Ocio y cultura
DEVENDRA BANHART

Las rarezas de Devendra Banhart

El peculiar artista presenta esta semana <i>Mala</i>, su octavo disco de estudio

Devendra Banhart en una fotografía de su cuenta en Tumblr

Devendra Banhart en una fotografía de su cuenta en Tumblr

Madrid

El músico, que pasó su infancia en Venezuela, es uno de esos artistas que se escapa a las tan recurrentes etiquetas. Hay cosas que no se pueden clasificar, que resulta imposible intentarlo. La carrera de Devendra Banhart ha vivido de eso, de los saltos, de los cambios en los estados de ánimo. El músico texano ha cultivado su carrera con mimo, sin miedos, y así ha llegado a su octavo disco de estudio con una fama de artista valiente e incalificable que tan pronto juega con la electrónica como se esconde en una balada intimista mezclando el castellano con el inglés en canciones que saltan de un estilo a otro en cuestión de segundos.

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Devendra Banhart se considera un eterno inmigrante, la clase de persona que es venezolana en EEUU y estadounidense en Venezuela. Un chico inadaptado que abusó de las drogas de joven y que se enganchó al arte por las esculturas de Botero que vio de chico y por las pinturas de Rufino Tamayo que su abuela le enseñó de niño. Ahora, Banhart reniega de parte de la imagen de hippie colgado con tintes psicodélicos con la que se le encasilló en sus inicios. Se cortó la melena, dejó la marihuana y se centró en su carrera musical y pictórica. El músico vuelve a firmar los dibujos del nuevo disco, por lo que ya fue nominado al Grammy con su anterior entrega, y presenta con orgullo los dibujos que ya ha expuesto en sitios como el Museo de Arte Moderno de San Francisco o el Center for Fine Arts de Bruselas.

Esta semana, Devendra regresa a las tiendas con Mala, que en serbio significa "pequeño", un álbum producido por el propio músico junto con Noah Georgeson, que ya colaboró con Banhart en su anterior disco y que ha sido productor de artistas como Adam Green, Adanowsky o Little Joy. Mala es un disco que toca varios palos sonoros y en el que coinciden canciones alegres en castellano como Mi negrita con temas en los que juguetea con la electrónica como en Your fine petting duck, donde los habituales cambios de ritmo de su carrera brillan con luz propia. También se atreve con temas en alemán como "Für hildegard von bingen o canciones crudas como A Gain, donde su voz reverbera entre el eco y la distorsión de un violín lejano. Al margen de nuevos experimentos también hay espacio para temas folk más tradicionales como Never seen such good things y canciones más alegres como Won't you come over que cierran un disco extraño y genial que contiene parte de los elementos que han encumbrado a este artista a esa categoría en la que entran los músicos sin etiquetas a los que adoras o detestas.

 
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