órgano Viscount, las acaricia para arrancar armonías que salen del interior de su alma, en ocasiones, incluso, parece que le duelen.
A la tarima también se subieron dos coristas que, combinadas con canciones como 'We live behind a shadow', hicieron que el concierto subiera un escalón y que se pudiese rozar con los dedos ecos de gospel. Por un momento el espectador pudo dudar de si realmente se encontraba en Madrid, y no en Arizona, viviendo un concierto del toledano Julián Maeso, y no del estadounidense Bob Dylan. Este último, junto a Clapton, los Rolling, Cohen o los Dire Straits, parecen sonar en algunos pasajes del músico español.
Maeso dedicó un par de temas de su concierto "a todos los que piensan que pueden pisar cabezas todos los días" y comenzó la parte más reivindicativa de la noche. Sonó después el primer single 'It's been a hard day', que empieza con un solo de Hamond que hace temblar al mejor cuadrado. Esta canción, y no solo fonéticamente, recuerda al tema de Bonnie Tyler 'It's a heartache' y también tiene reminiscencias del country de Dolly Parton.
Tras el éxtasis que se produjo en la sala con el juego de manos haciendo piruetas sobre el órgano, que en algún momento parecía que iba a caer al suelo, Maeso se agarró a un bajo para tocar 'Little by little' y también, para mostrar que es un artista de muchos recursos.
Poco a poco, sus rizos se fueron enmarañando y su mano izquierda, con el ritmo de la música, hacía lo posible por mantener a un lado su flequillo. Tras tocar la batería, la armónica, el órgano, la guitarra y el bajo, su respiración se fue acelerando, también el ritmo de su pierna izquierda. Cerca del final, se rasgó su voz al dedicar una de las canciones a su madre, que estaba sonriente entre el público.
Se acercaba el final tras más de dos horas de concierto. Aún así dio tiempo para ver un duelo de guitarras eléctricas, un dúo muy divertido con una de sus coristas, Aurora García, y para ver como el toledano se subía a una banqueta para tocar con el pie derecho el órgano mientras seguía tocando la guitarra, excesos que solo pueden protagonizar los que se saben diferentes, los que dominan su música de forma holgada, los que se atreven a editar en 2012 un disco de 19 canciones de música negra en España. "Llevo casi dos años con muchas penas, el próximo disco no va a ser así, vamos a animarnos", ojalá que sus palabras se cumplan y Maeso nos regale otro trabajo de altura.
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