Andy Murray, campeón en Miami tras vencer a David Ferrer en una final delirante

Una final cargada de estrategia, eso era lo que todos esperábamos. Los contendientes, Murray y Ferrer, tienen pocas cosas en común, pero si coinciden en que necesitan tiempo y varios golpes para cerrar los puntos. Sin embargo el partido fue aún más allá y resultó una montaña rusa de despistes, chispazos de calidad y calambres que dotó al partido de una emoción impredecible.

David saltó a la pista con una única idea, la de no repetir los estrepitosos arranques que le obligaron a remontar frente a Melzer y Haas, y por revisar su saque pasaba esta idea. El tenis es un deporte de instantes, de ideas fugaces que a su paso por la cabeza de un jugador puede envenenar su ánimo o bien todo lo contrario. Ferrer y su saque salvaron un 15-40 en el primer juego y ese convencimiento lanzó al de Jávea.

El partido se saltó el guión escrito desde el primer momento. Los largos peloteos no aparecieron por ningún sitio, gran culpa de Ferrer, que buscó un final rápido desde el principio golpeando derechas lacerantes y terminando en la red. Andy no estaba cómodo con esa idea y le ocurrió lo contrario, cediendo su servicio presa del nerviosismo inicial. La actitud del escocés se fue tornando pasiva, displicente. Comenzó a quejarse, a gesticular de unos dolores de espalda y se fue metiendo una espiral que le costó el primer set. 6-1 y final encarrilada, nada más lejos de la realidad.

Resurrección de Murray entre fallos y bolas de break

Quizás la gestualidad del de Dunblane ayudó a descentrar a Ferrer, o quizás el escocés necesitaba muy poco para equilibrar el partido, pero Andy fue minuto tras minuto reapareciendo en Crandon Park. Pero nunca del todo. En el segundo parcial llegaron los mejores puntos del partido, con desquiciados intercambios protagonizados por el revés de Murray y la derecha de Ferrer.

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Desquiciados porque muchas veces perdía el punto quien mejor lo tenía, una muestra del surrealismo que estaba por venir. Ferrer cedió su servicio una vez más que Murray, y aunque lo recuperó a tiempo, volvió a perderlo con 4-4. Andy cerró el set y tuvimos una nueva final, a un set en este caso.

Locura en Crandon Park

El partido era ilegible, incluso para los jugadores, que no tenían una estrategia clara más allá del miedo a fallar, que fue poco a poco apropiándose de todos los golpes. En los seis primeros juegos del definitivo set se vieron seis roturas de saque, todas ellas con Ferrer a remolque. Dobles faltas, derechas sencillas en la red, lipotimias en la grada, el partido era un gran caos.

Ninguno de los dos jugadores hacía gala de sus virtudes, la paciencia no estaba presente en Miami. El choque entró en una fase demencial, en el que quien soportara mejor mentalmente los errores se llevaría el partido. Fue Ferrer quien agarró la iniciativa del partido, siendo el primero en ganar un servicio propio, una cordura que apenas duró dos juegos hasta que volvieran a sucederse los breaks.

Cuando parecía que el partido no podía ser más enrevesado, aparecieron las últimas gotas de surrealismo en Cayo Vizcaízno para aliñar el final. Murray sacó para ganar el torneo con 5-4, y falló. Ferrer se rehízo y con 6-5 restó para lo propio. Y gozó de una bola de torneo, que echó a perder parando un punto y pidiendo ojo del halcón, por un pelo la pelota de Murray tocó línea, un pelo por el que Ferrer no ganó en Miami. En el desempate, un mal gesto llevó los calambres a la pierna del español. Y ahí se acabó todo.

Murray se llevó una final loca, delirante, una especie de 'Amanece que no es poco' pero en tenis . Un premio tan justo para él como castigo duro e inmerecido para Ferrer, que no consiguió acabar con la maldición española en Miami.

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